III SÍNTESIS

Publicado el 21 de diciembre de 2021, 6:27

Mas, quizá el que ahora no haga nada se deba a que su mayor trabajo y aporte lo realizó durante el intento de golpe del 23F. Bastaron unas “llamadas telefónicas con los principales implicados” y un “mensaje televisado” para acabar con un golpe de estado, y ganarse el sueldo (y qué sueldo) para toda la vida. Desde luego, el que crea que un golpe de estado se para con unas llamadas telefónicas el mismo día de su ejecución merece como mínimo ser tildado de iluso. La preparación de un golpe de estado requiere de una serie de medios y apoyos, y de una gran preparación previa, tanto militar, como social, política y psicológica, además de respaldo económico 28,29. ¿Qué es lo que pasó realmente ese día para que el golpe de estado no siguiera adelante? O mejor, ¿qué es lo que ocurrió antes del 23F para que se abortara el golpe? Desde luego, hay una serie de hechos que han quedado claros hoy día: 1) La administración de Reagan apoyó el golpe de estado desde EE.UU.; 2) los centros del poder en España colaboraron en la preparación del contexto sociopolítico favorable para el golpe; 3) los principales dirigentes políticos estuvieron involucrados con la idea de hacerlo desembocar en un gobierno de “concentración nacional” presidido por un general (Alfonso Armada) 30 ; 4) está claro también que el CESID, vinculado a la Junta de Jefes de estado Mayor (JUJEM), brindó apoyo logístico a Tejero 31 . Todo el proceso se desarrolló con el trasfondo de una profunda crisis del partido gobernante (UCD) y la presión de EE.UU. para la plena integración de España dentro de las estructuras de la OTAN. En algo más de tres años, la sociedad española había pasado de la ilusión y esperanza en un régimen de libertad política a la apatía, desinterés y postración frente a la clase gobernante. Los conspiradores del golpe de estado habían planeado una intervención militar acogiéndose al Art. 8 de la Constitución (“Las Fuerzas Armadas [...] tienen como misión garantizar la soberanía e independencia de España, defender su integridad nacional y el ordenamiento constitucional”). En esa línea, se trataba de eliminar del gobierno a Suárez y a su partido en desintegración, para que el general Alfonso Armada (amigo íntimo de Juan Carlos y su colaborador directo durante 15 años) asumiera el control. Sin embargo, la principal excusa para el golpe desapareció con la dimisión de Suárez el 26 de enero, a la vez que Armada era ascendido a segundo jefe del Estado Mayor del Ejército. Y catorce días más tarde, una orden del Ministerio de Defensa 32 reorganizaba la estructura de mando del Ejército de Tierra centralizándola en el recién ascendido general Armada. Suárez era eliminado de la escena política y Armada se encontraba en plena ascensión. Es difícil creer que el jefe del Estado Mayor del Ejército y los servicios de información ignoraran lo que se estaba haciendo público en múltiples medios de comunicación: la existencia de una intriga que estaba proyectado a Armada hacia la Presidencia del Gobierno. Pero el golpe tenía otra variante en las figuras de Tejero y Milans del Bosch, que pretendían forzar la suspensión de las libertades públicas y formar un Gabinete Militar, algo que chocaba frontalmente con las ideas de Armada. Esto fue uno de los factores decisivos en el fracaso del golpe de estado como tal. Pero, ¿cómo era posible que esas dos vertientes tan diferentes del golpe estuvieran colaborando? ¿Qué es lo que tenían en común? La respuesta es sencilla, aunque pocos se hayan atrevido a plantearla: tanto Armada, como Tejero, como Milans del Bosch reconocían a Juan Carlos de Borbón la Jefatura del Estado y de las FF.AA. 33 Cuando Armada entró en el Congreso para hablar con Tejero y proponer la formación del nuevo Gobierno, éste último vio que había sido utilizado como una estratagema, no para dar un golpe “contra el sistema”. Inmediatamente, Tejero abortó la primera variante del golpe (la de Armada) y recurrió a Milans. Pero el Rey no estaba dispuesto a un desenlace que no respetara la Constitución (anunciado en su mensaje televisivo), por lo que al haber sido atajada la propuesta de Armada invocando el Art. 8 de la Carta Magna, la vertiente “dura” del golpe quedó sin cabeza política cuando la Casa Real retiró su apoyo. De este modo, ambas variantes golpistas quedaron frustradas, tanto la “constitucional” de Armada, que respetaba “el orden constitucional y la legalidad vigente”, como la “anticonstitucional” de Tejero y Milans. Sin embargo, ¿cómo es posible que no se pusiera coto a toda esa trama golpista como se había hecho anteriormente con la operación Galaxia, en la que el propio Tejero había estado involucrado y por la que estuvo arrestado? ¿Cómo es posible que la Casa Real no estuviera enterada de todo lo que estaba ocurriendo si se trataba de un “secreto a voces”? Y si estaba enterada, ¿por qué no actuó antes? Quizá el Rey debería responder a estas preguntas sin temor alguno, ya que a fin de cuentas, la Constitución lo protege de todo mal, ya que en virtud de los Art. 56 y 64 es “inviolable” e “irresponsable” de sus actos. Claro está que es posible que si declarara su conocimiento y posible implicación en el golpe del 23F, aunque no pudiera ser acusado penalmente, la sociedad española empezaría a cuestionarse su “juancarlismo”. El silencio de la Casa Real respecto a las acusaciones y hechos que ya han sido desvelados en algunos libros (ver las obras citadas de Patricia Sverlo, Joan Garcés y Amadeo Martínez Inglés), junto a testimonios de algunos testigos 34 no hacen sino acrecentar la veracidad de lo evidente: la implicación, por acción y/u omisión, del Rey en el intento de golpe de estado del 23F.

En última instancia, el golpe no fue un fracaso absoluto. En primer lugar, aceleró la entrada e incorporación de España en las estructuras supranacionales de la Guerra Fría, creadas por EE.UU., a través de la OTAN. En conjunto con el Art. 93 de la Constitución, esto implica que nuestro país está a merced de las potencias internacionales, ya que cualquier mayoría coyuntural en el congreso puede ceder competencias propias de la soberanía popular, en lo militar y político, sin necesidad de refrendo por los ciudadanos. Por otro lado, sirvió para fortalecer las estructuras de un sistema oligárquico, reforzando la posición de poder de una clase política frente a la servidumbre voluntaria de una sociedad que veía cómo las libertades civiles que le habían sido “concedidas” podían volver a serles arrebatadas en cualquier momento. Sólo Su Majestad, el “salvador”, el “héroe”, había plantado cara a los enemigos de la “libertad”, como el pastor que ahuyenta al lobo para poder seguir explotando el rebaño y que es idolatrado por las mansas ovejas, aunque alguna de ellas alimente de vez en cuando el puchero.

 

28 “Un rey golpe a golpe, 25 años después”, Amadeo Martínez Inglés; http://www.unidadcivicaporlarepublica.es/casa%20irreal/un%20rey%20golpe%20a%20golpe%2025%20anos.htm. Véase también el libro del mismo autor “Juan Carlos I, el último Borbón”, 2007, Styria de Ediciones y Publicaciones, S.L. En especial, los capítulos 6, 7 y 8.

29 Comentario nº 8 de Grazia Deledda en el artículo del blog de Antonio García Trevijano “Los monarcómanos del 23F”; http://antoniogarciatrevijano.com/2006/06/10/los-monarcomanos-del-23f

30 “Soberanos e Intervenidos”, 2000, Joan Garcés, Siglo Veintiuno de España Editores, S.A., pag. 187.

31 “25 años sin Constitución”, 2003, Joaquín Navarro Estevan, Foca, ediciones y distribuciones
generales, S.L., pag. 115.

32 Real Decreto firmado por el ministro de Defensa el 3-2-1981. Citado en “Soberanos e Intervenidos”, 2000, Joan Garcés, Siglo Veintiuno de España Editores, S.A., pag. 194.

33 “Soberanos e Intervenidos”, 2000, Joan Garcés, Siglo Veintiuno de España Editores, S.A., pag. 204.
34 “Los monarcómanos del 23F”, artículo del blog de Antonio García-Trevijano; http://antoniogarciatrevijano.com/2006/06/10/los-monarcomanos-del-23f

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