LA HORA DE TREVIJANO (IV LA VERDAD EN LA HISTORIA DE LA DEMOCRACIA)

Publicado el 29 de noviembre de 2021, 20:56

Fácilmente se comprende que, en la perspectiva europea de esta pugna dual entre contrapuestas formas políticas de la sociedad (Monarquía-República, liberalismo-socialismo, nacionalismo-federalismo), la forma de gobierno no fuera determinante de la identidad política del Estado ni de la representación nacional. Y, en consecuencia, la democracia sólo pudo ser concebida como elemento o principio de acción popular que aspiraba a determinar, contra el principio aristocrático, la política social del Estado. Para los europeos, lo nuevo de Estados Unidos era su forma de Estado, es decir, la República federal en una gran nación. Pero la gran novedad revolucionaria, su forma de gobierno, la democracia, ni siquiera llegaron a percibirla.

Chateaubriand, en sus Memorias de ultratumba fue el primero que calificó el sistema americano de «democracia pura», aunque con los aires de superioridad burlona de quienes la despreciaban sin conocerla. En la exposición de motivos de la Ley de Prensa de 1820, y concebida como aspiración a la igualdad de condiciones, se dice que la «democracia está plena de savia y de energía, fluyendo como un torrente hasta los bordes de los débiles diques que apenas lo contienen». Royer-Collard hizo suya esta imagen de la democracia que «coule à pleins bords», en su discurso de 22 de enero de 1822.

Jeremy Bentham, que llamó «elemento democrático» a la Cámara de los Comunes en 1776, publicó su Reforma democrática (1820), y su inacabado Código Constitucional (1822), para establecer la democracia parlamentaria con el sufragio universal: «La democracia, pues, tiene como característica y como efecto asegurar a sus miembros contra la opresión y la depredación de los funcionarios a los que emplea... Todas las demás especies de gobierno tienen forzosamente como objeto y efecto primordiales mantener al pueblo, o los no funcionarios, en estado de total indefensión frente a los funcionarios que los gobiernan; los cuales, por su poder y por el uso que están dispuestos y pueden hacer de él, al ser los enemigos naturales del pueblo, tienen como objetivo conseguir con facilidad, con certidumbre, con un alcance ilimitado y con impunidad, la depredación y la opresión ejercida por los gobernantes sobre sus gobernados.»

Según mis investigaciones, la primera vez que se usa el término democracia sin adjetivos, para designar el sistema de separación de poderes en una República constitucional, es en el discurso que dirige Simón Bolívar al Congreso Constituyente de Bolivia, en mayo de 1826, para presentar su proyecto de Constitución.

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