LA CIA EN ESPAÑA: 4. COLONIZADOS POR LA CIA

Publicado el 9 de diciembre de 2021, 20:57

El régimen franquista no es una democracia, ni siquiera lo puede aparentar, y esto le excluye de la Alianza Atlántica. Pero, por encima de cualquier formalismo político o diplomático, la «amenaza comunista» y los imperativos de la Guerra Fría convierten a España en un sólido aliado de Estados Unidos. Si Franco define su feudo como «la reserva espiritual de Occidente», el Pentágono considera este país como su imprescindible reserva estratégica. Washington ha roto el hielo con la visita del presidente Dwight Eisenhower a Madrid en 1959, y los norteamericanos usan a su antojo las bases de Torrejón, Rota, Morón y Zaragoza. El diseño bélico planificado por el Departamento de Defensa, ante la eventualidad de una invasión «roja» en Europa, convierte a los Pirineos en su última y más sólida barrera. El Estado Mayor norteamericano ve en la península Ibérica el mejor cobijo para un masivo repliegue táctico de la OTAN y también como una eficaz cabeza de puente para iniciar el contraataque. «La Guerra Fría no era una guerra real pero lo parecía», afirma Juan Alberto Perote, hoy coronel de Infantería en la reserva.

En marzo de 1968, el joven teniente Perote se lanza en paracaídas sobre suelo alemán, durante una de sus primeras maniobras en las COES (Comandos de Operaciones Especiales), donde estará siete años ejerciendo de instructor y oficial. «Aquel supuesto táctico partía de la hipótesis de que las tropas del Pacto de Varsovia habían invadido media Europa y, con ella, toda la República Federal de Alemania. Nuestra patrulla, compuesta por once hombres, se consideraba infiltrada en la retaguardia enemiga y, desde esa perspectiva, cualquier fuerza de policía, militar o civil, era enemiga. Pero ¿qué demonios hacía en territorio de la OTAN un teniente del Ejército de Franco? ¿Qué hacía yo integrado en una operación comando de los boinas verdes norteamericanos?» 3

Recuerda que cada año aparecía por Jaca un centenar de green berets norteamericanos para participar en una nueva Operación Sarrio. Ese era el nombre asignado a las maniobras que realizaban, de forma conjunta, tropas de élite españolas y norteamericanas. «Para los yanquis, los Pirineos eran la antesala de una guerra real en la que acabarían cayendo como mosquitos», relata Perote. «Porque desde allí, ellos partían para Vietnam, donde sus teams operativos, unos comandos de no más de catorce hombres, al mando de un teniente o un capitán, eran infiltrados en helicóptero tras las líneas del Viet-cong.»

Asegura que, en aquellos tiempos, siempre creyó que las Operaciones Sarrio eran sólo un intercambio de experiencias profesionales entre guerrilleros de dos ejércitos
amigos, aunque su operación comando en Alemania le dejó más que pensativo. «Un observador norteamericano nos acompañó en todo momento como árbitro. Entonces no lo sabíamos, pero su cometido primordial era elaborar un amplio informe personal sobre cada uno de los componentes de la misión. Años después supe que mi ficha había sido remitida a los archivos de la CIA y a los de la NSA, el espionaje militar norteamericano para asuntos internacionales. Sin ni siquiera imaginarlo, habían tomado nota de mí como elemento potencial para "la causa", que no era otra que el "problema comunista" en Europa.»

El Ejército español se convierte en una plácida piscina donde los agentes de los servicios de información norteamericanos pescan a su antojo piezas perfectamente seleccionadas. «A los oficiales españoles nos hicieron creer que éramos los centinelas de Occidente. Siendo nuestro Ejército lo que era», señala Arturo Vinuesa, coronel de Estado Mayor en la reserva: 4 «Los cursos en Estados Unidos servían para pulsar la opinión personal y la orientación política de los alumnos. Te nombraban un tutor militar, que era un mando; además, otro tutor que era un alumno norteamericano, un compañero tuyo que te ayudaba y con quien normalmente tomabas confianza, y, por fin, un tutor civil, que solía ser una mujer. Los tres te hacían siempre las mismas preguntas, sobre el ejército español y nuestra situación política. A finales de los setenta estaban especialmente interesados en saber qué ocurriría si Felipe González llegaba al Gobierno: ¿renunciará al marxismo?, ¿permitirá que España entre en la OTAN? A través del criterio de cien o doscientos oficiales, conseguían un espectro más o menos fiable de cuál era el estado del ejército y una visión orientativa de algunos aspectos de la situación política y social. La mayoría de los militares españoles eran muy proamericanos. En primer lugar, por cuestiones profesionales y tecnológicas».

 

3 Entrevista personal con Juan Alberto Perote.

4 Entrevista personal con Arturo Vinuesa.

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