LA CIA EN ESPAÑA: España, portaaviones de los yanquis

Publicado el 5 de diciembre de 2021, 16:27

Durante su primera entrevista oficial, el embajador Griffis se interesa por el problema de la libertad religiosa en España, una de las obsesiones de Truman, y pasa luego a plantear el deseo de su Gobierno de establecer bases en nuestro suelo. Ante la claridad de la propuesta, Franco manifiesta su desinterés por la recién creada OTAN, pero asegura que estaría satisfecho de suscribir un acuerdo bilateral con Estados Unidos. En el horizonte se vislumbran ya las instalaciones militares de Rota, Morón, Torrejón y Zaragoza. La creación de la red de bases norteamericanas en España se concebirá, exclusivamente, en función del dispositivo bélico de Estados Unidos en Europa.

En junio llega el almirante Sherman, jefe de Operaciones Navales estadounidenses, para entrevistarse con Franco e iniciar de manera oficial las negociaciones en torno a las bases. La primera entrevista entre el dictador y Sherman tiene lugar el 16 de junio de 1951, y en ella están presentes también el embajador Griffis y el marqués de Prats.
Sherman resume para Franco una versión suavizada de los problemas militares con los que se pueden llegar a enfrentar los dos nuevos aliados en el caso de que se produzcan hostilidades, y comenta brevemente el problema del despliegue de fuerzas aéreas y navales en apoyo de la defensa de Europa Occidental. Luego le anuncia, con prudencia, las necesidades estadounidenses:

Señalé entonces las medidas que parecen necesarias llevar a cabo en la situación actual. Estas incluyen privilegios de tránsito y de operatividad aérea en España, en el Marruecos español y en Canarias. También señalé nuestra necesidad de fondear en las aguas territoriales españolas en las mismas áreas, así como en Baleares, e indiqué nuestra concepción de las operaciones antisubmarinas y de las operaciones de portaaviones en el Mediterráneo. 10

Los aliados de Estados Unidos no tardan en manifestarse en contra de estas conversaciones. Los primeros que lo hacen son los británicos, que se encuentran cada vez más desplazados. El 25 de julio, y ante la Cámara de los Comunes, el secretario de Exteriores británico, Herbert Morrison, afirma haber expresado a las autoridades de Washington «nuestra convicción de que las ventajas estratégicas que se deriven de la asociación de España a la defensa occidental se verán superadas por el perjuicio político que tal asociación puede acarrear a la comunidad occidental de naciones». En el mismo sentido, Francia objeta el desequilibrio de poder en el Mediterráneo y el norte de África que tal alianza puede producir. En el fondo, queda claro que lo que más se teme, tanto por parte británica como francesa, es una retirada estratégica de las líneas de defensa norteamericanas desde el Rhin hasta los Pirineos, simultánea a una «degradación moral» de la Alianza Atlántica.
Para disipar estos temores, el secretario de Estado norteamericano, Acheson, tiene que formular una declaración en torno a los siguientes principios: la OTAN es la piedra capital de la defensa de Occidente, los aliados atlánticos seguirán contando con una «nítida prioridad» en la ayuda estadounidense y Europa Occidental, en ningún supuesto estratégico, se verá abandonada, para su liberación posterior, a favor de una posición de defensa detrás de los Pirineos. El almirante Sherman fallece en Nápoles repentinamente, pero las negociaciones están encarriladas ya por una senda segura y, a finales de agosto, llega a España una nueva misión militar, encabezada por el general de división norteamericano James Spry. Él se encarga de realizar los exámenes oportunos para determinar la posible ubicación de las bases. Desde el comienzo de los contactos, el Pentágono ya ha hecho explícito su interés por contar con una base en las inmediaciones de Cádiz. En otoño llega a España otra misión, ésta económica, bajo la dirección del profesor Sidney Suffrin, para estudiar la situación económica de España y evaluar cuál debe ser el alcance de la ayuda norteamericana, de acuerdo con las necesidades del régimen.

 

10 Citado por Eduardo Martín de Pozuelo en «En busca del tiempo perdido», La Vanguardia, 26 de julio de 2006.

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