LOS CABALLEROS DE LA MUERTE: UN SOSPECHOSO / EL CORONEL (71 - 80)

Publicado el 1 de diciembre de 2021, 10:54

...ascender a general.


Destinatario: Agente N.º 987-A.
Asunto: Operación Midas.
Carácter del documento: Confidencial.

 

Camarada Andrés:
Tu dimisión quedará guardada en un cajón de mi despacho. No la cursaré hasta que no conozcamos el resultado de ese descenso voluntario hacia el infierno, en el que te embarcas. He cursado las órdenes oportunas para que nuestra red de contactos en España te facilite todo el apoyo logístico y de intendencia que pudieras necesitar.
Nuestros agentes en España nos han informado del comienzo de la Operación Midas: movimiento incontrolado de capitales hacia ciertas cuentas bancarias en poder de los sectores más reaccionarios del régimen y de medios de comunicación que les son afines. El destino de ese dinero puede ser la financiación de un posible golpe de Estado contra el gobierno. La CIA está al corriente y el grupo de Países No Alineados también lo estamos. Sospechamos que a la KGB no le es desconocido. Tu enlace será el agente 66-B, responde a la clave de Némesis. No le busques, él te encontrará.
Aunque sé que sólo te interesa localizar a tu mujer y a tu hijo, y dar caza al asesino de tu hermano, y que ya consideras que no estás a mis órdenes, te rogaría que aceptases esta última misión. También fue un placer trabajar contigo.
Belgrado, a 12 de mayo de 1977  Fdo: Nicolai Chejav Director General.
P. D. Ah, si te creías duro, espera a conocer a Némesis.

 

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El coronel

 


Te habían hablado de las noches de Madrid en verano: del calor que se pega a la piel y provoca infinitas vueltas en la cama; de oscuridades sin silencio, en las que ni siquiera la bebida derrota; de ruidos que impiden a tu mente centrarse en el sueño; de vecinos que hablan, que ven la televisión, que escuchan la radio, que pasean, que nunca duermen; de coches circulando por sus calles; de luces perennes; de mendigos que no necesitan un cobijo, porque las aceras son suyas… Son las horas de insomnio, sudor y alcohol.

Aunque parezca imposible, el alba llegara sin que lo esperes, sin que te impacientes. Surgirá, independientemente de tu voluntad.

Y con la Tokarev debajo de la almohada, tumbado encima de la cama, lees. Disfrutas con tu pasión: la lectura de poemas sobre la guerrilla, sobre la montaña. Es lo único que consigue relajarte, sin que importe el infierno de la noche, ni el bienestar de la madrugada. Porque los poemas que recitas se escribieron con sangre partisana.

Entre inquietud y zozobra
pasa el tiempo el fugitivo,
siempre esperando la hora
de burlar al enemigo

Cierras el libro, y recuerdas que todos esos versos fueron escritos bajo la luz de un viejo candil, en refugios, en bocaminas, en el monte. Y corrieron de boca en boca, y bajaron de las montañas al llano. Poemas en los que nunca aparecerá un nombre propio, excepto el de los mártires.

He sido algo más que tu sombra durante los últimos veinticinco años, nadie mejor que yo intuye lo que estás haciendo en cada instante y hasta sospecho tus pensamientos. ¿Recuerdas? Nos conocimos en Obukhovskaia. Yo era uno de los ingenieros extranjeros que ayudaban a mejorar la explotación. Compartíamos un pasado casi común: yo también había sido partisano, pero en Yugoslavia. Bebíamos del mismo vodka al calor de la chimenea y nos preguntábamos que si tipos como nosotros, que habíamos sido educados para dividir la historia por la mitad, no fuimos capaces de cambiar el mundo, ¿quién lo haría? Y volvíamos a beber. Hasta que un día la NKVD vino a por mí. Me acusaban de ser un agente de Tito en la URSS, pero no consiguieron detenerme. Huiste conmigo. Y al llegar a Yugoslavia te incorporé al servicio secreto de mi país.

Así ha transcurrido un cuarto de siglo: con miles de nombres falsos y un mismo rostro; con una sola pistola y decenas de genocidas nazis en el banquillo. Comenzaste a ser una especie de espectro. Hat, te llamaban, por esa manía tuya de llevar siempre sombrero. Hasta que llegó el cáncer y murió Franco o ¿todo ocurrió al mismo tiempo, al ver al dictador morir en su cama? Entonces no pudiste esperar más, te despediste de mí, tenías que cumplir tu última misión.

La mañana había llegado con las sábanas empapadas de sudor y el cuerpo deshidratado. Los comentarios políticos de alguien en la radio acaparan tu atención.

La Guardia Civil y el Ejército tienen un límite de sacrificio. Estas...

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