LA CONTRAINTELIGENCIA DEL TÍO SAM

Publicado el 14 de diciembre de 2021, 2:45

Para intentar suavizar la evidencia de la colonización que sufren los agentes españoles, desde Estados Unidos se realiza una permanente labor de adoctrinamiento a los responsables de los servicios, para «convencerles» de cuáles son los enemigos comunes. Además, se ofertan constantemente cursos especializados en Fort Bragg, Houston, West Point... Cuando se crea la unidad española de helicópteros, a mediados de los sesenta, también todos los pilotos de los nuevos aparatos tienen que ir a Estados Unidos para formarse.

En ese momento se está dando un cambio generacional en las Fuerzas Armadas españolas y los jóvenes oficiales ambicionan sentirse buenos profesionales, bien formados, al nivel de los de otros ejércitos. Y están encantados con las ofertas que llegan de Estados Unidos, piensan que su futuro profesional puede mejorar sensiblemente. Los instructores norteamericanos se encargan de fomentar ese sentimiento. A los altos mandos españoles que han hecho la guerra ya no les importa ninguna reconversión, sólo perpetuarse en el poder, pero el hecho es que se está empezando a entrar en la era moderna de los ejércitos y los jóvenes oficiales se quieren cualificar. Es muy fácil ponerles un cebo. «Estábamos locos por poder salir al extranjero», confiesa el coronel Perote. «Entonces el que viajaba fuera de España era una rara avis. Que hay un curso de carros de combate en Estados Unidos, pues todo el mundo quería ir. Salir y conocer otras cosas. Cuando yo fui a Alemania, veinte años después del final de la guerra, aún había ruinas por todas partes y aquello me sorprendió mucho.»

Otro de los elementos clave que los norteamericanos utilizan para tener controlados a los servicios españoles es su apabullante supremacía tecnológica. Los primeros micrófonos que se empiezan a instalar aquí para realizar escuchas llegan de manos de la CIA y el Mossad. Como el «canario» es de ellos, uno de sus hombres tiene que formar parte, «necesariamente», del equipo que va a instalarlo. De ese modo saben dónde está y a quién se lo ha colocado. «Cuando me incorporé a la AOME, el panorama era desolador. Los micrófonos nos los prestaban los norteamericanos, y eso acarreaba nuestro total control operativo e informativo», explica el coronel Perote. «Con la excusa de que la CIA abre una ficha por cada "canario" que posee y en ella especifica su historial de uso, cada vez que nos dejaban uno, llegaba un agente norteamericano, desde el cuartel general de la Agencia en la República Federal de Alemania, para participar en su colocación. De ahí a saber lo que grabábamos sólo había un paso.»

Pero la colonización del CESID no sólo es tecnológica, sino también formativa. Los cursos de preparación técnica los siguen dando especialistas norteamericanos. Y continúa habiendo una gran dependencia económica. «Por ser de la familia, pero no hermanos, les llamábamos "primos" en nuestro argot», bromea Perote. «Pero siempre pensé que los únicos primos éramos nosotros.» Como jefe de la AOME, inicia en 1981 una paulatina fase de descolonización de su departamento que culmina, definitivamente, en 1984. «Antes de romper, y no precisamente de un modo idílico, tuvimos que desarrollar nuestra propia tecnología. En nuestros talleres de la calle de Cardenal Herrera Oria, de Madrid, se montó el primer "canario" hecho en casa. Ya estábamos en condiciones de pararles los pies a los yanquis.»

A principios de los ochenta hay un número muy importante de agentes de la CIA en España. El jefe de estación, Ronald Edward Estes, está en contacto permanente con el embajador Terence Todman, hombre de filiación política republicana y muy allegado al presidente Ronald Reagan. El nombre de Todman aparecerá en la trastienda del golpe de Estado del 23-F. Durante sus años al frente de la embajada de la calle de Serrano se dedica, con todo descaro, a la intriga y la injerencia en asuntos internos de España. Con su sucesor, Thomas Enders, el panorama no variará. Los norteamericanos continúan considerando los servicios de información españoles como un apéndice de los suyos. «La relación de dependencia del CESID, la agencia de inteligencia estratégica de un Estado que se supone soberano, con relación a la CIA estadounidense, era casi tan vergonzosa como indescifrable», asegura el coronel Arturo Vinuesa. «Los contactos entre algunos miembros del CESID y de la CIA en España eran, en algunos casos, tan frecuentes y fluidos que habría sido interesante investigar hasta qué punto eran mantenidos en exclusivo provecho de los intereses nacionales.» Prosigue: «Los agentes de la CIA, además de otras coberturas oficiales, disfrutaban de la tutela nominal de la multinacional norteamericana Interpublic S.A., cuya cabecera estaba ubicada en Ginebra y desde la que, de forma discreta, intervenía la CIA, desde Langley, en la distribución y asignación de directrices a sus miembros... El entreguismo a los servicios yanquis era total y vergonzoso. Y nuestras relaciones con ellos siguieron en gran medida por ese camino. Varios años después, hacia 1990, cuando tratamos de informatizar nuestro servicio, nos quisieron imponer su sistema BICES. Eso suponía estar en sus manos, completamente controlados. Algún insensato me decía: «Le podemos poner nuestro propio módem». ¡Qué tontería!, cuando ellos estaban a años luz de nosotros en tecnología. Yo estuve temporalmente al mando de la División de Inteligencia y advertí que si cedíamos a la OTAN la conexión a nuestro sistema, por ahí se nos iba a ir toda la información».

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