Día de autos, autobuses y tanques

Publicado el 14 de marzo de 2022, 23:11

Armada fue al Cuartel General de Tierra en las horas siguientes, también dedicado a cambiar impresiones con unos y con otros, por teléfono o personalmente. A las ocho y media, de nuevo expuso los planes del Gobierno presidido por él a los generales que estaban reunidos allí, para lo cual pidió un ejemplar de la Constitución, con objeto de poder señalarles con toda precisión cómo era aquéllo de que se podía dar un golpe de Estado dentro de la legalidad, basándose en el artículo 8. Al fin y al cabo, según él, "no había situación más anticonstitucional que la existente en aquel momento". También habló con Milans por teléfono. Y, aproximadamente a las 9, otra vez con el rey. El rey le pasó el teléfono a Sabino y éste tuvo una larga conversación con Armada. Después de esta última charla, Armada habló con el general Gabeiras, su superior, momento en que le propuso abiertamente el plan de ir al Congreso. Le explicó, como a los otros generales, que el Ejército estaba dividido, que la situación era peligrosa, que contaba con el apoyo de los socialistas y... en fin, que consentía en sacrificarse ofreciéndose para presidir el Gobierno. Hablaron también de la posibilidad de ofrecer un avión para que Tejero y sus oficiales salieran de España. Y Gabeiras, aunque no había estado en la conjura en el primer envite, quedó convencido de que lo que tenía que hacer era aquéllo. Pero antes de tomar ninguna resolución definitiva, tenía que volver a hablar con La Zarzuela. Así lo hizo, y a las diez menos cuarto Sabino confirmó que entre los partidarios de la "solución Armada" ya se hallaba también Gabeiras, que le aseguró, además, que estaba dispuesto a acompañar a Armada en su misión. El secretario de la Casa Real le recomendó que no lo hiciera, porque aquello significaría implicar a la JUJEM (Junta de Jefes del Estado Mayor del Ejército). Pero transmitió el consentimiento real para que Armada fuera al Congreso, aunque precisando que cualquier propuesta tendría que hacerla a título personal, sin hablar del apoyo del rey, y de acuerdo con su conciencia. Aquello era, según lo que preveían, el final de la aventura. No dudaban que todo quedaría resuelto con la visita de Armada a las Cortes, y en La Zarzuela empezaron a trabajar en la redacción del mensaje del rey a los españoles, que seria transmitido por televisión.

Sabino Fernández Campo pidió a RTVE que enviaran un equipo de grabación y otro de filmación, pero se encontró con el problema de que las tropas de la DC Brunete que habían tomado las instalaciones de Prado del Rey no dejaban salir al equipo. Sólo aceptaban órdenes de Armada. Afortunadamente, éste todavía no se había ido, y no tuvo ningún problema en telefonear al coronel del Regimiento Villaviciosa para decirle que obedeciera a Sabino. De acuerdo con la iniciativa que acababan de decidir llevar a término, diseñaron un discurso que ponía énfasis en la "fórmula constitucional" como salida al problema militar. Éste es un buen momento para repasar aquellas palabras: "Al dirigirme a todos los españoles, con brevedad y concisión, en las circunstancias extraordinarias que en estos momentos estamos viviendo, pido a todos la mayor serenidad y confianza y les hago saber que he cursado a los capitanes generales de las regiones militares, zonas marítimas y regiones aéreas la orden siguiente: Ante la situación creada por los sucesos desarrollados en el Palacio del Congreso y para evitar cualquier posible confusión, confirmo que he ordenado a las autoridades civiles y a la Junta de Jefes de Estado Mayor que tomen las medidas necesarias para mantener el orden constitucional dentro de la legalidad vigente. Cualquier medida de carácter militar que en su caso hubiera de tomarse, deberá contar con la aprobación de la Junta de Jefes de Estado Mayor. La Corona, símbolo de la permanencia y unidad de la Patria, no puede tolerar en forma alguna acciones o actitudes de personas que pretendan interrumpir por la fuerza el proceso democrático que la Constitución votada por el pueblo español determinó en su día a través de referéndum". También entonces se redactó el que sería el primer comunicado público de la JUJEM, también perfectamente de acuerdo con la "solución Armada", y mientras éste todavía estaba en el Cuartel General del Ejército: "La JUJEM manifiesta que, ante los sucesos desarrollados en el Palacio del Congreso, se han tomado las medidas necesarias para reprimir todo atentado a la Constitución y restablecer el orden que la misma determina". Se transmitió a las capitanías generales hacia las 11 de la noche. Aproximadamente a la misma hora, Televisión Española empezaba a anunciar la alocución del rey a la nación, sin fijar la hora. Y acto seguido, el rey volvió a telefonear al teniente general Jaime Milans del Bosch. Le pidió que hablara con Tejero para convencerle de que siguiera las instrucciones de Armada.

A las 23:30 la unidad móvil de RTVE llegó al palacio, con los periodistas Pedro Erquizia y Jesús Picatoste. Y un cuarto de hora más tarde Armada salió del despacho de Gabeiras, que le despidió con un abrazo y un "¡A tus órdenes, presidente!", cuadrándose delante de él. Varios generales todavía insistieron en acompañarlo, pero acabaron acordando que fuera solo para no dar la sensación de coacción. No hay una explicación oficial sobre cómo Armada llegó a conocer la contraseña para entrar en el edificio, "Duque de Ahumada".

A media noche, el rey se vistió de militar para el vídeo, con uniforme de media gala: camisa blanca, corbata negra, faja con grandes borlas de oro. En la grabación estaban presentes las dos infantas, el príncipe Felipe y la reina, sentados en el suelo delante de él; mientras Sabino, varios ayudantes y Manuel Prado iban y venían. Al parecer este último introdujo una palabra en el mensaje real como recuerdo de su presencia en aquellos momentos trascendentales, pero no se sabe cuál fue. Se hicieron dos copias del vídeo, que media hora después, a las 00:30, salían en coches y recorridos diferentes hacia Prado del Rey.

Prácticamente a la misma hora, a las 00:35, Armada llegaba al Congreso. Había tardado 50 minutos, casi una hora, en llegar desde el palacio de Buenavista, sede de la JUJEM, a Vitrubio 1, que está a 5 minutos escasos. El fiscal Claver Torrente no pareció nada interesado en conocer como se invirtió este lapso de tiempo. Se hacen cábalas sobre la posibilidad de que hubiera pasado por La Zarzuela, para hablar con el rey y con Sabino de lo que diría a Tejero y a los diputados. O incluso para estar presente en la grabación del mensaje real... Pero respecto a este hecho, no se sabe nada. Lo que sí está probado es que antes de entrar en el Parlamento hizo una breve escala en el Palace, convertido en puesto de mando de los generales que mandaban los cuerpos militarizados que rodeaban el Congreso. Armada les volvió a largar el discurso que hacía horas que repetía: que algunas capitanías podrían estar a favor de Milans, que el Ejército estaba dividido... Y expuso su oferta de un gobierno de transición. Le dieron vía libre. El general Aramburu Topete, director general de la Guardia Civil, y el general Sáenz de Santamaría, jefe de la Policía Nacional, le acompañaron hasta
la puerta del Congreso. Armada entró en el Congreso tras dar la contraseña convenida por los golpistas para recibir la "autoridad militar" que esperaban, el "elefante blanco": "Duque de Ahumada". Habló con Tejero en un despacho acristalado, desde donde los guardias armados no podían oírlos, pero sí que los veían discutir acaloradamente, mientras Armada agitaba en el aire un ejemplar de la Constitución de 1978 que había traído para explicar algo a Tejero. Su propuesta fundamentalmente consistía en el hecho de que se retiraran los guardias, le dejaran pasar al hemiciclo y permitieran que el mismo Congreso deliberara y acordara una fórmula para constituir un gobierno de solución a la situación creada, para que todo volviera a la normalidad. Después el Congreso presentaría su propuesta al rey, a fin de que todo fuera constitucional. En la versión de Tejero, que Armada no confirmó, los diputados ya estaban preparados, y el futuro gobierno pactado: la presidencia para él; la vice-presidencia para Felipe González; y dos o tres carteras para cada partido, con socialistas y comunistas moderados como Enrique Múgica y Solé Tura, éste como ministro de Trabajo. Armada, además, le habló del tema del avión para que él y sus hombres salieran de España. El enfado de Tejero fue monumental. Aquello no era lo que él esperaba, no era lo que le habían dicho... Insistió en que el rey tenía que promulgar unos decretos que disolvieran las Cortes, que Milans tenía que estar en el Gobierno, que nada de comunistas. Y, naturalmente, no se pusieron de acuerdo. A la 1:20 de la madrugada Tejero daba por finalizada la conversación con Armada, y ordenaba a dos guardias que lo condujeran a la salida e impidieran que volviera a entrar sin su permiso. Y Armada salió del Congreso desolado. ¡Quién sabe qué le debía pasar por la cabeza en aquel momento...!

Adentro, Tejero se quedó comentando la conversación con sus oficiales, lleno de ira. Manifestó que estaba dispuesto a no darse por vencido e improvisaron un manifiesto. Intentarían que se difundiera por radio, pero los militares del exterior consiguieron evitarlo. A la 1:23 se emitió el mensaje del rey por televisión. En La Zarzuela todavía no sabían que el plan de Armada había fracasado en aquel momento. Armada ni siquiera había podido seguirlo. Según sus declaraciones, le es imposible concretar dónde estaba en aquel instante preciso: "Yo debía de estar hablando con Tejero en el Congreso", "creo que estaba en el Hotel Palace, cuando se emitió", "me parece que debió darse el mensaje por televisión cuando yo iba en el coche del gobernador civil". En efecto, éste fue el recorrido que hizo al salir. Del Congreso fue directamente a rendir cuentas al Palace de lo que había pasado, y de allí fue conducido al Ministerio del Interior (donde se había constituido una comisión de secretarios de Estado y subsecretarios, el siguiente grado por debajo de los ministros, un organismo civil que tuvo un valor más simbólico que otra cosa, puesto que en toda la noche no tomaron ninguna decisión sin consultarla con La Zarzuela). Fue desde Interior que Armada habló con la Casa Real por primera vez. Pero el mensaje sí que lo habían visto millones de ciudadanos, que esperaban despiertos y expectantes. Entendieron lo único que podían entender: que el golpe había sido abortado por el monarca.

¿A quién se le podía ocurrir pensar en un desenlace "constitucional" tan rocambolesco como el que habían previsto en realidad? La mayor parte de la población se sintió aliviada y se fue a dormir. Pero en La Zarzuela se echaban las manos a la cabeza pensando "y ahora… ¿qué hacemos?" Con los insurrectos no se había pactado nada para que depusieran su actitud por las buenas, ni se habían tomado medidas militares para reducirlos. El comandante Pardo Zancada, que no quería ni podía aceptar que todo se quedara así, salió de la División Acorazada Brunete con una columna de 113 hombres hacia las Cortes para apoyar a Tejero, como primera reacción al fracaso de Armada. Nadie interceptó la marcha y entró en el Congreso sin dificultad. Un poco más tarde, todavía llegó el capitán de navío Menéndez Tolosa, con la misma intención. Y tampoco tuvo problemas para entrar. A las 2 de la madrugada, cuando ya todos los implicados estaban bien enterados del fracaso de Armada, los golpistas de la rama dura seguían insistiendo. Todavía pensaban que, si se sumaban más batallones del Ejército a la insurrección, se podría forzar la situación. Y reclamaban que el rey tomara la iniciativa, apoyándolos abiertamente y nombrando presidente a Armada por anticipado y a riesgo suyo, sin Constitución ni hostias. Pero el Borbón siempre ha sabido medir muy bien los riesgos. La experiencia de un golpe de este estilo ya la había tenido su abuelo, Alfonso XIII, con Primo de Rivera... y no le había salido bien. Además, aquello no era lo que querían los americanos. No, no podía ser. Como le dijo a Milans, ya era demasiado tarde, ya no se podía hacer nada. Tejero había abortado el golpe de Estado que él mismo había iniciado. A Milans parecía que no le llegaba el mensaje de que tenía que retirar sus tropas y ordenar a Tejero que se rindiera sin más historias, de manera inmediata. En un momento determinado, incluso pensó que si el rey no se ponía de parte suya, tendría que abdicar e irse. Pero lo cierto es que, gracias a la cautelosa gestión desde La Zarzuela, no contaba con los suficiente apoyos en las capitanías generales. Juan Carlos, que casi nunca había sabido imponerse verbalmente en una discusión, y prefería recurrir a Sabino o a una nota escrita, se lo transmitió por télex:

"Confirmando conversación telefónica acabamos de tener, te hago saber con toda claridad lo siguiente: 1. Afirmo mi rotunda decisión de mantener el orden constitucional dentro de la legalidad vigente; después de este mensaje ya no puedo volverme atrás. 2. Cualquier golpe de Estado no puede escudarse en el Rey, es contra el Rey. 3. Hoy más que nunca estoy dispuesto a cumplir el juramento de la bandera muy conscientente, pensando únicamente en España; te ordeno que retires todas las unidades que hayas movido. 4. Te ordeno que digas a Tejero que deponga su actitud. 5. Juro que no abdicaré de la Corona ni abandonaré España; quien se subleve está dispuesto a provocar una guerra civil y seré responsable de ella. 6. No dudo del amor a España de mis generales; por España primero, y por la Corona después, te ordeno que cumplas cuanto te he dicho". Al poco de recibirlo, Milans comunicó a La Zarzuela que cumpliría sus órdenes. Ya no había salida. Pero advirtió que el teniente coronel Tejero no le obedecía y la situación del Congreso era muy peligrosa. A las 4 de la madrugada, las tropas se retiraban de las calles de Valencia y se dictaba un bando que anulaba el anterior. A dos cuartos de set Milans se retiraba de su tabla de mando y se iba a dormir sin preocuparse demasiado por la situación en que quedaba Tejero, que todavía estaba encerrado en las Cortes. De todos modos, el teniente coronel de la Guardia Civil empezaba a comprenderlo. Hasta el comandante de la División Acorazada que había ido a apoyarle cuando ya todo estaba perdido, Pardo Zancada, le aconsejaba que se rindiera, mientras sus guardias huían por las ventanas. Por la mañana, todos veían tan claro el final, que el mismo líder de Alianza Popular, Manuel Fraga, se puso de pie en el hemiciclo y lanzó un memorable discurso antigolpista: "¡Quiero salir porque esto es un atentado contra la Democracia y la Libertad!...¡Esto no favorece ni al rey, ni a España, ni a la Guardia Civil!... ¡Prefiero morir con honra que vivir con vilipendio!” Lo secundaron los diputados Óscar Alzaga, Fernando Alvarez de Miranda e Iñigo Cavero, que se abrieron las chaquetas de par en par: "¡Dispárenme a mí!" Todo un show como fin de fiesta.

Antes de entregarse, Tejero exigió la presencia de Armada. Sólo pactaría la rendición con él. Un gesto entre militares y en su lenguaje, para dejar patente su traición y humillarlo públicamente. A la una menos cuarto del 24 de febrero, tras hablarlo con el rey, Armada firmó a la puerta de las Cortes, sobre el capó de un coche, la "nota de capitulación" con las condiciones de Tejero. Los guardias que todavía quedaban dentro subieron a sus vehículos y salieron hacia los acuartelamientos respectivos. Después salieron los diputados, rodeados de cámaras y micrófonos de periodistas. A las dos y
media del mediodía, el jefe del Estado Mayor del Ejército, general Gabeiras, telefoneó a Milans del Bosch y le ordenó que acudiera inmediatamente a Madrid. A las siete en punto de la tarde, Milans entró en el Ministerio de Defensa, donde fue detenido inmediatamente. Aquella misma tarde, la Junta de Defensa, reunida en La Zarzuela, con Suárez todavía de presidente en funciones, ordenaba a Gabeiras que también arrestara a Armada. Gabeiras giró la cabeza hacia el rey, entre sorprendido y alarmado, e hizo exclamar a Suárez: "¡No mire al rey, míreme a mí!"

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