La edad del bronce

Publicado el 4 de diciembre de 2021, 13:51

En el segundo milenio a. J.C., la península Ibérica era un cajón de sastre, en el que coexistían distintas comunidades, unas más adelantadas que otras. La gran novedad fue la aparición de un invento revolucionario: el bronce, un metal mucho más fuerte que el cobre.
La fórmula secreta —fundir cobre y estaño en proporción uno a nueve- se comenzó a difundir más o menos hacia el -1200, primero por las costas del sur, más tarde por el centro y el norte.
En las zonas ricas en metales (Almería, Jaén, el Algarve...), surgieron potentes comunidades metalúrgicas y una floreciente industria de instrumentos, armas y joyas (porque también trabajaban la plata y el oro).
El yacimiento de El Algar, en Almería, da la pauta del nuevo período. Muchos individuos se hacían sepultar con rico ajuar de puñales y armas. En esto, y en las rudimentarias murallas que rodean los poblados, se puede ver la importancia que adquirió la guerra en las sociedades metalúrgicas. Además, el poblado se construía en un cerro amesetado, de fácil defensa, bañado por un río que asegurara el suministro del agua y el riego para las huertas. Desde el cerro, se vigilaban las tierras de labor, las sementeras de cereal, los caminos y los pastizales.
Los habitantes del poblado argárico vestían prendas de lana, de lino y de piel, y se adornaban con anillos, collares y brazaletes de cobre y plata, y más raramente de oro. Guardaban el grano en recipientes cerámicos y lo trituraban en rudimentarios molinos de piedra a la puerta de sus chozas. Eran hábiles artesanos del metal y el barro. Muchos sucumbían al culto de la apariencia, y si no podían costearse los recipientes metálicos, procuraban imitarlos en cerámica bruñida y lisa, sin adornos.
Una moda oriental determinó un cambio sustancial de las costumbres funerarias. Se abandonaron los grandes panteones colectivos del período megalítico por otros individuales, mucho más modestos, en cajitas de piedra (cistas).
La cultura argárica irradió en la zona de Levante, entre Murcia y Málaga. Historiadores y arqueólogos señalan hasta una docena de variedades regionales de la cultura del bronce (Galicia y norte de Portugal; sur de Portugal; Castilla la Vieja; Cataluña y Aragón; Levante...), quién sabe si dejándose influir algo por la división política de nuestros pecadores días, con tanta nacionalidad, diputación y autonomía.
En el ranking ibérico, las regiones mineras eran las privilegiadas; detrás venían las agrícolas y, a continuación, las ganaderas, que vivían del pastoreo de ovejas y cabras. El bronce llegaba a todas, llevado por infatigables buhoneros, que iban de un lado a otro con sus cacharros, por precarios caminos, entre el inmenso entinar.

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