Este libro que os presentamos se ha realizado seleccionando diez síntesis adefésicas encontradas en diferentes lugares como foros de Internet, periódicos, fundaciones para la educación, o documentos ministeriales. Las hay muy sencillas y otras más complicadas, pero todas ellas se caracterizan porque la coherencia del conjunto es superior a la coherencia de las partes, ganando así visos de verosimilitud. Unas afirmaciones necesitan de otras para justificar su veracidad, ya que por sí solas aparecen como algo extravagante a la razón. Nuestro trabajo ha consistido en refutarlas, por lo que veréis que cada artículo está encabezado por la síntesis adefésica en cursiva y, a continuación, le sigue el texto que la destruye. Al final del libro, un epílogo narra cómo somos y qué proponemos. Prácticamente cada síntesis ha sido destruida por una persona distinta, todos miembros del MCRC, voces con distintas ideologías unidas en lucha por la libertad política, voces objetivas que no pueden vivir en la falsedad y en la mentira. La selección de cada una de las síntesis se ha realizado atendiendo a tres criterios. En primer lugar, se han escogido aquellas que creemos que están más sólidamente asentadas en la corriente de pensamiento general. En segundo lugar, hemos seleccionado aquellas que aparentemente presentan una mayor coherencia interna. En tercer lugar, un criterio de coherencia de conjunto ha configurado una sucesión cronológica desde los orígenes de la Constitución de 1978 hasta nuestros días. Esta sucesión, sin embargo, no es casual, sino causal. La ausencia de democracia formal, la corrupción política y económica, y la desintegración nacional, son fenómenos prefigurados en la Constitución de 1978 que se han desarrollado siguiendo la inercia de la fuerza que la constituyó, es decir, el oportunismo de una clase política sin ideales y desleal. Una clase política en su mayoría proveniente de las cloacas del Estado franquista que se vistió de pana para hablar en nombre del Estado sin ser reconocida. Una clase política gestada con la leche estatal que teme al pueblo más que a nada en el mundo. Miedo al pueblo, miedo a su libertad constituyente como expresión inequívoca de una memoria colectiva no reprimida por los fantasmas de una Guerra Civil lejana. Una clase política inmersa en el tugurio de la Guerra Fría, financiada por potencias extranjeras y oscuros petrodólares. Y el pueblo cantando baladas románticas a las libertades, junto a los cantautores y poetas, despertando al mundo de los sentidos tras una larga y amarga cuarentena espiritual.
Aquella transición fue concebida como una transacción en la que los documentos iban a ser secretos para no servir de testimonio de las felonías de sus firmantes. Fue concebida como un pacto de estabilización por miedo a que la libertad del pueblo le diera el poder al partido comunista como había pasado en Portugal. Por miedo a que la monarquía perdiera el trono traidor a sí mismo y aparecer como lo que es, la pústula de la enfermedad del poder absoluto, hija del dictador de Dios.
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