POR LA RELIGIÓN Y LA PATRIA: Los curas del 18 de julio. LOS PÁRROCOS DEL SUROESTE (151-160)

Publicado el 10 de diciembre de 2021, 19:48

También cabe mencionar, siguiendo el trabajo de Antonio Orihuela sobre Moguer, la intervención de un cura de allí en el asesinato del alcalde socialista Antonio Batista. Según diversos testimonios, el cura no solo formó parte del piquete sino que lo remató personalmente [59] .

De entre los documentos que podrían mencionarse cabe destacar el sermón que el párroco de Encinasola, Eugenio López Martín, más conocido por «La Pava», pronunció en septiembre de 1936, recién ocupado el pueblo. He aquí su final:

Queremos que se enseñe el catecismo en las escuelas pero no solo de palabra sino con el buen ejemplo de los maestros haciendo lo que la doctrina cristiana manda. Queremos que el Crucifijo presida los tribunales para que se administre justicia con rectitud. Queremos que el Crucifijo y el catecismo entren en los cuarteles para que informen las costumbres y la disciplina de los soldados, que se proteja a la Iglesia Católica para que esta ocupe el lugar que le corresponde con decoro y con dignidad amparando el derecho de la Iglesia en especial en los matrimonios y en los funerales y para que los ministros de Dios no sean objeto de burlas de la chusma.
Queremos que termine la pornografía, la licencia en las costumbres y los excesos de la moda. Queremos que vuelva la bandera pero con su antiguo escudo. Yo soy fascista, pero no al estilo portugués, que tiene abiertos centros socialistas y publica periódicos de izquierdas, aunque estoy seguro de que los portugueses, que son hombres de talento, corregirán esa equivocación.

Yo soy fascista, pero no al estilo alemán, que persigue a los católicos, siendo los más interesados en la grandeza de la patria.

Yo soy fascista al estilo italiano. Ni un centro contrario abierto, ni un periódico de oposición a nuestros ideales salvadores [60] .

 

 

Quizás por eso, por lo fascista que se sentía, fue el único cura de la provincia que denunció a todos los maestros de la localidad «de no cumplir con sus deberes religiosos». A Carlos Bas Moreno de que su conducta religiosa se regía por «la pereza y la indiferencia»; a María Espinosa Santos de facilitar a sus alumnos «libros contrarios en absoluto a la religión católica»; a Dolores Granados de «ser anticatólica»… Tanto Espinosa como Granados fueron duramente sancionadas.

Un caso muy especial de Huelva capital fue el del cura conocido por «Don Litro», de nombre Pablo Rodríguez González, excapellán de la cárcel, fundador de la Hermandad de la Virgen de la Victoria y que cuenta con calle en esa ciudad: «Presbítero Pablo Rodríguez», colocada en su honor ya en democracia. Alguien que participó en fusilamientos que tuvieron lugar en Nerva contó a un familiar de uno de los asesinados lo siguiente. El pelotón lo dirigía «Don Litro», quien, todavía en el camión que los conducía al cementerio, insistió en dar la comunión a varios de los que iban a morir. Llegaron al cementerio, colocaron a los detenidos frente a un muro y los asesinaron. Cuando regresaban al camión despertaron a alguien que vivía allí al lado, quizás el enterrador, que previsiblemente había presenciado lo ocurrido. Ya en el camión el cura, preocupado, ordenó al chófer que esperara, bajó, fue hacia el testigo, que seguía en la puerta de la casa, y sin mediar palabra le descerrajó un tiro en la cabeza. Luego volvió al camión y ordenó la marcha. Según algunos testimonios el cura vivía con una mujer de la que tenía dos hijos a los que presentaba como sobrinos [61] . Rodríguez González «Don Litro» fue uno más de los presos derechistas que conservaron la vida gracias a la protección que en todo momento les proporcionaron las autoridades civiles y militares de Huelva, asesinadas públicamente en un parque de la ciudad unos días después de su ocupación, que tuvo lugar el 29 de julio de 1936.

Muy cercano a «Don Litro» tenemos al sacerdote Carlos Sánchez Fernández «Don Carlitos», mano derecha —brazo ejecutor preferían llamarlo algunos— de Manuel Siurot Rodríguez, más conocido en Huelva por «don Manué», y director de las escuelas del Sagrado Corazón de Huelva, fundadas por el otro. Fue detenido tras el 18 de julio y permaneció preso hasta la ocupación de la ciudad el 29 de julio. Muy cercano al proceso represivo abierto con el golpe militar, diversos testimonios lo responsabilizan de la desaparición de varios maestros onubenses discípulos de Siurot y suyos pero que habían evolucionado a posiciones de izquierdas. Sería el caso del maestro y abogado Avelino Barrera López y el de Quintín Rubio García, director de la escuela aneja de La Esperanza. Según testimonio de Antonio Bravo Guindo, amigo de las víctimas, «Don Carlitos» estuvo detrás de ambos crímenes. De hecho el de Barrera, al que antes le había unido una estrecha relación, incluso lo presenció.

 

 

[59] Orihuela, A., Moguer 1936, La Oveja Roja, Madrid, 2010, pp. 238 y ss.

[60] Espinosa Maestre, F., La guerra civil en Huelva, Diputación, Huelva, 2005, 4.ª ed., p. 536.

[61] Testimonios de A. S. B. y D. M. R.

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