ASÍ DESTRUYÓ CARRILLO EL PCE: (31-40)

Publicado el 8 de diciembre de 2021, 0:48

En tal caso, José Díaz no sólo se negó a que Carrillo participase en las discusiones a las que vengo refiriéndome, sino que ni siquiera quiso hablar con él.

Cuando llevábamos unas tres semanas discutiendo entre nosotros, dio comienzo una discusión paralela con el Secretariado de la IC en la que participaba todo nuestro grupo. Esas discusiones que duraron unos dos meses no fueron nada fáciles con el Secretariado de la Internacional Comunista, pero sobre todo entre nosotros. En las discusiones con el Secretariado de la IC estábamos todo el grupo, pero los que tomaron una mayor participación fueron José Díaz, Vicente Uribe y Jesús Hernández.

Las discusiones entre nosotros, repito, no sólo no fueron nada fáciles, sino que en diferentes momentos adquirieron una gran violencia, sobre todo al tratarse el último período de la guerra en Cataluña y en la zona centro-sur. José Díaz exigió una y otra vez una explicación de por qué no se habían cumplido las decisiones tomadas antes de su salida para la Unión Soviética —a donde se marchó muy enfermo— de que el BP del Partido y la dirección de las JSU se trasladaran a Madrid y a Valencia, quedándose en Cataluña Uribe con su doble carácter de miembro del BP y de ministro del Gobierno. Insistía José Díaz, y con razón, en que durante la batalla del Ebro había quedado clara la conducta capituladora de toda una serie de altos mandos y de dirigentes políticos en la zona centro-sur. Sostenía José Díaz, y también con toda razón, que una de las enseñanzas de la batalla del Ebro era que el ejército de la zona catalana no podría resistir solo todo el peso del ejército enemigo; por eso era necesario mover a los ejércitos de la zona centro-sur para obligar al enemigo a dividir sus propias fuerzas.

En el libro Alerta a los pueblos el general Rojo escribe: «La batalla de Cataluña comenzamos a perderla al suspenderse la operación sobre Motril. Hubiera bastado ese ataque, en relación con las subsiguientes maniobras de Extremadura y Madrid, para desarticular el plan adversario o, cuando menos, si Franco sacaba tropas de Cataluña, para ganar algún tiempo más del que nos concedió el temporal de lluvias y lograr que el ansiado armamento hubiera llegado oportunamente para ser útil en Cataluña y en la región central».

¿Dónde estaban, mientras esto sucedía, los miembros más destacados de la dirección del Partido y de las JSU? En su casi totalidad, en Cataluña y con los coches enfilados hacia la frontera.

Pero, además, ¿qué influencia beneficiosa tuvo para la defensa de Cataluña y de Barcelona concretamente la presencia allí de esos dirigentes del Partido y de las JSU? ¡Ninguna! Ni se les vio ni se les sintió. Yo vi a alguno de ellos, entre los cuales a Carrillo y Antón, una semana antes de la pérdida de Cataluña, pero no en mi puesto de mando sino cerca de Figueras cuando la línea de fuego pasaba por delante de Gerona, es decir, a cerca de cuarenta kilómetros.

Fue, asimismo, duramente criticada por José Díaz la actitud y conducta de los miembros del BP Dolores y Delicado, que estaban en la zona centro-sur.

En esas reuniones expuse mis opiniones en forma crítica y autocrítica sobre diferentes cuestiones y aspectos del desarrollo de nuestra guerra y de nuestra actitud en ella.

En mis diferentes intervenciones abundé en las mismas cuestiones que tanto preocupaban al secretario general y me referí a otras que él no había tocado. Sostuve que si los miembros del BP —Carrillo, Mije, Giorla y Antón— se habían quedado en Francia después de la pérdida de Cataluña, se debía a que ellos daban la guerra por terminada al perderse esa región. Dije que esto mismo de dar la guerra por terminada después de la pérdida de Cataluña también les había pasado a Dolores y Delicado, y que sólo así se podía explicar el que se encerraran en Elda —cerca de Alicante— y que nos dieran la orden al grupo de militares que habíamos llegado de Francia de que nos encerráramos también allí, lejos de los frentes donde estaban las fuerzas militares y de los grandes centros industriales donde estaban las masas obreras y, sobre todo, lejos de Madrid, que había sido la gran fortaleza del Partido y que en esos momentos era el centro de la conspiración contra el Gobierno, contra el Frente Popular y la República. Dije que jamás podría olvidar la penosa impresión que recibí la mañana del 6 de marzo cuando al llegar a Elda, procedente de Cartagena —donde la sublevación fascista había sido aplastada—, y unas horas después de haberse sublevado ya Casado, me encontré con Dolores, Delicado y otros dirigentes del Partido, no estudiando la respuesta que se podía dar a los traidores de la junta casadista, sino preparando la toma del avión para el extranjero.

Hizo José Díaz una crítica en la que trató de cobardes a los miembros del BP y de la dirección de las JSU que después de la pérdida de Cataluña se quedaron en Francia en vez de ir a la zona centro-sur donde estaba la parte fundamental de nuestros militantes. Entre esos dirigentes estaban,
precisamente, Santiago Carrillo, secretario general de las JSU, la inmensa mayoría de cuyos militantes se encontraban en la zona centro-sur; Mije, dirigente andaluz; Antón y Giorla, miembros del Comité Provincial de Madrid; los cuatro, miembros del BP en esa época y todos dirigentes del Partido de Carrillo hasta hoy unos y hasta su muerte otros. En el avión en que salí de Toulouse para la zona centro-sur la noche del 13 al 14 de febrero de 1939, es decir, tres días después de haber salido de Cataluña, íbamos trece pasajeros a pesar de que el avión tenía 33 plazas. Es decir que veinte iban vacías.

En el libro Mañana España (p. 70) Carrillo dice: «Yo había salido de España con el Ejército Republicano de Cataluña. Yo quise regresar a la zona centro-sur para participar en el combate al lado de mis camaradas del Partido y de la Juventud. Pero el Partido retrasó mi marcha y, desgraciadamente, la lucha se terminó».

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