FALACIA DEL LEVIATÁN

Publicado el 17 de diciembre de 2021, 6:09

«El Gobierno no nos protege. Por el contrario, no existe un mayor
peligro para nuestra vida, propiedad y prosperidad que el propio
Gobierno»

HANS HERMANN HOPPE [46]

 

El filósofo inglés Thomas Hobbes (1588–1679) fue una pieza fundamental en la organización social que tenemos ahora. Basó la gobernanza en el monopolio del Gobierno soberano dirigido por el Rey. Una infinidad de autores posteriores trabajaron esa idea que la fueron adaptando a la época y hoy día nos ha dado como resultado las democracias actuales que tenemos en occidente. A partir de las ideas del autor inglés, la sociedad ha ido viendo al Gobierno como la institución responsable y soberana de la ética de la propiedad privada y del propio individuo. Ha fagocitado también la democracia convirtiéndola en oclocracia y así tenemos un Gobierno total que abarca, como decía Hegel, la «conciencia del Pueblo». Más que nada porque el Gobierno se la ha arrebatado.

 

Homo homini lupus

 

O lo que es lo mismo: «el hombre es un lobo para el hombre”. Hobbes consideró que la libertad del individuo es importante para su desarrollo, pero que a la vez podía ser un problema para la comunidad. Según sus creencias el estado de la naturaleza es horroroso, es la guerra de todos contra todo (bellum omnium contra omnes). Si se dejaba al hombre sin “mando», eso sería su aniquilación inmediata.
En este dantesco escenario de horror, Hobbes llega a la conclusión que ha de haber una maquinaria que reprima este instinto cruel y animal del hombre, es decir, el soberano o el Gobierno. Para el autor, el Poder era como el Leviatán bíblico del Antiguo Testamento. De aquí que su obra más exitosa donde describe la estructura del Poder se llamara así, El Leviatán.
El Leviatán, o Gobierno, es absoluto; no hay derecho de rebelión contra
éste. Es fruto de la sociedad y oponerse a él es como oponerse a sí mismo.
Así el Gobierno se convierte como estamento superior de la sociedad ya que ordena su buen y correcto funcionamiento.
Rousseau, tiempo después, desarrolló esta teoría adaptándola a sus ideas y tiempo. Abandonó la idea del Rey como soberano para transferirlo al Pueblo. Pero como el Propio Rousseau dijo, «el Pueblo no puede estar reuniéndose continuamente». Así que ideó el Contrato Social. Según el autor suizo (porque no era francés), se establecía una relación contractual entre el soberano (el Gobierno) y el Pueblo. En realidad no existe ningún contrato entre el individuo o ciudadano y su Gobierno. Usted no ha firmado nada con el Gobierno. Es más, los políticos cambian las leyes como les viene en gana sin preguntarle. ¿Le han consultado sobre si le parece bien aplazar la edad de jubilación? ¿En qué tipo de contrato una de las partes reescribe las cláusulas sin el consentimiento del otro? Y es que Rousseau era sumamente ingenuo.
Llegó a escribir que:

«El legislador es, desde todos los puntos de vista, un hombre extraordinario dentro del Estado. Si debe serlo por su inteligencia, no lo es menos por su cargo».

Toda la filosofía del autor está basada en la fantasía y utopía más absurda. Pero como puede ver, la filosofía de Rousseau, en este sentido, es igual a la de Hobbes. Da más importancia al medio —el soberano o Gobierno— que no al fin: tener una sociedad libre. A partir de aquí Rousseau establece una relación simbiótica entre Gobierno y Pueblo. Dice que son lo mismo (al igual que Hobbes):

«Como el soberano está formado únicamente por los particulares que lo componen, no tiene ni puede tener interés contrario al de éstos; por consiguiente, el poder soberano no tiene ninguna necesidad de garantía ante los súbditos, porque es imposible que el cuerpo quiera perjudicar a todos sus miembros». [47]

Esta es la gran mentira que lleva siglos en las mentes de las personas. Desglosemos lo que dice y lo veremos. Según el autor, el Gobierno es lo mismo que el Pueblo, por lo tanto, es imposible que el dirigente ataque los intereses del Pueblo porque eso sería como mutilarse así mismo. No solo es un enorme error lógico, es decir, una falacia (conocida como non sequitur), sino que la experiencia nos demuestra, precisamente, todo lo contrario. Desde nuestro punto de vista actual parece que cuanto más corrupto y mentiroso sea un político, mejor le irá.
La falacia del Leviatán, o de Hobbes, radica en que si la naturaleza del
hombre es brutal y los hombres son como lobos, ¿qué sentido tiene poner a uno de esos «lobos» u hombres brutales al mando con poderes absolutos? Si damos a un gánster el monopolio de la fuerza, solo haremos que vivir en el reino del terror y latrocinio continuamente. Y efectivamente, así ha sido.
Lo que muchos autores posteriores a Hobbes no entendieron es que todos los hombres en realidad son iguales de malos o buenos. Eso es intranscendente. Lo que hace al hombre brutal o no es el Poder hegemónico. Esto es, la falta de competencia. Es lo que no ocurre en el libre mercado y por eso no se establecen leviatanes.

 

Los únicos lobos están en el Gobierno

 

Efectivamente, da igual que seas una oveja o un lobo. Si te dan el Poder Total sobre el resto de la sociedad, esto es, más derechos que al resto de mortales te acabarás convirtiendo en un lobo. Es lo que quiso decir Lord Acton al afirmar que:


«El Poder tiende a corromper y el poder absoluto corrompe absolutamente» [48] .

 

Cuanto más Poder, de cualquier tipo sin un contrapeso que lo nivele, más abuso y mayor será la sed de control. La bondad o maldad no tienen nada que ver con la buena gestión del Gobierno, sino con los incentivos personales y corporativos para mejorar exponencialmente. El autor Alfred G. Cuzán defendió una tesis interesante ante este escenario [49] .

 

Para el autor, la sociedad siempre está en una situación de anarquía o libertad total, y no podemos escapar de ella porque un Gobierno la prohíba o proscriba. En este caso podemos decir que la anarquía o la libertad solo se trasladan. Si no hay Gobierno, la sociedad será anarquista, pero si creamos un Gobierno, será éste el que viva en anarquía porque no hay nada por encima de él. Y como no tiene competencia que le limite, ni leyes efectivas que lo moderen, siempre hará lo que le dé la gana maximizando sus intereses.
¿Quién controla al Gobierno? Nadie. Y si alguien lo intenta, lo compra con dinero o lo proscribe mediante la ley. Sin embargo, ¿quién controla a las empresas? Las otras empresas ofreciendo siempre mejor calidad y precio que la rival, y lo hacen mediante un proceso involuntario de rivalidad que causa que su competencia no crezca hasta el infinito. La competencia es la clave del voluntarismo.

A diferencia de los autores herederos del pensamiento de Hobbes, lo que nos dice Cuzán es que el hombre simplemente se mueve por incentivos y no por sentimientos de bondad u odio. Claro que la gente también actúa a veces así, pero solo en una minoría de ocasiones. Si las personas en sociedad solo se dejasen llevar por su egoísmo y/o emociones, nunca habríamos salido de las cavernas, o ninguna empresa funcionaria. Aquí estamos haciendo un análisis serio, lógico sobre la acción humana y no delirando sobre la bondad de los gobernantes o el Pueblo como hicieron los pensadores que triunfaron.
La teoría de Cuzán también nos informa de algo con valor. Sería un error lo que mucha gente demanda en épocas de crisis, eso es, un Gobierno o «dirigente fuerte». Si depositamos nuestras confianzas en éste, dándole más derechos de los que tenemos nosotros mismos, solo usará su Poder para su propio interés corporativo e individual. Precisamente, la solución para salir de las crisis y en general para tener una sociedad sana y equilibrada, sería sacar el máximo Poder a los políticos y gobiernos para que lo administrase todo la sociedad civil. Y en esta misma línea más absurdo es pensar que gobiernos superiores harán un mundo mejor. La creación de la Unión Europea, por tanto, no sería más que una tiranía más fría y deshumanizada. Es un paso más hacia la servidumbre.

 

[46] Democracy: The God that Failed: The Economics and Politics of Monarchy, Democracy, and Natural Order. Hans-Hermann Hoppe. 2001

[47] El Contrato Social. Jean-Jacques Rousseau. Biblioteca de los grandes pensadores. 2004.

[48] Carta enviada por Lord Acton al Obispo Mandell Creighton en 1887.

[49] Do We Ever Really Get Out Of Anarchy? Alfred G. Cuzán. Departamento del Gobierno. Universidad de Nuevo Mexico.

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