Contradicción 2. El valor social del trabajo y su representación mediante el dinero

Publicado el 15 de diciembre de 2021, 2:54

Consideraremos algunos ejemplos dentro de un momento. La inseparabilidad entre el valor y su representación es importante. Deriva del hecho simple de que sin el dinero y las transacciones que facilita, el valor no podría existir como relación social inmaterial. Con otras palabras, el valor no podría formarse sin la ayuda de su representación material (el dinero) y las prácticas sociales del intercambio. La relación entre dinero y valor es dialéctica y coevolutiva –ambos surgen juntos–, pero no causal.

Pero esa relación puede ser también equívoca porque la «brecha» entre el valor social y su representación está cuajada de contradicciones potenciales, que dependen de la forma adoptada por el dinero. El dinero-mercancía (como el oro y la plata) se inserta en mercancías tangibles con determinadas cualidades físicas, mientras que las monedas, el papel moneda y el dinero fiduciario (ya sean emitidos por entidades privadas o por el Estado), así como las formas más recientes de dinero electrónico son simplemente símbolos. El «dinero de cuenta» permite prescindir de los pagos con dinero físico real en el momento de la venta o compra, remitiéndolos al pago del saldo neto al cabo de cierto periodo. Para las empresas comerciales el saldo neto de múltiples transacciones monetarias suele ser una cantidad mucho menor que las transacciones totales efectuadas, porque las compras y las ventas se compensan mutuamente. Sólo se paga en realidad el saldo neto residual. Los bancos, por ejemplo, intercambian cheques entre sí (ahora eso se hace electrónicamente, pero antes solía hacerse manualmente en las cámaras de compensación –cinco veces al día en Nueva York– y cada banco enviaba recaderos a depositar los cheques en la ventanilla del banco contra el que se habían firmado). Al final del día o del periodo de compensación, las transferencias netas entre los bancos pueden ser cercanas a cero, aunque hayan tenido lugar gran número de transacciones, porque los cheques girados contra un banco son compensados por los depositados por muchos otros. El dinero de cuenta reduce así notablemente la cantidad de dinero «real» necesario. Ese tipo de dinero también sirve para las operaciones de una vasta variedad de instrumentos de crédito y préstamos que facilitan tanto la producción como el consumo (en el mercado de la vivienda, por ejemplo, los promotores piden préstamos para construir especulativamente viviendas, y los consumidores utilizan la financiación hipotecaria para comprar esas viviendas). El dinero crediticio constituye en sí mismo todo un mundo realmente complicado, que algunos teóricos consideran radicalmente diferente del de otros tipos de dinero.

De todo esto deriva un uso peculiar y aparentemente tautológico del dinero. Éste, que supuestamente mide el valor, se convierte a su vez en un tipo de mercancía, el capital-dinero. Su valor de uso consiste en utilizarlo para producir más valor (beneficio o plusvalor). Su valor de cambio viene dado por el pago de intereses, con lo que de hecho se adscribe un valor a lo que mide el valor (¡algo verdaderamente tautológico!). Esto es lo que hace del dinero una medida tan peculiar y tan curiosa. Mientras que otras medidas estándar, como las de longitud o peso (metros, kilos, etc.) no se pueden comprar o vender por sí mismas (puedo comprar kilos de patatas, pero no kilos en sí), el dinero se puede comprar y vender por sí mismo como capital-dinero (puedo comprar el uso de 100 dólares durante cierto periodo de tiempo).

La forma más simple de crear una representación material del valor es seleccionar una mercancía como representativa del valor de todas las demás. Por diversas razones los metales preciosos, en particular el oro y la plata, aparecieron históricamente como los más aptos para cumplir ese papel. Las razones por las que fueron seleccionados son importantes. Para empezar, esos metales son relativamente escasos y su oferta acumulada es prácticamente constante. No puedo ir a mi patio trasero y cavar hasta encontrar cierta cantidad de oro o plata cuando yo quiera. La oferta de los metales preciosos es relativamente inelástica, por lo que mantienen su valor relativo frente a todas las demás mercancías cuando pasa el tiempo (aunque estallidos de actividad productiva, como la fiebre del oro en California, crearon algunos problemas). La mayor parte del oro del mundo ha sido ya extraído y sacado a la superficie. En segundo lugar, esos metales no se oxidan y deterioran (como sucedería si eligiéramos frambuesas o patatas como mercancía-dinero); eso significa que mantienen sus características físicas con el paso del tiempo de una transacción de mercado a otra, y lo que es aún más importante, pueden funcionar de forma relativamente segura como depósito de valor a largo plazo. En tercer lugar, las propiedades físicas de esos metales son bien conocidas y sus cualidades se pueden evaluar con precisión de forma que su medida se calibra fácilmente, a diferencia, digamos, de las botellas de vodka (donde el gusto del consumidor podría ser muy variable) utilizadas como dinero en Rusia cuando el sistema monetario se hundió a finales de la década de 1990 y el comercio quedó reducido a un sistema de trueque multilateral 1 . Las propiedades físicas y materiales de esos elementos del mundo llamado natural se usan para fijar y representar la inmaterialidad del valor como trabajo social.

Pero el dinero-mercancía es difícil de usar diariamente para la compra y venta de artículos de bajo valor, por lo que las monedas, fichas y al final trozos de papel y luego dinero electrónico se hicieron mucho más habituales en los mercados del mundo. ¡Imaginemos qué pasaría si tuviéramos que pagar por una taza de café en la calle un peso exacto de oro o plata! Así, pues, si bien el dinero-mercancía pudo proporcionar una base física sólida para representar el trabajo social (los billetes de banco británicos todavía prometen «pagar al portador», aunque hace tiempo que dejaron de ser discrecionalmente convertibles en oro o plata), fueron pronto desplazados por formas de dinero más flexibles y manejables, con lo que se creaba otra rareza: monedas que fueron originalmente creadas para dar forma física a la inmaterialidad del trabajo social pasaron a ser representadas por nuevos símbolos, y últimamente por simples números en cuentas computerizadas.

 

1 Este relato fascinante aparece en Paul Seabright (ed.), The Vanishing Rouble. Barter Networks and Non-Monetary Transactions in Post-Soviet Societies, Londres, Cambridge University Press, 2000.

Añadir comentario

Comentarios

Todavía no hay comentarios