DIEZ SÍNTESIS ADEFÉSICAS DE LA MONARQUÍA: I SÍNTESIS

Publicado el 9 de diciembre de 2021, 23:11

Si alguien ve virtud en haber traído a los españoles desde la dictadura hasta aquí, sin enfrentamiento sangriento, que la vea. Es una opinión extendida que todos sacrificábamos algo a cambio de garantizar la estabilidad y la paz entre españoles. Así se justificó la renuncia a la propia libertad política, legítima de los pueblos, a elegir la forma de Estado y de Gobierno que permitiera la armonía en la vida social. Así, se perpetuó el mito de la incapacidad política del pueblo español. Se nos arrebató en una jugada de trileros, con los pactos entre los franquistas y los partidos ilegales provenientes del exilio, para continuar con la tutela de España y de los españoles. El Estado en manos de los hombres de la transición, los que ya estaban y los que llegaron, gracias a un pacto que les permitía detentar el poder estatal fuera del control de los españoles. Y se vendió como obra de todos movidos por el temor a perder lo que teníamos, cedimos todos un poco a favor de no perderlo todo. Orgullo de servidumbre voluntaria colectiva.

La primera fase de la Transición, la que empezó con la fundación de la Junta democrática y terminó con el Referéndum de la Reforma política 3, rompió la barrera del miedo a la represión estatal de las libertades civiles, presentando ante la sociedad, como hechos normales, todo aquello que hasta entonces había sido excepcional, clandestino y embrionario: asociaciones en partidos políticos, manifestaciones públicas, reuniones en asambleas, expresión libre de opiniones críticas de la dictadura y acciones populares en demanda de libertad política, para sustituir el Régimen represor por una democracia representativa.

Fue así, ofreciendo el referéndum para la reforma política como única opción, con el
monopolio de los medios de comunicación que ocultaban la realidad de los pactos contra la libertad, eliminando el debate público y demonizando cualquier alternativa. Se vistió así como obra festiva y de todos lo que fue diseñado y ejecutado en la esfera de la clase política por unos pocos. Se vendió a la opinión pública que lo ofrecido a refrendo era lo mejor a lo que todos podíamos aspirar como garantía de libertad, prosperidad y confianza en el futuro. Ocultos quedaban los pactos para la legalización de los partidos, que no necesitaban de esta legalidad para concurrir a unas elecciones libres. Hubiera bastado que solo uno de ellos, por ejemplo el PCE, último en ser legalizado, se hubiera negado a ceder en el pacto de la legalización, para que las elecciones celebradas no hubieran legitimado una reforma aceptando privilegios a priori. Todos los partidos tenían el derecho natural y la legitimidad para concurrir a unas elecciones libres. La legalidad por sí sola no contaba con la energía necesaria para legitimar la continuidad del régimen. Todos los partidos debían pasar por ventanilla. Y pasaron. El pacto de silencio, por el que también pasó Carrillo con el PCE, obligó a difundir la propaganda del miedo golpista, “ruido de sables”, para justificar lo injustificable: el pacto con sus verdugos, la traición a tantos miles de compañeros comunistas muertos, torturados y encarcelados. ¿Y todo por qué?

Visto con perspectiva histórica, es cada vez más fácil darse cuenta de que estos hombres que nos escamotearon la consecución de la libertad no eran en absoluto grandes hombres. Su valentía personal, en el caso de los que llegaban del exilio, aunque alguno llegara disfrazado, es su único bagaje político en favor de la libertad.

 

3 la Ley para la Reforma Política (Ley 1/1977 de 4 de enero), aprobada el 18 de noviembre de 1976 por las Cortes Generales y sometida al Referéndum sobre la Ley para la Reforma Política del 15 de diciembre de 1976.

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