Antes de la reunión de Potsdam existían ya dos importantes documentos internacionales en los que el problema español estaba claramente incluido. Me refiero a las Declaraciones de Teherán y de Yalta, firmadas por Stalin, Roosevelt y Churchill. En la primera y al tratar de Europa, se decía: «Eliminar la tiranía y la esclavitud, la opresión y la Intolerancia». En cuanto a la Declaración de Yalta, firmada por las tres mismas personas el 12 de febrero de 1945, decía:
El primer ministro de la Unión de Repúblicas Socialistas Soviéticas, el primer ministro del Reino Unido y el presidente de los Estados Unidos de América se consultaron entre sí, en provecho común de sus pueblos respectivos y de los pueblos de Europa liberada. Manifiestan su acuerdo de concentrar, durante el período transitorio de inestabilidad en Europa liberada, los procedimientos de sus tres Gobiernos para ayudar a los pueblos liberados del dominio de Alemania nazi y a los antiguos satélites del Eje en Europa, a fin de que resuelvan por medios democráticos sus urgentes problemas políticos y económicos.
El establecimiento del orden en Europa y la reconstrucción de la vida nacional económica deben lograrse por procedimientos que permitan a los pueblos liberados destruir hasta los últimos vestigios del nazismo y el fascismo y crear instituciones democráticas de su propia elección. Éste es un principio de la Carta del Atlántico: el derecho de «todos los pueblos» a escoger la forma de gobierno bajo la cual desean vivir y la restitución de los derechos soberanos y el gobierno propio a los pueblos que han sido privados de ellos por la «fuerza» de las naciones agresoras.
Para fomentar las condiciones en que los pueblos liberados puedan ejercitar estos derechos, los tres Gobiernos ayudarán conjuntamente al pueblo de cualquier Estado liberado de Europa o de cualquier antiguo satélite del Eje en ese continente, en donde lo exijan las condiciones, a su juicio:
a) a establecer condiciones de paz interna;
b) a llevar a la práctica medidas de emergencia para la ayuda a los necesitados;
c) a formar un Gobierno provisional ampliamente representativo de todos los grupos democráticos de la población, comprometido a establecer, a la mayor brevedad posible y por medio de elecciones libres, el gobierno responsable de la voluntad del pueblo;
d) a facilitar, en los casos necesarios, tales elecciones libres.
Los tres Gobiernos consultarán con las demás Naciones Unidas y con las autoridades provisionales y los demás Gobiernos de Europa cuando estén en estudio asuntos de interés directo para ellos.
Cuando, en opinión de los tres Gobiernos, las condiciones en cualquier Estado europeo liberado o en un antiguo satélite del Eje en Europa lo hagan necesario, se consultarán inmediatamente entre sí respecto a las medidas necesarias para cumplir con las responsabilidades mancomunadas expuestas en esta declaración.
Por ella reafirmamos nuestra fe en los principios de la Carta del Atlántico, nuestra adhesión al Acuerdo de las Naciones Unidas y nuestra decisión de formar, con cooperación de los demás países amantes de la paz, un orden mundial bajo la ley, dedicado a la paz, a la seguridad, a la libertad y al bienestar de la especie humana.
El 1 de marzo de 1946 el Gobierno francés cerró la frontera con España, lo que representaba un duro golpe para los franquistas. Mientras tanto, a nosotros no se nos ponían obstáculos por parte de las autoridades francesas para pasar de Francia a España y de España a Francia a través del Pirineo o por mar.
El 4 de marzo, tres días después de cerrada la frontera, se hacía pública la nota «tripartita» de los Gobiernos de Francia, Inglaterra y Estados Unidos en la que, entre otras cosas, se decía: Los Gobiernos de Francia, el Reino Unido y Estados Unidos de América han cambiado impresiones respecto al actual régimen español y sus relaciones con dicho régimen.
Se ha convenido que, en tanto que el general Francisco Franco siga rigiendo a España, el pueblo español no debe esperar una asociación completa y cordial con aquellas naciones del mundo que, mediante un esfuerzo común, produjeron la derrota del nazismo germano y del fascismo italiano, que ayudaron al presente régimen a elevarse al poder y que le sirvieron de modelo.
La amnistía política, el retorno de los españoles desterrados, las libertades de asamblea y asociación política y los arreglos para elecciones públicas libres son esenciales.
Un gobierno interno que se dedicase a estos fines debería recibir el reconocimiento y el apoyo de todos los pueblos amantes de la libertad.
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