UN REY GOLPE A GOLPE: UNA HIJA SIN PADRE

Publicado el 26 de noviembre de 2021, 23:42

Públicamente, Olghina ha dado versiones contradictorias sobre la identidad del padre de su hija Paola. Por ejemplo, en la versión española de sus memorias, publicadas por Grijalbo en 1993, desmintió categóricamente que el padre fuese "un hombre alto". A sus padres no les dijo ni tan siquiera que había sido madre hasta que lo descubrieron por su cuenta tres años después. Además, pretendía que se conformaran con el cuento de que el padre de la niña había muerto. Pero no se lo tragó nadie. El 17 de agosto de 1961, el padre de Olghina, el conde Carlo Nicolis di Robiland, le escribió una carta en la que le pedía explicaciones satisfactorias, puesto que su madre se había enterado de la verdad que toda Roma comentaba: el padre de la niña no había muerto, sino que, bien al contrario, tenía pensado casarse con otra mujer próximamente. En este párrafo de la carta (que publicó unos cuantos años más tarde la prensa italiana), había una anotación al margen que decía: "con SAR Sofía de Grecia" (y las fechas coinciden, porque Juan Carlos y Sofía se casaron en febrero de 1962). Por su parte, Carolina de Kent, su madre, la fue a ver personalmente y tuvieron una discusión en la que acabó diciéndole textualmente: "Yo sé quién es el padre de esta niña. No seguiré diciendo que está muerto. Es el príncipe Juan Carlos de España. Un día él lo sabrá y también lo sabrá Paola. Porque ella tiene derecho a tener un padre. Y yo haré que esto ocurra". De este modo comenzó una trifulca familiar que acabó en los juzgados, tras muchos años durante los cuales los padres de Olghina siempre la habían ignorado, absolutamente despreocupados por los problemas, económicos o de otra clase, provocados por el hecho de que pudiera tener un hijo. Ahora, sorprendentemente, pasaban a interesarse muchísimo por su nieta. En las tertulias se comentaba que al fin y al cabo respondían a una generosidad bien calculada, puesto que la niña en cuestión "podría convertirse en la gallina de los huevos de oro". Los padres de Olghina, abuelos de Paola, iniciaron un proceso judicial para conseguir la custodia de la niña, que ganaron sin dificultad a comienzos de 1962, con el argumento de que Olghina estaba en la indigencia y no podía atenderla.

La ex-amante del príncipe se hundió. Se sentía humillada, desesperada… y rompió definitivamente las relaciones con sus padres, él un alcóholico y ella una manipuladora. En estos meses de depresión profunda, en febrero y marzo de 1962, que coincidieron con la pérdida de su hija y la boda de Juan Carlos y Sofía, escribió un diario para desfogarse. Juan Carlos figura como el verdadero protagonista de manera muy significativa, reapareciendo una y otra vez en alusiones constantes, aunque ya no se veían ni mantenían correspondencia. El 28 de febrero de 1962 escribió que su tía Olga, "por esnobismo inverso al de mi madre", estaba aterrada con la idea de que Olghina se pudiera presentar con la niña en Estoril, cosa que provocaría una tensión límite con los Borbones. También escribió: "He sabido que Juan Carlos se ha declarado escandalizado (con los primos Torlonia) por mi maternidad clandestina, ¡¡¿Precisamente él??!! ¡Es la monda! A menudo me pregunto por qué me hago la heroína y encubro las meteduras de pata de las malas personas". "¡Si supieras cuánto me debes!", escribía el 3 de marzo refiriéndose a él. Paola de Robiland vive hoy en Nueva York. Es profesora en la Universidad de Columbia, y no quiere saber nada de su madre, ni mucho menos de la prensa rosa griega.

Para entender cómo Juan Carlos llegó a comprometerse con Sofía de Grecia es necesario retroceder en el tiempo. Ya se ha dicho que en 1954 se vieron por primera vez, en un crucero del Agamenón, uno de aquellos viajes por las islas griegas que organizaba la reina Federica de Grecia para promocionar el turismo y, de paso, facilitar las relaciones entre las personas de sangre azul de todo el mundo. Pero no hubo nada. En aquella ocasión Gabriela acompañaba al príncipe. Juan Carlos y Sofia no se volvieron a ver hasta cuatro años después, en 1958, esta vez en el castillo alemán de Althausen, con motivo del casamiento de una hija de los duques de Württemberg. El general Armada fue testigo de aquel encuentro: "ese baile fue donde conocí a la princesa Sofía. Estaba monísima. El príncipe me la presentó y confieso que, mientras bailaban, me pareció que hacían una pareja colosal". Pero esta vez tampoco hubo nada especial entre ellos.

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