Presentación. La tarea pendiente (45-55)

Publicado el 15 de diciembre de 2021, 22:50

Presentación

La tarea pendiente

El profesor Herbert Marcuse (1898-1979) pronunció estas cuatro conferencias entre 1967 y 1969, cuando la juventud mundial se hallaba en estado de insurrección cultural y se manifestaba como un movimiento internacional enfocado a grandes rasgos en la consigna «cambiar la vida y transformar la sociedad». Dos de los numerosos episodios emblemáticos de aquellos días tuvieron lugar en Estados Unidos (la ocupación estudiantil de la Universidad de Columbia en 1968 y el Festival de Woodstock en 1969) y un tercero se produjo en París (una vasta rebelión universitaria en 1968, conocida como el mayo francés). Los dos acontecimientos estadounidenses fueron llevados al cine. Cabe recordar que el evento en Columbia inspiró la película The Strawberry Statement (Las fresas de la amargura) en 1970.
La transcripción textual de aquellas charlas fue difundida a través de la
«prensa alternativa» de entonces, que confluía en el Underground Press Syndicate (sindicato de la prensa subterránea, fundado en 1967), aliado con la red informativa del Liberation News Service (servicio noticioso proliberación). Como único miembro latinoamericano de estos emprendimientos pacifistas y ecologistas, traduje y publiqué los textos de Marcuse en Buenos Aires (1969) y los reedité en 1975, bajo el sello Eco Contemporáneo.
Es oportuno señalar, para situar esta nueva edición, que el pensador Heinz Lubasz celebró una conversación con Marcuse emitida por la BBC de Londres, y sostuvo que la Teoría Crítica a la que pertenecía el filósofo se opuso «al primado de la producción de mercancías, a la dominación carente de sentido, a la irracionalidad, a la manipulación, a la opresión. Al margen de todo lo que, por lo demás, pueda decirse de la Escuela de Frankfurt, una cosa parece cierta: ha sido fuente de inspiración del pensamiento político crítico de nuestro tiempo. Es un ejemplo de filosofía radical».
Otra educadora, Elena Diez de la Cortina Montemayor, expresó al respecto que la esperanza de una liberación y de la consecución de una sociedad abierta y libre, había dejado de estar en manos del «proletariado». Y que las minorías no integradas, los grupos marginales y radicales serían los únicos que pueden llevar a cabo una oposición radical y una verdadera emancipación. A estos grupos prestó su ayuda Marcuse, alimentando una nueva izquierda opuesta al marxismo ortodoxo y radicalmente crítica y opositora contra el establishment.
Y añadió que en tres de sus libros de la época, Tolerancia represiva (1965), Ensayo sobre la liberación (1969) y Contrarrevolución y revuelta (1972), Marcuse se dedicó a vertebrar un pensamiento abiertamente crítico ante el liberalismo y alentador de todo movimiento social revolucionario, lo que le granjeó la hostilidad del ámbito académico más oficialista: «Denunció asimismo, que el movimiento de los sesenta había generado una reacción conservadora y contrarrevolucionaria enmascarada bajo una apariencia liberal y permisiva. Esta postura enormemente crítica de sus escritos provocó que no pudiera seguir trabajando como profesor en la universidad de Brandeis, por lo
que tuvo que marcharse a California (La Jolla), donde vivió retirado dedicándose a dar conferencias, articular grupos radicales, publicar artículos, etc., bajo una perspectiva marxista y libertaria».
Durante sus últimos años, Marcuse reconfiguró varios de sus postulados revolucionarios, y seguramente hoy sería aún más duro con el belicismo de Estados Unidos, y menos entusiasta con las experiencias «revolucionarias» de Cuba y China. A todas luces, la configuración de una verdadera nueva izquierda sigue siendo una asignatura pendiente.
La charla Liberándose de la Sociedad Opulenta fue dictada en Londres (1967), La Rebelión de París en San Diego (California, 1968), Perspectivas de la Nueva Izquierda Radical en Nueva York (1968), y Exijamos lo imposible en Vancouver (Canadá, 1969). Las dos ediciones ya mencionadas al comienzo no incluyeron un amplio debate de Marcuse con el público tras la cuarta conferencia, que sólo difundí en el número 1 de mi revista Contracultura (agosto 1970).
Un detalle fundamental. En la apertura de Contrarrevolución y Revuelta [1] , Marcuse alertaba que «el mundo occidental ha llegado a una nueva etapa de su desenvolvimiento: ahora la defensa del sistema capitalista le
requiere la organización de la contrarrevolución, tanto en casa como afuera. En las manifestaciones más extremas de esa defensa, se practican horrores como los del régimen nazi… En los países latinoamericanos que se encuentran bajo dictaduras fascistas o militares se lleva a cabo una cruel persecución. La tortura se ha convertido “interrogatorios” en todo el mundo. Las guerras religiosas reviven en el momento culminante de la civilización occidental, y el contante flujo de armas de los países ricos a los pobres contribuye a perpetuar la opresión y a reprimir la liberación nacional y social».
Pero lejos de todo pesimismo, remarcaba más adelante: «Lo que está ocurriendo es un descubrimiento (más bien: redescubrimiento) de la naturaleza, como auxiliar en la lucha contra las sociedades explotadoras en que la violación de la naturaleza hace más grave la violación del hombre…».
Marcuse concluía ese libro remarcando la necesidad de reagrupar, reexaminar y desarrollar estrategias nuevas para enfrentar la contrarrevolución. Y expresaba que el resultado depende, en gran medida, de la habilidad de la joven generación: «ni evadirse ni acomodarse, sino aprender cómo reagruparse después de la derrota».
En resumidas cuentas, aprender a desarrollar con la nueva sensibilidad una racionalidad nueva. O sea, cómo sostener el largo proceso de la educación, requisito previo indispensable para la transición hacia una acción política en gran escala de una imprescindible nueva izquierda. Aunque  advertía: «la próxima revolución durará generaciones, y la crisis final del capitalismo puede tardar mucho, pero no un siglo».
La tarea pendiente no consiste en esperar inertes ese derrumbe histórico; sino en ir consolidando sin cesar y pedagógicamente las ideas y las estructuras del histórico recambio liberador. Decía Marcuse: «La nueva sensibilidad se ha convertido en una fuerza política. Cruza la frontera entre la órbita comunista y la capitalista; es contagiosa porque la atmósfera, el clima de las sociedades establecidas, lleva consigo el virus».

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