LA CIA EN ESPAÑA: España, portaaviones de los yanquis

Publicado el 30 de noviembre de 2021, 19:46

El Plan Marshall de «ayuda» a Europa es aprobado con facilidad en el Congreso y el Senado norteamericanos, y en abril de 1948 se votan los primeros créditos. El objetivo del Plan es restablecer la economía en todo el mundo y crear condiciones políticas y sociales que permitan la existencia de «instituciones libres», pero evitando «cualquier propuesta que se base en el supuesto de un choque entre Europa Oriental y Occidental, lo cual sería inaceptable para los pueblos europeos». Para evitar contradicciones innecesarias en el seno del bloque occidental, dado el rechazo que Franco provoca entre algunos gobiernos europeos, de momento España se queda sin los beneficios económicos del Plan Marshall.

En julio de 1947, durante la reunión de los aliados celebrada en París, la Unión Soviética analiza con rotunda claridad la nueva situación que se está creando en el Viejo Continente: «Los créditos norteamericanos no servirán para el restablecimiento económico de Europa, sino que serán utilizados por unos países europeos contra otros países europeos, de la manera que les parezca más conveniente a algunas potencias industriales que se esfuerzan por alcanzar el predominio». Las servidumbres políticas y económicas exigidas por el Plan Marshall a los países que van a beneficiarse de él indican que el centro de decisiones de la Europa Occidental de posguerra continuará en Estados Unidos.

En 1947 se produce un pequeño complot monárquico contra Franco, al que el propio dictador, que no se caracteriza por tener dudas a la hora de firmar sentencias de muerte, concede poca importancia. La frustrada conjura está articulada en torno al general Beigbeder, que ha sido el segundo ministro de Asuntos Exteriores del régimen, durante un breve período inmediatamente posterior al término de la Guerra Civil. 2

Documentos diplomáticos desclasificados por el Departamento de Estado norteamericano 3 revelan el corto alcance de esa conspiración interior y el escaso apoyo que le presta Estados Unidos. La Administración Truman ya tiene perfectamente trazada la línea de apoyo al régimen de Franco, pero la oposición monárquica, espoleada por los manifiestos de don Juan de Borbón, ha llegado a un acuerdo con los republicanos para constituir un «Frente de Solidaridad Interior» que, tras derrocar a Franco, dé paso a un Gobierno presidido por Beigbeder 4 , que se encargaría de garantizar la transición hacia una situación constitucional.

 

2 Juan Beigbeder y Atienza. Ingresó en el Cuerpo de Ingenieros de la Academia Militar de Guadalajara a los catorce años. Como capitán y comandante de Estado Mayor participó en numerosas acciones de la guerra de África, junto a Franco y Millán Astray. Fue agregado militar en las embajadas de España en París y Berlín. Residió muchos años en Marruecos y llegó a dominar el idioma árabe. Tras la sublevación del 18 de julio de 1936, reclutó fuerzas de regulares para Franco. Fue nombrado alto comisario para Marruecos en 1937. Tomó posesión del cargo de ministro de Asuntos Exteriores el 9 de agosto de 1939, en sustitución del conde de Jordana, y cesó el 17 de octubre de 1940, para dar paso a Ramón Serrano Súñer. Tenía simpatías por los aliados, especialmente por Gran Bretaña, por eso fue sustituido cuando los alemanes estaban arrollando en su avance por Europa. Franco explica el cese de Beigbeder a su primo Francisco Franco Salgado-Araujo a su manera: «La actuación del ministro de Relaciones Exteriores de aquella época, general Beigbeder, no era nada imparcial y no inspiraba confianza al embajador de Alemania. Beigbeder era completamente germanófilo, pero tenía una amiga inglesa que posiblemente estaba haciendo el papel de una espía».

3 Citados en Las bases norteamericanas en España, de Eduardo Chamorro e Ignacio Fontes, Euros, Barcelona, 1976.

4 En Mis conversaciones privadas con Franco, de Francisco Franco Salgado-Araujo, se recoge el siguiente comentario del dictador sobre Beigbeder, fechado el 5 de octubre de 1954:

Su debilidad por las mujeres, a pesar de su religiosidad especial, ya que la hacía compatible con todos sus vicios. Cuando estaba en Guadalajara, siendo cadete, se hospedaba en casas de mujeres. Era buen estudiante. Durante la guerra europea, el embajador alemán, Von Stohrer, me pidió que no se entregara al ministro de Asuntos Exteriores ningún asunto o documento importante, pues no se fiaba de él, porque estaba convencido de que tenía relación con los aliados y de que las mujeres que trataba, a muchas de las cuales se les obligó a salir de España, eran espías a sueldo de aquéllos. Yo creo que estaba cogido por los judíos, a los que probablemente debería dinero. En la actualidad, este señor, según han dicho unos ayudantes, sigue dedicado a sus debilidades, dando sablazos, y en mala situación económica.

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