LOS CABALLEROS DE LA MUERTE: 3. EL CORONEL / 4. UNA VÍCTIMA (101-110)

Publicado el 4 de diciembre de 2021, 13:40

...guerrilla tocaba a su fin, sólo quedaban cuatro locos en los montes, era imposible introducir a nadie. El secreto estuvo en untar con dinero la miseria que rodeaba todo. No fue difícil, cierta resistencia al principio, pero luego ya venían a venderte la información. Hasta se vendían por un puesto mejor en la mina.
—¿Y por qué sus nombres no han saltado a la opinión pública, como el del Francesito?
—Porque él era un profesional, los demás eran aficionados que nos vendían la información. No había mucho valor en eso. Además, algunos de ellos son gente muy importante ahora, que consiguieron con su colaboración escalar peldaños en la sociedad.

Desvías la conversación por otros caminos, no deseas que sospeche que sólo te interesa ese episodio. Has conseguido lo que venías a buscar: existieron confidentes y sus nombres no saltaron a la opinión pública porque no eran profesionales, incluso alguno puede ser un importante cargo en la España de hoy. Es suficiente, el resto lo averiguarás tú poco a poco, sin prisas.
Te acompaña hasta la salida, quiere ser un buen cicerone o camelarte para aparecer en el libro en un lugar privilegiado. Al llegar a la gran antena de radio, que antes había llamado tu atención, detienes el paso para contemplarla. Desearías preguntarle para qué sirve, pero contienes el impulso, ese dato no te aportará nada en la investigación. Pero es Lozano, al ver tu interés, quien te lo cuenta.

—Esa antena es otro ejemplo de cómo cambian los tiempos. Hasta hace unos días, era la encargada de distorsionar la frecuencia de la emisora de los rojos, ya sabe, la que llamaban la Pirenaica. Ahora es un trasto inútil que, tarde o temprano, habrá que desmantelar.

Al llegar a la puerta del cuartel, os despedís con la promesa de que en cuanto el libro esté editado le remitirás un ejemplar. Y sonríes. ¿Cuál sería su expresión, si llegase a saber que la persona que ha estado conversando con él es la pieza que le faltó a su puzzle?

El próximo paso, ir hasta el psiquiátrico en el que internaron a Carmen hace un cuarto de siglo. Deseas que no se encuentre todavía allí, pero eres pesimista.

Destinatario: Klaus Frank.

Presidente de la Fundación Cirus Blend.

Asunto: Dimisión.

Carácter del documento: Confidencial

 

Amigo Klaus:
Han sido veinticinco años trabajando voluntariamente para la Fundación. El resultado, después de que consiguiéramos llevar ante la justicia a una veintena de carniceros nazis, no puede ser más positivo. Pero ha llegado el momento de presentar mi dimisión. Asuntos personales, que tú conoces, me llevan a España. Te envío el expediente de los dos últimos nazis a los que no podré seguir su pista, por si consideras que debes trasladarlos a otro agente. Al dorso van las anotaciones de las investigaciones que he realizado hasta el momento sobre ellos, y que le pueden servir a quien encarguéis los casos.
No me queda más que despedirme de vosotros, fue un placer colaborar en la búsqueda de los genocidas de vuestro pueblo, y recordaros mi constante proclama: influid todo lo que podáis para que el gobierno de Israel no traslade el holocausto, que habéis sufrido vosotros, hacia ningún pueblo vecino o del mundo.

Belgrado, a 11 de mayo de 1977.

Fdo: Andrés Rivera, Hat.

 

 

 

4

Una víctima

 

 

 

El taxi que te acerca a la estación no puede proseguir, una gran concentración de gente se lo impide.

—Me parece, amigo, que le tengo que dejar aquí. Madrid está lleno de manifestaciones por todos lados. De todas formas, la estación le queda cerca, no tiene nada más que cruzar la calle y es la segunda a la derecha.

Pagas el taxi, recoges la maleta y cruzas por el medio de la multitud. Una muchacha sale de la manifestación ofreciéndote un periódico. Combate, lees.

—El periódico de la IV Internacional —grita la joven.

Le entregas cien pesetas, dejas lo que sobra para la causa. Y te coloca una pegatina en la solapa, que lleva la estampa de un topo posmoderno con una bandera, sospechas que será el viejo topo del que hablaban los clásicos.

—Ha salido Mundo Obrero —vocea un muchacho con gafas redondas. Otras
cien pesetas y la causa se queda con la vuelta.

Otra estación, los mismos sonidos, los mismos olores, las mismas ausencias, nada cambia. Ruta de Madrid a Palencia, con paso obligado por Castilla. Ay, Castilla, pegas la mejilla al cristal de la ventana del tren y tu mirada se pierde por su planicie interminable de amarillos y verdes que emergen en tierras rojizas, arcillosas, bajo suaves lomas veteadas de bodegas, que semejan...

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