22 de junio de 2006. Antonio García-Trevijano
El Gobierno de Cataluña, la Generalitat ocupada por la pequeña burguesía nacionalista, y regentada por el capital financiero del ahorro catalán, ha sido derribado de su pedestal autonómico por el único factor, popular y predemocrático, que tiene la potestad de deslegitimar a la corrupta oligarquía del Estado de Partidos. La abstención.
Una masa de preciudadanos catalanes, sin dirección política, ha convergido por motivos diferentes en la indeferencia por el nuevo Estatut que legaliza la discriminación nacionalista en la Autonomía de Cataluña. Los movimientos populares que manifiestan rebeldía o desprecio de la mayoría de los gobernados por el sistema que los gobierna, tienen el poder de derrocar a los gobiernos, pero no el de sustituirlos por otros. Esto ocurrió en la rebelión del mayo francés del 68. Esto ha ocurrido con el desprecio catalán a las ínfulas de su nacionalismo pequeño burgués.
No hay democracia si los gobernados carecen de la facultad de nombrar y de deponer a sus gobiernos (Popper). Esta facultad se la reservaron en exclusiva los partidos que se hicieron estatales con la Constitución de la Monarquía. El Sr. Zapatero propicia el cambio de Maragall por Montilla, el de la tradición catalanista por el de la progresía inmigrante. Ese es el ámbito y el alcance a los que se contrae el quimérico autogobierno de Cataluña. El autogobierno de un partido estatal federado consigo mismo.
Si el partido de Ezquerra Republicana fuera de izquierdas y republicano, no habría participado en el gobierno de la Autonomía Monárquica, y en lugar de decir no al Estatut por resentimiento de su propia frustración nacionalista, habría podido protagonizar la abstención y condicionar de manera decisiva el porvenir de las instituciones catalanas. Pero todos los oportunismos son miopes. La impaciencia de la ambición desconoce la inteligencia del egoísmo a largo plazo.
Esperemos que, como dijo Homero, los idiotas se instruyan con el acontecimiento. Aquí defendí la abstención contra los que proponían el no o el voto en blanco, sin ser conscientes de que con ello aumentaban la legitimidad del sistema. El Movimiento Ciudadano por la República Constitucional promoverá, contra la Monarquía de Partidos, la sistemática abstención de la madurez cívica en todas las convocatorias a las urnas, y la participación del inconformismo cultural y político en todas las rebeliones pacíficas de la juventud. A partir de ahora, la abstención y la rebelión, sublimadas en revolución pacifica orientada a un solo fin político, tendrán potencia no solo para destituir sino para instituir gobiernos.
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