LA HORA DEL DESPERTAR DEL LEÓN: El «lugar» correcto en el «momento» oportuno

Publicado el 9 de diciembre de 2021, 19:48

Aquellas primeras comunicaciones psíquicas en 1990 han demostrado ser profecías, especialmente la que decía que «el conocimiento se introducirá en su mente y en otras ocasiones será guiado hasta el conocimiento». En los años que siguieron, me embarqué en un recorrido diario cuya coordinación o «sincronización» a veces era sorprendente, puesto que conocía personas, leía libros y documentos o tenía experiencias que continuamente me procuraban un mayor entendimiento de lo que estaba sucediendo en el mundo y la naturaleza de la vida misma. Además, algunos pensamientos que de pronto han aparecido en mi mente sobre personas y situaciones, han demostrado ser ciertos con el tiempo o tras una investigación. Algo me ha guiado con una precisión sincronizada, y todo viene del plano intuitivo. Sin ello, jamás habría podido reunir tanta información ni establecer tantas conexiones tan rápidamente. Sin duda, hay una fuerza que quiere abrir la Mente de la humanidad. Ha abierto la mía y yo trasmito lo que he descubierto a aquellos que deseen escucharlo. Daré un ejemplo de las extravagantes «coincidencias» que se han convertido en algo habitual desde mi experiencia en el montículo de Perú. A mediados de 1995 terminé de redactar el manuscrito de un libro llamado ...And the Truth Shall Set You Free, en el que he hablado con bastante detalle del trasfondo del expresidente estadounidense Jimmy Cárter. Cuando el libro estaba a punto de ir a la
imprenta, viajé a Irlanda para ver un espectáculo maravilloso llamado Riverdance, en el Point theatre de Dublín. Fue antes de que se convirtiera en un fenómeno mundial. Compré las entradas en la taquilla como todos los demás y subí a la sala en busca de mi asiento. Tenía una amiga que trabajaba de masajista en el espectáculo y, para mi sorpresa, al subir las escaleras la encontré allí. Parecía estar desconcertada y perpleja. Dijo que debía estar entre bastidores pero que había sentido intuitivamente -otra vez esta palabra- que debía ir allí a esperarme. Mientras esperaba, había escuchado a un vigilante de seguridad decir que los «asientos de seguridad» estaban en la fila S: en los números 25, 26, 27 y 28. Comprendí entonces que estaba desconcertada porque sabía que mi asiento y el de mi amigo eran el S 25 y el S 26. ¿Yo estaba en los asientos de «seguridad»? ¿Qué estaba ocurriendo? También me dijo que nunca había visto a las personas que se sentaban allí porque normalmente no trabajaban en el teatro. Decidí ir a esos asientos y ver qué sucedía. Tan sólo faltaban unos minutos para que empezara el espectáculo y la sala estaba llena, sin embargo, al llegar a la fila S ésta estaba completamente vacía. Espeluznante. Me senté con mi amigo, y los espectadores que había delante de nosotros empezaron a girarse y a observar el fondo del teatro. Cuando me di la vuelta, vi un grupo de «matones» que bajaban las escaleras; estaban rodeando a alguien y del público salían flashes de cámaras como si fueran ametralladoras. Sin duda había alguien famoso. Este séquito se detuvo en el extremo de la fila vacía en la que me hallaba, y las personas del interior del círculo de vigilantes empezaron a andar hacia mí.

A medida que se acercaron pude ver que eran el presidente Jimmy Cárter y su mujer, que se sentaron a mi lado en los otros dos asientos de seguridad. ¡Increíble! Según los periódicos del día siguiente, Cárter estaba en Irlanda porque tenía una reunión con Mary Robinson, la presidenta irlandesa de entonces, y había aprovechado la ocasión para ver Riverdance. Y allí estaba junto a su mujer, sentados a mi lado en los «asientos de seguridad», cuando yo había comprado mis entradas aquella noche del mismo modo que cualquier otro miembro del público y nadie habría sabido para quién eran esos asientos. Me levanté y le estreché la mano a Cárter, y algo me obligó a mirarlo a los ojos. Para mi sorpresa, y sólo puedo describirlo por mi propia experiencia, fue como observar un caparazón vacío. Me pareció como si no hubiera nadie en casa; en realidad fue una experiencia muy extraña. Me resistí al impulso de decirle que pronto iba a publicarse un libro mío que tal vez le gustaría leer. Me senté a meditar sobre la hilarante idea de que estaba sentado en unos asientos de seguridad junto a un presidente estadounidense que estaba exponiendo en mis libros y rodeado por hombres de la CIA. La Consciencia, tal y como he dicho en muchas ocasiones, tiene un increíble sentido del humor e ironía. Es un ejemplo del tipo de «coincidencias» que me han ocurrido constantemente desde 1990, cuando empecé a hacer caso de mi corazón y a investigar lo que realmente ocurría en el mundo, quién estaba al mando y cuál era su objetivo. A las personas que me preguntan cómo he podido reunir tanta información sobre estos asuntos, mi respuesta es: No tengo que buscarla porque acude a mí. Tal y como me dijeron en aquellos primeros días:

No es necesario realizar una búsqueda rigurosa. El camino ya está planificado. Sólo tienes que seguir las pistas... te estamos guiando por el camino... todo se organizó antes de que te encarnaras.

Sin embargo, no significa que sea fácil. Supone una cantidad desorbitante de trabajo y compromiso, y durante varios días he estado prácticamente en trance con toda la información que debía procesar, asimilar y encajar. Al término de un día largo ha sido como: «¿Dónde estoy? ¿Cómo me llamo?». Es la fuerza que me guía la que hace posible alzar el velo del secretismo que trata desesperadamente de mantenerse oculto del público y que lo ha conseguido durante miles de años. Por mi parte, ha sido esencial hacer siempre caso a mi intuición, mi «conocimiento». Es el medio a través del cual la Consciencia nos «habla» cuando estamos preparados para escucharla. Si mi intuición dice que debo ir a un lugar, hacer algo o conocer a una persona, eso es lo que hago. No pregunto ni lo consulto con mi mente «lógica»; simplemente lo hago. Siempre hay una buena razón por la que debía realizar esa acción, y puede que resulte obvio en el momento o puede que lo sea con el tiempo. Permitidme destacar aquí, sin embargo, que la sincronización también puede tener una parte negativa, tal y como explicaré más adelante. No siempre todo es como «debería ser».

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