LA HORA DEL DESPERTAR DEL LEÓN: «Se cree Jesucristo»

Publicado el 6 de diciembre de 2021, 1:33

Desafortunadamente para mi respeto inmediato, aunque perfecto para mi despertar a largo plazo, mi libro Truth Vibrations se publicó a principios de 1991, precisamente en un período en el que apenas podía decir en qué planeta estaba viviendo. El libro, junto con mi comportamiento y declaraciones públicas, provocaron una inimaginable ridiculización de mi persona a nivel nacional. Acometieron contra mí en las portadas de los periódicos y en muchísimos programas de radio y televisión. No podía pasear por ninguna calle de Gran Bretaña sin que alguien me pusiera en ridículo. En esa época vivía todo el tiempo con el sonido de risas. ¿Ir a un bar? Ni pensarlo. Era un alboroto. Cuando me detenía en los semáforos y miraba a los coches, veía familias enteras reírse de mí, y a los humoristas de la televisión les bastaba con decir mi nombre para provocar carcajadas desenfrenadas, sin que fuera necesario hacer ninguna broma. En las calles y en la escuela se reían de mis hijos, y los periodistas sensacionalistas los seguían con el fin de sacarles los trapos sucios. Especialmente atroz fue un «periodista» por cuenta propia de la isla de Wight, que alegremente aceptaba dinero de los periódicos sensacionalistas a cambio de realizar su mezquino trabajo mientras afirmaba ser mi amigo. Las burlas alcanzaron su punto álgido cuando aparecí en un programa de televisión que se emitió en horas de máxima audiencia y que presentaba Terry Wogan, uno de los «personajes» mas famosos de la televisión británica. Tomó la ruta del ridículo y al minuto de haberme sentado el público ya se reía a carcajadas. Continuó así durante toda la entrevista. Me hice famoso por llevar prendas de vestir de color turquesa porque, tras mi experiencia en el montículo, empecé a querer vestirme únicamente de turquesa. No sabía por qué lo hacía, pero me sentía obligado a hacerlo. Posteriormente descubrí que el turquesa es un color muy poderoso y sagrado según muchas culturas nativas y esotéricas, por ejemplo, para los americanos nativos. Unos años más tarde conocí a mi gran amigo Credo Mutwa, un «sanusi» o chamán e historiador oficial de la nación zulú de Sudáfrica, que iba cubierto desde el cuello hasta los tobillos con un atuendo turquesa brillante. En aquella época ignoraba el significado esotérico del turquesa, sólo sentía un fuerte impulso de llevarlo (figura 15). Curiosamente, algunos medios de comunicación ni siquiera lo acertaron y muchos artículos informaban de mi obsesión con el «violeta». Dios sabe de dónde sacaron eso. De la ignorancia.

Otra idea por la que me ridiculizaban era porque me había referido a mí mismo con el término «Hijo de Dios», dando a entender que era Jesús o algo por el estilo. Irónicamente, «Jesús» es un «hombre» que no me cabe la menor duda de que jamás existió, tal y como lo he explicado detalladamente en algunos de mis libros. Utilicé el término «Hijo de Dios» en el sentido de ser una presencia, según lo entendía en ese momento, de la Consciencia Infinita que es todo. Somos como gotas de agua en un océano de Consciencia o Conciencia Infinita. En un plano de la percepción somos «individuales», pero seguimos formando parte del todo. Es más, somos ese todo infinito, del mismo modo que una gota es el océano y el océano es la gota. No estaba intentando decir que había venido a salvar el mundo, sólo que, como todos y todo lo que existe, yo era una parte del Infinito y no sólo una «persona» física. Intentaba decir que, si hay quien llama «Dios» a esta Consciencia Infinita, entonces todos somos simbólicamente «hijos» o «hijas» de «Dios». Obviamente, mi conocimiento de estos temas ha crecido exponencialmente desde entonces, pero ésa fue la base de mis comentarios acerca de ser un «Hijo de Dios». Sin embargo, los medios de comunicación me malinterpretaron y, como mi mente estaba procesando demasiada información después de mi experiencia en el montículo de Perú, no tenía los pies en el suelo o no estaba «aquí» lo suficiente como para articular claramente lo que trataba de decir. Estaba realmente en las nubes, y eso provocó más malas interpretaciones y tergiversaciones de aquellos que me ridiculizaban y se burlaban de mí. Todo lo que puedo decirle a «Jesucristo» es que, por lo que más quiera, no regrese nunca, porque lo van a crucificar, especialmente los cristianos. Y si regresa, yo lo haría sobre una nube para darme un poco de credibilidad. Algunos humoristas eran más divertidos que vengativos, y recuerdo a Jasper Carrot, un humorista británico, decir que yo no podía ser el Hijo de Dios porque era imposible encontrar tres reyes magos y una virgen en Leicester. Al parecer ese comentario ofendió al alcalde de Leicester. Pobre hombre. Carrot hizo esa broma con buen humor e ingenio, y mis hijos se morían de la risa. El resto de la cobertura mediática y casi toda reacción del público se debieron solamente a su mal genio y a sus ganas de ridiculizarme gratuitamente. Recuerdo a mi madre cuando me llamó en medio de esta tormenta mediática para preguntarme con su marcado acento de Leicester: «¿Qué le pasa a nuestro Dave? ¿Qué ocurre?». No podía ayudarla. No lo sabía. Sólo tenía la certeza de que debía hacer caso de ello, fuese lo que fuese.

Recuerdo nítidamente que durante una entrevista con Wogan en televisión era consciente de dos expresiones de mí mismo. Ahora sé que se trataba de la Mente, atrapada en las ilusiones condicionadas de este «mundo» de los cinco sentidos, y la Consciencia que observaba estos acontecimientos desde una perspectiva muy superior de sabiduría. Mientras el público se reía de mí en el programa de Wogan, mi Mente de cinco sentidos, el «personaje» ilusorio llamado «David Icke», estaba soportando una agonía emocional, pero había otro plano de mí que también recuerdo con mucha claridad. Ése me decía: «Está bien, todo está bien, esto te llevará a alguna parte, no te preocupes». Debo decir que me costó creer estas palabras en muchas ocasiones, pero demostraron ser verdad. Entiendo que las personas crean que me había autodestruido y que, incluso ahora que mis libros disfrutan de un reconocimiento cada vez mayor, el período «turquesa» del «Hijo de Dios» parezca una catástrofe desafortunada que ha hecho que mi posterior trabajo sea mucho más difícil en lo que se refiere a la credibilidad del público. Las personas que dicen esto no lo han comprendido. Este período de tanto ridículo no dificultó mi posterior trabajo, sino que lo hizo posible.

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