Hombres y monos

Publicado el 25 de noviembre de 2021, 11:23

¿Que los íberos procedían de África?
Pues sí, escéptico lector: no sólo los íberos, sino sus remotos predecesores, los que poblaron estas tierras mucho antes que ellos. La propia especie humana procede de África, y esto incluye a todas las razas, nacionalidades, credos y creencias. El hombre, como se sabe, es resultado de una lentísima evolución que comenzó en África oriental hace entre cuatro y diez millones de años. El primero fue el Australopithecus afarensis, con un cerebro de unos quinientos centímetros cúbicos, apenas la cuarta parte del hombre actual. A partir de él se desarrollaron varias familias de Australopithecus a lo largo de millones de años: la pequeña y frágil africanus; la más corpulenta robustus, en el sur de África; la boisei, en el este de África, y quizá alguna otra. De todas ellas, la única que perduró fue la que produjo el Homo habilis.

El Homo habilis o «ser humano diestro», hace unos dos millones de años, mes arriba mes abajo, era ya un hombre hecho y derecho, a pesar de su aspecto simiesco. Con un cerebro de setecientos centímetros cúbicos sabía servirse del fuego y hasta fabricar toscas herramientas de piedra golpeando un canto rodado de sílex o cuarzo y haciendo saltar lascas de ambas caras hasta obtener un filo cortante.

No era fácil la vida del Homo habilis. Al evolucionar se había hecho omnívoro y vagaba por la sabana devorando todo lo que le venía a mano: raíces, frutos, tallos tiernos, huevos, larvas, lagartos. No le hacía ascos a casi nada, ni siquiera a los cadáveres, porque el cuitado era todavía mal cazador y se contentaba con la carroña dejada por los tigres de grandes colmillos y otras fieras que señoreaban la llanura. También era, a menudo, víctima de estos terribles predadores.

Del Homo habilis se derivaron, por anagénesis, las especies posteriores: el Homo erectus y el Homo sapiens.

El Homo erectus, desarrollado hace unos 1,6 millones de años, era un sujeto fornido, de hasta 170 centímetros de estatura y, a pesar de sus facciones bestiales, alcanzaba ya una capacidad craneal de entre 850 y 1250 centímetros cúbicos, un setenta por ciento de la del hombre moderno, lo que no está mal. En un lento proceso, el Homo erectus fue extendiéndose por la faz de la tierra: después de ocupar toda África, pasó a Asia y a Europa hace 1,5 millones de años.

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