23 de mayo de 2006. Antonio García-Trevijano
Donde hay conflicto social no puede haber consenso. Una sociedad sin conflicto solo es imaginable en la utopía. Ni la sociedad burguesa de Hegel puso fin a la historia, ni la disolución del comunismo de Estado, tampoco. Sin conflicto de clase o de categorías sociales se acabaría el principal motor del progreso. El consenso es un concepto medieval y religioso que resucitó el 9 de Termidor, como antídoto al miedo del Terror, para repartir el poder entre una nueva clase política, llamada entonces de “los perpetuos”.
Tras la muerte de Franco, como sucedió con la de Robespierre, el miedo a la libertad aglutinó las ambiciones de represores y reprimidos en un consenso, donde nadie ganaba todo ni perdía todo. De ese miedo y de ese reparto nacieron la ley Electoral por el sistema de listas, y la Constitución de la Monarquía por una oligarquía de partidos sindicados en el Estado, como en el Directorio de los perpetuos. Si se aplica a la política la teoría de los juegos, lo que ganan todos los partidos lo pierde el pueblo.
Se ha querido justificar el consenso político, desconocido en el mundo anglosajón, con una razón teórica. El consenso es el moderno hallazgo del bien común, de la voluntad general, de la razón ilustrada o del interés común, que ni un solo pensador en la historia de las ideas pudo concretar. Esos conceptos metafísicos sólo se hacen inteligibles cuando coinciden con el interés, el credo o la razón de la mayoría (utilitarismo). Es decir, no puede haber consenso en la democracia política.
Derrotados en la teoría, los consensualistas se aferran a una razón práctica. En los grandes asuntos de Estado, los partidos no deben ser partidistas. Pero todos
los asuntos de Gobierno son asuntos de Estado. Se pone como ejemplo de grandeza la política internacional y el terrorismo. ¿Quiere decir esto que, por ser la visión internacional del Gobierno, todos los partidos debían apoyar el pacto bélico de las Azores? ¿Quiere esto decir que, por ser la del Gobierno, no debe de haber otra concepción, otra estrategia, otra táctica contra el terrorismo que la del partido gobernante?
El consenso no es más que ideología conservadora, favorable a los gobiernos en plaza, para que ni siquiera haya simulacro de oposición parlamentaria. El consenso es el silbido del solitario que ahuyenta el miedo a peligros imaginarios. A la cobardía se une la falta de inteligencia perceptiva de la realidad. Solo la incompetencia pide ser consensuada.
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