LA HORA DEL DESPERTAR DEL LEÓN: En retrospectiva

Publicado el 7 de diciembre de 2021, 18:25

La energía kundalini, tal y como se describe en la literatura del yoga, es una «energía enroscada como una serpiente que está en el extremo inferior de la columna vertebral». Cuando «despierta» esta energía, accede a la columna y asciende por ella, y la persona que lo experimenta la ve o la percibe como si fuera una serpiente luminosa. En cuanto alcanza la cabeza, la vara luminosa agujerea la parte superior de la cabeza; es decir, se ve un haz de energía que se proyecta del cráneo en dirección vertical. Cuando eso ocurre, se dice que la persona está «iluminada». Finalmente, esta persona puede volverse muy intuitiva y desarrollar algunos poderes psíquicos, como la clarividencia, la clariaudiencia o capacidades de curación.

Eso es lo que me ocurrió en aquel montículo en Perú, y en consecuencia fue lo que causó el «reventón de la presa». La energía kundalini estalló en mi columna, activando todos los chakras y mi cerebro y permitiendo su acceso a un nivel más profundo de conciencia, lo que yo denomino Consciencia. En esta época de despertar colectivo, cada vez más personas de todas las regiones del mundo están experimentando esta situación. No siempre ocurre como una explosión alucinante como la que yo experimenté, pero le sucede a un número cada vez mayor de personas a medida que prosigue la trasformación energética con lo que yo denomino Verdaderas Vibraciones. Junto a esta «explosión» inicial, mientras me trasformaba de un estado energético a otro, hubo un aparente caos en mi mente. Fue esta activación la que provocó que de pronto me viera a mí mismo y al mundo de un modo totalmente distinto, y durante meses me vi bombardeado con información y conceptos que no podía procesar. La ignorancia del público sobre estas situaciones hizo que me etiquetaran de «loco». Es el habitual mecanismo de defensa ante cualquier persona que sea un poco distinta, y yo entonces era radicalmente diferente. Vuelve a tratarse del bailarín que parece estar loco a ojos de aquellos que no pueden oír la música. Lo que llamaban «locura» fue en realidad una trasformación. Izhak Bentov señala que los síntomas psicológicos de las experiencias kundalini más intensas (como la mía) «tienden a ser similares a los de la esquizofrenia», y muchas personas son enviadas a instituciones mentales porque la medicina «moderna» no comprende lo que les ocurre. Prosigue:

Es irónico que los sujetos que han podido desarrollar antes estos procesos evolutivos de la naturaleza, y a los que se les puede considerar seres mutantes más desarrollados de la raza humana, sean institucionalizados por sus iguales «normales». Tras haber hablado con mis amigos psiquiatras, me atrevo a adivinar que este proceso no es tan exótico ni insólito como nos quieren hacer creer, y posiblemente entre un 25 y un 30 por 100 de las personas esquizofrénicas institucionalizadas pertenezcan a esta categoría, lo cual supone un enorme desperdicio del potencial humano.

Bentov dice acertadamente que el diagnóstico de «esquizofrenia» proviene de la activación kundalini de otros niveles de consciencia:

El motivo es que han sido repentinamente catapultados a una situación en la que habitan en más de una realidad. Pueden ver y oír cosas que ocurren en nuestras realidades vecinas, como la astral u otras realidades superiores, porque su «respuesta frecuencial» se ha ampliado... La avalancha de información puede ser abrumadora, y empiezan a mezclar y confundir dos o tres realidades.

Hasta pasados varios años de mi «período turquesa» no leí estas palabras, pero describen a la perfección lo que experimenté. Viví esta experiencia en público sin comprender qué diablos me estaba ocurriendo. Cuando al final me explicaron la naturaleza y los efectos del despertar kundalini, comprendí perfectamente lo que me había ocurrido, a pesar de que los escombros emocionales de mi alrededor ya no me resultaban dolorosos. Mi vida fue caótica durante los meses posteriores al colapso de mi «presa» mental y emocional. Estaba desconcertado en todos los niveles, y decía y hacía muchas cosas que el David Icke que las personas conocían jamás habría contemplado. Todo apareció en las primeras páginas de los diarios nacionales y, al término de esta experiencia, quedaba muy poco de mi antigua vida e identidad. Todos los puentes que me unían al «pasado» estaban en llamas y no había forma de regresar. Tampoco es que quisiera volver. Pese a lo arruinada que parecía estar mi vida, algo en mi interior me impulsaba a continuar. No iba a huir. Sabía que así debía ser, pero ignoraba por qué y con qué finalidad. Al cabo de tres meses, el caos de mi mente empezó a amainar y volvía a ser «normal», si bien de manera superficial. En mi interior me había trasformado. Lo que me ocurrió en el montículo de Perú y las «descargas» que sucedieron después empezaron a integrarse con «David Icke». Descubrí que podía ver muchas cosas que no había visto antes. Miraba con los mismos ojos y escuchaba con los mismos oídos, pero lo que veía y oía era completamente distinto. Empecé a ver más allá de la película, de la versión condicionada de la realidad que nos venden como la «verdad» aquellos que están en el poder. A medida que se amplió mi conocimiento, pude ver con mayor claridad la manipulación, pude ver que el mundo no se parecía en absoluto a lo que nos habían hecho creer. El «mundo» que creíamos que era real era una ilusión artificial. Pero, ¿por qué y a causa de quién o de qué?

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