Comienza la lucha entre F. Claudín, Tomás García y J. Semprún por un lado y Carrillo y sus partidarios por otro
En enero de 1962 se inició en el Secretariado una discusión sobre los problemas del campo; participaban en ella, además de los miembros del Secretariado, algunos del CC que estaban ligados a esos problemas. Una de las cuestiones a examinar era la consigna de «la tierra para el que la trabaja». Surgen sobre ella discrepancias entre Carrillo y Claudín, y, al no poder llegar a un acuerdo, deciden que la discusión continúe en el CE al completo. La primera reunión tiene lugar el 10 de febrero. Después de escuchar las intervenciones de Carrillo y Claudín aparecía con bastante claridad que las discrepancias entre ellos alrededor de la consigna «la tierra para el que la trabaja» no eran más que una cortina de humo para camuflar otras cuestiones. En mi intervención, entre otras cosas, dije: «Se señala aquí como la condición principal para la salida pacífica, que se llegue a un acuerdo por arriba entre las fuerzas de oposición junto con otras condiciones. Tal como marchan las cosas, en cuanto a un acuerdo por arriba de las fuerzas de oposición, no me hago muchas ilusiones. Creo más que nunca que la dictadura será derribada por la acción combativa de las masas, el pueblo. ¿Con qué cantidad de violencia o de pacifismo? No sé, pero nuestros planteamientos deben de aparecer con el máximo de claridad sobre las dos vías. Y las medidas prácticas deben corresponder a los planteamientos.
»Considero que hay que plantear con más fuerza y claridad aún la explicación de la salida violenta. La idea alrededor de la cual se puede plantear la cuestión es la del “levantamiento nacional y popular”. Y el camino, las acciones de masas, huelgas, protestas, etc. Con salida violenta o con salida pacífica, el problema de la conquista de la libertad y de una democracia real sólo se podrá conseguir por la vía revolucionaria, a través de la lucha de las masas.
»Aparece como si la única preocupación de nuestra política fuese la de dar garantías de nuestras buenas intenciones a toda una serie de gentes. Opino que no se trata de dar garantías, sino de mostrarles nuestra fuerza movilizando a las masas. Por eso hay que hacer una política y dar consignas que movilicen a los obreros y campesinos, a los estudiantes y otras fuerzas y les hagan salir a la calle.
»Aquí se ha dicho que no debemos caer en el sectarismo. Yo digo: ¡Ojo a no caer en el oportunismo o en el reformismo, en el podrido revisionismo! Existe bastante confusión y especulación en cuanto a las dos vías. Generalmente se mete en el mismo saco su empleo, lo mismo para el paso de un régimen de democracia burguesa al socialismo, que el de el paso de una dictadura fascista a una democracia, que es el caso de España.
»La misma confusión y especulación la encontramos en relación con la idea de insurrección armada y guerra civil; idea o término que muchos ligan inseparablemente en sus explicaciones o planteamientos cuando, en realidad, son términos que, en muchos casos, corresponden a situaciones diferentes.
»Para mí, insurrección, salida violenta, salida armada y lo que en el III Pleno se presentó como “levantamiento nacional y popular” es, en muchos aspectos, lo mismo. Puede variar la intensidad de la violencia y la forma de producirse ésta, pero, en las condiciones concretas de España, yo no creo que existan grandes diferencias entre lo que representan cada una de esas formulaciones. Creo, por el contrario, que sí las hay entre esa forma de lucha y la guerra civil. No es obligatorio, repito, que la salida violenta, la lucha armada para derrocar al régimen, lleve detrás la guerra civil.
»Mi opinión es que debemos de mejorar y modificar todo lo que sea necesario para estar a la altura de los acontecimientos, y, en lo posible, preverlos con tiempo. Por eso estoy de acuerdo con las modificaciones propuestas sobre la cuestión agrícola.
»Opino, repito, que las medidas de organización deben estar de acuerdo con los planteamientos, deben corresponder a los planteamientos, lo que hoy no pasa, pues mientras se da la impresión de que el Partido está preparado para esas dos salidas, sólo se prepara para una: para la pacífica.
»Cuando aparece cada vez con más fuerza en el país, sobre todo en la juventud, la idea de que hay que pasar a formas de lucha más elevadas que las actuales, la dirección del Partido no da las consignas que corresponden a esa situación.
»Sostengo que toda la experiencia muestra que sólo marchando por el camino de la lucha, por la vía revolucionaria, la clase obrera, los trabajadores, el pueblo, pueden conquistar las libertades políticas y ver satisfechas sus reivindicaciones económicas y sociales»
La realidad era que la dirección del Partido, preocupándose exclusivamente de la salida pacífica, introducía ciertos cambios de lenguaje; pero esos cambios en nuestros planteamientos no eran más que propaganda y perseguían, sobre todo, el objetivo de tranquilizar a los camaradas que cada vez en mayor número exigían una política más de acuerdo con la situación y las necesidades de la lucha.
Como en la reunión del CE del 10 de febrero no se pudo llegar a ningún acuerdo, decidimos suspender la discusión y continuarla posteriormente con la participación de los miembros del CC que habían estado al comienzo en la reunión del Secretariado.
Esta segunda reunión tuvo lugar los días 7, 8 y 9 de marzo. Durante esos tres días, encerrados en una casa lejos de París, discutimos los problemas del campo. Desde el 10 de febrero al 7 de marzo, el grupo de tres —Claudín, Semprún, Tomás García— había quedado reducido a dos. Durante ese mes Carrillo había trabajado a Tomás, quien abandonaba a los otros dos, con cuyas posiciones estaba mucho más de acuerdo que con las de Carrillo. Éste había encargado a Gallego que preparase un informe que sirviese de base de discusión. Desde el primer día el informe quedó hecho trizas. En la discusión se llegó a momentos de verdadera violencia entre Carrillo y Claudín. En un momento este último amenazó con retirarse.
Por mi parte defendí mis propias opiniones, criticando aquellas de un bando y otro que no me parecían justas. En una de las intervenciones dije:
«El otro día se tomaron opiniones mías para combatir la consigna de “la tierra para el que la trabaja”. Hoy Federico volvió sobre esa cuestión previniéndonos sobre peligros izquierdistas y haciéndonos planteamientos con los que, repito, no estoy de acuerdo.
»Federico ha planteado que sobre nuestro Partido pesa el sectarismo, el radicalismo. “Esa tendencia —dijo— surgió con toda fuerza en Enrique. Estoy en desacuerdo con todo lo que planteó. Es sectario colocar como única salida la insurrección armada”. E insiste: “Enrique no ve más salida que la violenta. Eso demuestra cómo las consignas de ‘la tierra para el que la trabaja’ hace surgir el sectarismo”.
»Claudín ha machacado mucho en que no debemos insistir demasiado en el planteamiento de la vía insurreccional. Dice que si insistimos demasiado en ese planteamiento, daremos la idea a otras fuerzas de que nos orientamos a esa salida. Es decir, hacia la insurrección.
»No veo dónde está esa insistencia.
»Rechazo la opinión de que no veo más salida que la violencia. Mi opinión es que debemos plantear con el máximo de claridad qué queremos decir cuando hablamos de la vía pacífica. Qué queremos decir con el planteamiento de levantamiento nacional y popular. Explicar qué entendemos como insurrección y que ello no quiere decir abogar por la guerra civil. Hay que dar al Partido y a las masas perspectivas claras y reales.
»Opino, sobre todo, que la dirección del Partido debe tomar las medidas orgánicas correspondientes a sus planteamientos políticos cuando habla de la salida violenta. Leyendo los materiales del Partido, cualquiera saca la impresión de que la dirección del Partido, al mismo tiempo que defiende con energía la política de reconciliación nacional y de salida pacífica y llama a todo el Partido a aplicarla con decisión, lo que es justo, toma medidas para conducir al pueblo a la batalla por la vía violenta si, agotados todos los medios pacíficos, no quedara otro camino, lo que no corresponde a la verdad, pues en ese terreno no se hace nada.
»Se debe decir la verdad al Partido y al pueblo. Se le debe llamar a combatir cada día y hacer todo lo posible para resolver la cuestión por la vía pacífica. Esto se hace y ello es justo. Al mismo tiempo, se le dice al pueblo y al Partido que no está descartado que al final la salida tenga que ser por la vía violenta, insurreccional. Lo que también es justo. Pero esos planteamientos, justos los dos, deben tener una aplicación práctica. No existe y no se debe de establecer una muralla china entre las dos vías. Se le debe decir al Partido y al pueblo que, si al final habrá que recurrir a la lucha armada para poner fin a la dictadura, sus luchas de hoy habrán desempeñado un gran papel en la preparación para esa gran lucha final. Pero, al mismo tiempo, los órganos dirigentes del Partido deben poner sus medidas orgánicas en correspondencia con sus planteamientos políticos. Nuestra línea política puede ser justísima, pero si no se aplica correctamente, revolucionariamente, no triunfará. En una palabra, yo estoy en contra de que se esté engañando al Partido y al pueblo. De que se les esté mintiendo».
En otra intervención, el día 8, y en la que comencé respondiendo a Carrillo, el cual, furioso por no conseguir «alinearme» a su bando, me había tirado algunos golpes bajos, dije:
«En su intervención, el camarada Carrillo ha dicho que yo estoy enfurruñado. No estoy enfurruñado. Estoy disgustado, cabreado y no por la discusión a que se refiere él, sino por otras causas. Esas causas él las conoce y vosotros también, pues no son ningún secreto mis discrepancias en ciertas cuestiones.
»En estos planteamientos no tiene nada que ver mi carácter ni tampoco mis relaciones mejores o peores con Carrillo. Se trata de cosas políticas, de métodos, etc., mucho más importantes que cuestiones de carácter y relaciones. La verdad es que me cabrean las trampas y marrullerías en la aplicación de nuestra política.
»El camarada Carrillo y otros camaradas habéis expresado aquí unas discrepancias con opiniones expuestas por mí en el curso de esta discusión. Lo siento, pero yo tengo mis propias opiniones sobre esas cuestiones y las defiendo y las defenderé hasta que sean aprobadas o se demuestre que no tengo razón.
»Esas opiniones están expresadas por mí, muy esquemáticamente, pero ello no quiere decir que estén hechas a la ligera. Mi opinión es que alrededor de la consigna “la tierra para el que la trabaja”, lo que está en discusión son otras cosas.
»Está en discusión, entre otras cosas, en qué etapa de la política de reconciliación nacional y de las dos vías estamos.
»Mi opinión es que está en discusión si el Partido debe seguir jugando un papel activo en el desarrollo de los acontecimientos en España, o si debe ir a la cola de esos acontecimientos.
»En el centro de las intervenciones de Fernando y Federico está el combatir consignas y frenar medidas más radicales, más en consonancia con el desarrollo de la lucha y con el crecimiento de la radicalización de las masas. Fernando y Federico quieren tirar del Partido hacia atrás, cuando lo que se necesita es empujar hacia adelante. Pero ¿son solamente Fernando y Federico los que tiran para atrás? No, por desgracia no son ellos los únicos.
»Los camaradas Fernando y Federico argumentan ampliamente sus planteamientos para combatir, en la práctica, la nueva formulación de “levantamiento popular”. Por el contrario, yo considero que ese planteamiento aún es demasiado débil y que las medidas para asegurar su realización, llegado el caso, son débiles, o mejor dicho, nulas.
»Mi opinión es que debemos empujar más hacia la salida de poner fin al franquismo a base de la acción de las masas obreras y campesinas, estudiantes, intelectuales, no como fuerza de presión, sino como las fuerzas activas dirigentes de esa salida.
»Mi opinión es que, ante las maniobras para buscarle a la situación una salida de franquismo sin Franco, de componendas por arriba, nosotros debemos reforzar nuestros planteamientos que más directamente puedan movilizar a la clase obrera, al campesinado, a las fuerzas progresivas de la intelectualidad y al estudiantado.
»Mi opinión es que, ante los toques de atención que nos llegan del país, ante la radicalización y el crecimiento de la combatividad de las masas, ante el creciente debilitamiento de la dictadura, nosotros debemos adelantar y poner al orden del día las consignas que corresponden a esa situación y tomar las medidas orgánicas correspondientes a esas consignas y planteamientos.
»Mi opinión es que, en el centro de nuestra preocupación, debe estar siempre lo que puede interesar, beneficiar, movilizar a las fuerzas fundamentales de las que somos el Partido».
Y después de tres días la discusión termina con la aprobación de una resolución que, a pesar de los malabarismos oportunistas a que había llegado Carrillo en su elaboración, es rechazada por Claudín y Semprún, que votan en contra.
La lucha iba a tomar mayor volumen, saliendo fuera del Comité Ejecutivo.
En el mes siguiente, durante dos días, tengo una larga discusión con Carrillo en la que, una vez más, le expongo mis discrepancias sobre diferentes cuestiones y, sobre todo, con los métodos que él venía empleando desde la Secretaría General. El panorama se iba poniendo cada día más oscuro. Carrillo aplica cada vez más su política de camarilla; por su parte, Claudín y Semprún pasan a un trabajo cada vez más abierto, para extender en el Partido sus propias opiniones. Y Carrillo deja hacer. Sólo más tarde había de comprender yo ese liberalismo de Carrillo con el trabajo prácticamente fraccional de Claudín y Semprún.
Por fin, en mayo llega Carmen, de la que estaba separado desde hacía cinco años; los hijos seguían en Praga y Moscú. La llegada de Carmen ponía fin a mi vida de tener que estar residiendo en casa de camaradas franceses, donde siempre he sido tratado con verdadera amistad, pero que no era lo mismo que estar en su propia casa. Además, la llegada de Carmen era para mí de una gran ayuda. Yo no escribo a máquina y ella sí, y cuando estábamos juntos era ella quien me pasaba todo a máquina. Nos pusimos al trabajo y preparamos un folleto que se publicó en julio de ese mismo año (1962), con el título de España, base de guerra yanqui-germano occidental. En él se describían las bases e instalaciones yanquis en España y también la penetración de Alemania Occidental en cuestiones que tenían relación con aspectos militares. En las páginas centrales de ese folleto había un gráfico que abarcaba a toda España y donde estaban señaladas las diferentes bases y dependencias militares yanquis. Comencé también a aprovechar las horas que me dejaban libres mis tareas de Partido para ir reuniendo y ordenando mis recuerdos de la guerra de España y de épocas anteriores, para hacer un libro con ellos. Así nace Nuestra guerra, publicado en 1966, después de pasar por diferentes situaciones y teniendo que vencer no pocos obstáculos sembrados por Carrillo y algunos de sus incondicionales.
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