LOS CABALLEROS DE LA MUERTE: EL CORONEL (81 - 90)

Publicado el 2 de diciembre de 2021, 12:13

...fueron las contundentes palabras del general Prieto, que muestran el estado de ánimo de unas Fuerzas Armadas ante la situación de derrota en la guerra del norte que ha sufrido el general Santamaría…

Apagas la radio. No deseas escuchar a los que se creen en posesión del monopolio para salvar la Patria. «Límite de sacrificio», ha dicho. ¿Y dónde ha estado durante cuarenta años el límite de sacrificio del pueblo?, te preguntas. Buena pregunta.

El momento de ir en busca del coronel había llegado.

—Comandancia Mola, dígame.
—Buenos días, quería solicitar una entrevista con el coronel Lozano.
—¿De parte de quién?
—Del profesor Guillermo García —¿otra identidad, camarada?
—Espere un momento, por favor. Ahora mismo le paso con su secretario.
Suena el himno de la Guardia Civil y treinta segundos después:
—Buenos días, aquí el brigada Sánchez, secretaría del coronel Lozano.
¿En qué puedo servirle?
—Buenos días, soy el profesor Guillermo García, de la Universidad Complutense, Facultad de Historia, Departamento de Historia Contemporánea. Quería, si fuera posible, que me recibiera el señor coronel.
—Con objeto de…
—Estamos realizando un estudio en la facultad sobre los grandes generales de la historia del Ejército y de la Guardia Civil. Al llegar a nuestro conocimiento de que el señor Lozano ha sido ascendido, nos gustaría, siempre con su consentimiento, incluir su biografía en dicho trabajo. Por eso también le solicitamos, si tuviera a bien, que nos concediera una entrevista, para incluirla en el libro que estamos culminando desde la universidad.
—Son las ocho y seis minutos A. M. Sobre las nueve horas A. M. el coronel Lozano llegará a su despacho. Se pondrá en conocimiento de usía su petición y se le dará traslado a usted, en su despacho de la universidad.
—En estos momentos no me encuentro en la facultad, ya sabe no hay clases en julio. Por eso es mejor que les llame yo. ¿A qué hora cree que es la más idónea?
—A las nueve y quince minutos A. M.

Agapito García Lozano, capitán en el 51, ascendido a comandante en el 55, teniente coronel en el 63, coronel en el 71, posible general en el 77. Casado, con tres hijos y un perro. Tiene 58 años. Aficiones: los naipes y las armas antiguas. Debilidades: la vanidad y una barragana de 32 años, que responde al nombre de Noelia, a la que le ha puesto un piso en la Castellana.

En la guerra, lo importante no son las fuerzas del enemigo, sino sus debilidades: la búsqueda y localización de su talón de Aquiles. Es la única fórmula válida para derrotar a alguien más fuerte, por eso has investigado al coronel.

A la hora convenida, llamas al brigada-secretario y confirma la cita para las doce y treinta A. M. La vanidad ha podido con él y se ha dejado arrastrar, de momento, a la trampa. Pruebas unas gafas de montura negra con cristales gruesos. Suficiente. Recoges un documento de identidad que te acredita como Guillermo García, de profesión profesor.

El taxista te deja en la puerta de la comandancia. Miras el reloj, la hora es la acordada. El guardia de la puerta confirma en un listado la cita con el coronel Lorenzo. Solicita tu documento de identidad. Se lo entregas. A cambio, él te proporciona una tarjeta con una pinza que debes llevar en la solapa, en la que se lee: «Visitante».

Nunca has estado en el interior de un cuartel de la Guardia Civil. ¡Qué ironía! Durante doce años estuvieron buscándote para llevarte al interior de uno, y ahora tú eres el que te presentas voluntario en sus dependencias. Un guardia te acompaña, sirviéndote de guía por su interior hasta las dependencias del coronel. Atravesáis un patio de armas, en el que ondea la bandera nacional con el águila negra en el centro. A lo lejos, observas una enorme antena de radio, ¿para qué servirá? —te preguntas.

A las doce y treinta minutos A. M. el brigada-secretario abre la puerta del despacho del coronel y anuncia tu presencia.

—Mi coronel, el profesor Guillermo García.

Un hombre alto y delgado te extiende la mano. Lleva bigotito que simula una fila de hormigas, con tres estrellas de ocho puntas en el hombro y, sobre la parte izquierda de su pecho, todas las medallas que le concedieron, porque las medallas nunca se ganan, se conceden.

—Coronel Lozano para servirle.
—Profesor Guillermo García —le respondes sin añadir la coletilla de para servirle, pues lo que en realidad deseas es interrogarle sin que él se dé cuenta, sin que lo sospeche.
—Tome asiento, por favor —dice, señalándote una mesa redonda que se encuentra en un extremo del despacho. Quiere que exista cierta cercanía entre ambos. Chasquea los dedos dos veces. El brigada-secretario regresa.
—A sus órdenes, mi coronel —dice el brigada, mientras acompaña sus palabras con un taconazo.
—Traiga unos cafés —ordena el coronel. Ahí está su victoria: convirtieron los cuarteles en cortijos, piensas.
—¿Ordena algo más, mi coronel? —de nuevo el brigada. —No —y el brigada se ausenta.
Ahora se dirige hacia ti—. Usted me dirá cuál es el objeto de su visita —está impaciente, eso te agrada, lo tienes en tu terruño.
—Como le habrá dicho su secretario, en la Facultad de Historia queremos realizar un libro recopilatorio, que editaría la Universidad, sobre la vida, experiencias y alguna anécdota de todos los generales españoles del siglo. Como vivimos tiempos de reconciliación nacional, se incluirán generales de ambos bandos. Luego habrá un apartado sobre los nuevos generales de la democracia. El libro saldrá al...

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