LA HORA DE TREVIJANO (IV LA VERDAD EN LA HISTORIA DE LA DEMOCRACIA)

Publicado el 28 de noviembre de 2021, 22:22

Y en cuanto a la igualdad de derechos, esto es lo que Roederer propuso a Bonaparte: «Cuatro circunstancias principales establecen en la opinión la consideración y la notabilidad: la alta extracción, la fortuna, el mérito, la edad. No podemos ni queremos fundar la notabilidad sobre el nacimiento. Pero podemos y queremos fundarla sobre la propiedad, el mérito y la edad, y a eso aspira lo que hemos ideado para la Constitución.»
La afirmación de Roederer sobre el uso de la palabra democracia para designar la igualdad de derechos en los tiempos del golpe de Brumario es incompatible con lo que dice en esos momentos la inteligente hija de Necker y compañera de Constant, madame de Staël, en una obra fundamental para conocer el inicio de la doctrina liberal sobre la libertad de los modernos, que hoy vuelve a ponerse de moda entre los conversos del marxismo. La obra fue escrita en 1798, bajo el título Des circonstances actuelles qui peuvent terminer la Révolution et les principes qui doivent fonder la République en France (Ginebra, Dorz. 1979).
Siguiendo el pensamiento de su padre, contra el principio de la soberanía absoluta del pueblo que ha impedido el establecimiento de una saludable balanza entre los diferentes poderes políticos, Madame de Staël añade: «No hay democracia en un país gobernado por 750 diputados sobre 30 millones de hombres. La pura democracia, a través de sus inconvenientes, proporciona grandes gozos, pero no hay más democracia que sobre la plaza pública de Atenas.»
En tiempos de Napoleón los europeos no habían comprendido aún el sentido democrático de la revolución constitucional que implicaba la nueva organización del poder político en Estados Unidos. Para Joseph de Maistre, «todo gobierno es aristocrático, compuesto de más o menos cabezas dominadoras, desde la democracia, donde esta aristocracia está compuesta de tantas cabezas como lo permita la naturaleza de las cosas, hasta la Monarquía, donde la aristocracia inevitable en todo gobierno está dominada por una sola cabeza que domina la pirámide. Pero de todos los monarcas, el más duro, el más despótico, el más intolerable, es el monarca pueblo».
Aunque parece un antecedente de la moderna teoría elitista, en realidad esta reflexión anuncia tanto el camino de la historia constitucional europea, desde la caída de Napoleón hasta la República de Weimar, como el corazón del debate entre las dos filosofías de la historia que trataron de dar sentido a los acontecimientos: la cíclica o la dialéctica, la del eterno retorno o la del desarrollo progresivo del espíritu y de la materia social.

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