SOBERANOS E INTERVENIDOS

Publicado el 24 de noviembre de 2021, 11:52

Garcés señala la relación de estos hechos con las operaciones para mantener intervenida España más allá del régimen de dictadura. Inglaterra tenía unas miras. Vueltos a situar en 1974, la atención estaba centrada en Portugal, perteneciente a la OTAN, que acababa de  salir de la más larga dictadura europea. Entonces, se organiza en París (Suresnes), con financiación alemana (dilatada a posteriori), aprobación de Washington y conocimiento de los servicios de Franco, un cónclave de "jóvenes socialistas" (objetivo: hacer la revolución burguesa). Parecía pensado para "conducir la post dictadura española hacia los puertos señalados desde los propios poderes intervencionistas". Deduce Garcés que predomina la idea de "poner a nuestros pueblos bajo la protección de las Potencias hegemónicas (una prolongación del poder imperial), disuadir a la sociedad de la necesidad de un Estado democrático recuperador de la soberanía interna y externa (...) ¿Les marca como destino -se pregunta Garcés- la imposibilidad de construir un Estado democrático? (...) La subordinación puede ser necesaria para sectores locales con status y poder vacilante, pero con ello activan fuerzas de desintegración del propio Estado. Mayores aún si éste es plurinacional".

Resalta aquí la preocupación de Garcés por aquello de divide et imperat: "Toda Potencia imperial -dice-que haya pretendido dominar ha buscado crear Estados divididos allí donde existía una sola comunidad nacional". Y cita casos: Panamá con respecto a Colombia, la inhumanidad impuesta a los pueblos de Yugoslavia, etc. Nos recuerda que en la ONU están reconocidos más de cuarenta Estados con una población inferior a la de la sola ciudad de Valencia. Mientras -nos dice- " más de un tercio del intercambio comercial mundial se  realiza directamente entre las solas empresas multinacionales", así, ciertamente, las organizaciones administrativas de la mayor parte del rosario de Estados son "susceptibles de subordinación y manipulación". Sin embargo, claro está, "a diferencia de los gobiernos, las grandes corporaciones multinacionales no están sometidas a responsabilidades políticas democráticas, ni incluso a los vaivenes de la opinión pública. En cambio sí pueden atacar -someter- a los mercados y finanzas de gobiernos y Estados. Cuentan con agentes en los altos puestos de las Administraciones, en los medios de comunicación y en las agencias donde nace la información". Rechazan toda organización que las controle. No quieren ni oír hablar de participación de los trabajadores. Desean a los Estados débiles, pasivos, lo menos participativos de sus ciudadanos. Si algún gobierno se rebela en los ámbitos controlados, las fuerzas del llamado "mercado libre" movilizan contra el rebelde la secuencia conocida de intervenciones encubiertas o preventivas, bloqueos financieros, represiones, militarización, dictaduras, guerras internas o externas". No obstante el dominio que ejercen sobre esos procesos, el sistema cruje por doquier, desastres humanos y ecológicos se suceden.

Garcés apuesta por una economía planificada en un orden Planetario, una Confederación de Estados inspirada en principios jurídicos democráticamente gestados e igualitarios en su aplicación. Observa el brutal contraste de su idea en las relaciones internacionales con principios basados en un derecho equivalente a la fuerza de que dispone el más fuerte.

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