POR LA RELIGIÓN Y LA PATRIA: LA POLÍTICA DE LA IGLESIA / EL FINAL (71-80)

Publicado el 2 de diciembre de 2021, 14:26

...titularse El derecho al Alzamiento). Los sectores católicos moderados que representaba el cardenal Vidal i Barraquer lo consideraron un libro «imprudente e inoportuno» y con «finalidad destructiva», de hecho consiguieron que se le retirase la licencia eclesiástica. Para otros muchos católicos, cuya cabeza visible era Gomá, que lo aprobó, se convirtió en libro de cabecera que sirvió para que las posturas moderadas fuesen superadas por una abierta animadversión contra la República, a la que cada vez más se veía como un mero estorbo que había que eliminar. En 1935 seguían vigentes las leyes aprobadas entre 1931 y 1933, pero daba igual: ni se cumplían ni se exigía su cumplimiento.

El resultado de las reñidas elecciones de febrero de 1936 despertó de inmediato los peores instintos de la derecha, ya existentes desde abril de 1931, como bien se encargó de dejar claro el subdirector del Diario de Navarra Eladio Esparza cuando, el 12 de abril, escribió que de proclamarse la República, «no quedaría otro recurso que el sangriento de la guerra civil» [30] . A partir de febrero desechó la vía política y decidió que solo la violencia garantizaría su victoria. La Iglesia, que había apostado firmemente por la CEDA, salió igualmente derrotada. Su fracaso fue tan absoluto que hasta el propio Gomá escribió estas palabras al clero de su diócesis: «Ya no somos dueños del pensamiento de nuestro pueblo, que nos mira, no solo con prevención recelosa, sino como enemigos de su bien», ante lo cual, según Callahan, la jerarquía eclesiástica «se retiró a los márgenes de la vida política» [31] . Aunque algunos sin duda sabían lo que se tramaba y prestaron su colaboración, se cuenta aún con poca información sobre la implicación de la jerarquía eclesiástica en el golpe, por más que casi en bloque, dado su carácter mayoritariamente integrista, lo apoyaran de inmediato. De la participación del clero en la conspiración carlista y en el golpe no hay la menor duda; por otra parte existen serios indicios de que el 19 de julio barcelonés se preparó en el palacio del obispo [32] . Conviene destacar que, pese a lo que pudiera esperarse de la propaganda alarmista que inundó el país tras las elecciones, ningún cura fue asesinado en los cinco meses que van del 16 de febrero al 17 de julio. El programa del Frente Popular empezaba por algo tan simple como el cumplimiento de lo legislado en el primer bienio. Las pesadillas de la Iglesia volvían de nuevo, pero ya nada sería igual.

 

[30] Dronda, J., Con Cristo…, p. 214.

[31] Callahan, W. J., La Iglesia…, p. 261.

[32] Dronda, J., Con Cristo…, pp. 244-245; los indicios, en su mayor parte de carácter personal salvo lo escrito por Manuel D. Benavides en Guerra y revolución en Cataluña, Roca, 1978, nos los comenta Josep Fontana.

FINAL

Clerical es aquel que se ampara en la religión para la defensa de sus intereses terrenos.

JUANA ONTAÑÓN, maestra [33]

 

Cabría una reflexión final. Casi todos los historiadores coinciden en que la República menospreció el poder de la Iglesia. Para unos «la cuestión religiosa» consumió demasiado tiempo y energía, en detrimento de otras cuestiones y problemas más importantes. Para otros, en esta lucha, la República resultó más dañada que la Iglesia, ya que, además de mostrar una notable ineficacia en sus métodos y resultar poco realista en sus plazos, acabó movilizando a los católicos y prestó a la Iglesia un sello político que le granjeó numerosos apoyos. No obstante, incluso historiadores en cuyos análisis prima la moderación, caso de la británica Frances Lannon, admiten que la Iglesia representaba un peligro para la República democrática. Su actitud beligerante fue llevada a los púlpitos, a los periódicos y a los partidos católicos cuando todavía no había pasado ni un mes de la proclamación del nuevo régimen. Por lo demás, tiene razón Emilio Majuelo cuando escribe que «si en alguno de los espinosos temas a los que se enfrentó el gobierno republicano socialista fue visible el legado del pasado histórico, este fue uno de ellos» [34] .

El caso francés es significativo. Callahan señala que lo ocurrido en España fue similar a la experiencia francesa de la Tercera República, cuando se llevaron a cabo importantes reformas de carácter laicista que culminaron en 1905 con la abolición del Concordato y la ruptura con la Santa Sede. La Iglesia francesa reaccionó en un primer momento como en España, pero luego cedió y se adaptó. Supongo que para explicar este hecho hay que tener en cuenta las importantes diferencias existentes entre la historia contemporánea francesa y la española. La primera venía de la Ilustración y de la Revolución francesa; la otra de un fallido y convulso intento de modernización que culminó en 1823 con la invasión del país por un Ejército francés (reinaba entonces en Francia Luis Felipe de Borbón, último rey de dicho país) que acabó con el Trienio Liberal y repuso a Fernando VII y a la Inquisición. Por diversos caminos, una vía condujo a la Tercera República y la otra a la farsa de la Restauración.

De haber adoptado una actitud demasiado realista y teniendo en cuenta estos antecedentes y la fuerza de la Iglesia, sin duda el primer y gran enemigo que tuvo la democracia republicana, la República no hubiera hecho nada en este terreno. Además, este argumento sería extensible a todos aquellos campos en que se abordaron reformas de cierto calado, como el militar o el agrario. ¿Acaso dichas reformas no mostraron que los enemigos que tenía enfrente, caso del Ejército o la burguesía agraria, eran enormemente peligrosos? Los franceses de la Tercera República contaron con 24 años (1881-1905) para extender el laicismo en la sociedad francesa y para poner a su Iglesia en el lugar que le correspondía; los republicanos españoles solo dispusieron de dos años y medio durante el primer bienio y de los cinco meses del Frente Popular. Sin embargo, pese a todas las limitaciones, la República, en este como en otros terrenos, intentó poner las bases de una sociedad más justa. Perdió, hundida por el fascismo, pero ¿quién puede negar la grandeza del empeño? ¡Nadie!

 

[33] Dronda, J., ibíd., p. 322.

[34] Dronda, J., ibíd., pp. 9-10

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