Sobre el atentado, se ocultó a la opinión pública la hipótesis terrorista en las primeras horas, con un vacío total de información, hasta el punto que Radio Nacional emitió música clásica hasta la una de la tarde. La censura del régimen que controlaba todos los medios, dejaba a los españoles más atemorizados aun por el hecho de no tener noticia. La inquietud aumentaba, se rumoreaba el estado de excepción. En los centros de poder del régimen, sin embargo, se mantenía la calma. El Gobierno y las fuerzas armadas no tomaron ninguna medida especial, se gestionaba la sensación de inseguridad para mantener a la masa desmovilizada víctima del miedo y la incertidumbre.
En nombre del Gobierno, Torcuato Fernández Miranda se dirige al país por Televisión: “… La reacción del pueblo español es la propia de su nobleza, el orden es completo en todo el país, y será mantenido con la máxima firmeza… El odio puede soñar con posibles revanchas, es inútil. Hemos olvidado la guerra en el afán de construir la paz de los españoles, pero no hemos olvidado ni olvidaremos nunca la victoria que ha abierto el camino español de la paz y la justicia.”. Con perspectiva histórica, no alcanzo a ver la nobleza de aquel pueblo sino el miedo a la represión que permitió mantener el orden completo en todo el país. Y ese miedo continuaba siendo alimentado desde el Gobierno señalando la amenaza de la revancha falangista, desautorizándola, al mismo tiempo, para mostrar autoridad, y ordenando al pueblo permanecer en orden.
La cerrazón del régimen franquista se acentuaba con ejecuciones de condenados a muerte hasta el mismo año 75, con Gobierno Arias. La misma noche anterior a las ejecuciones del anarquista Puig Antic y de Georg Michael Welzel (Heinz Chez), Franco se acostó a dormir dejando orden expresa de que no se le molestara por ningún motivo durante la noche. La llamada pidiendo clemencia se produjo, esta vez desde el Vaticano. Franco no la escuchó porque ni siquiera la oyó. Pero si desde el propio régimen, los aperturistas eran conscientes de la absoluta ilegitimidad de un régimen sostenido por la represión y el propio miedo interno, ninguno hizo valer la valentía necesaria para clamar a la razón. El enroque del régimen ante la inminente muerte del dictador cerraba cualquier esperanza de apertura hacia la democracia y la libertad. Cualquier atisbo de reconocer la ilegitimidad del sistema estaba fuera del alcance del entendimiento franquista. Fue la desesperación en aquella parte del pueblo sin salida a la vista, necesitada de libertad y de venganza o justicia, la que hizo proliferar la violencia terrorista. GRAPO, ETA; ejecutaron sus acciones criminales en contra del régimen opresor del aparato estatal asesinando en estrategia de acción-represión-acción, sin que desde el régimen se reconociera el verdadero origen del problema, el fundamento político, el control del poder.
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