Antes de los cataclismos había una sociedad mundial basada en una religión y un conocimiento comunes. En el período subsiguiente a los cataclismos, esta población mundial fue reemplazada por comunidades muy aisladas. El conocimiento original se expresó entonces de diferentes maneras y cambió y se diluyó con el paso de los milenios, pero todavía podemos hallar aspectos comunes si buscamos los vínculos entre los infinitos mitos, nombres y rituales de las distintas culturas. Pude verlo en primera persona cuando Credo Mutwa, el chamán zulú, me «arrojó los huesos» en diversas ocasiones. Tiene un cesto lleno de huesos de animales con símbolos grabados y lee el «futuro» de las personas según la colocación de los huesos cuando los arroja al suelo (figura 23). Descubrí que estaba presenciando otra versión del lanzamiento de piedras rúnicas en Europa o la lectura de las cartas del tarot.
Es el mismo conocimiento expresado de distintas maneras. El fundamento de este conocimiento común es que todo es energía que vibra, tal y como he dicho anteriormente. Todo puede parecernos «sólido», pero a niveles más profundos es energía que vibra con frecuencias distintas. Lo mismo puede decirse del cuerpo, la mente y las emociones humanas. No hay ninguna excepción, por lo menos en esta realidad. Los huesos que tiene Credo también son campos de energía en vibración, y el símbolo que tienen grabado dicta su frecuencia o resonancia. El pensamiento crea formas, y si uno simboliza algo que tiene un determinado significado, vibrará a esa frecuencia. Antes de que Credo arrojara los huesos me pidió que los tocara con mis manos a fin de conectar mi campo de energía con el de los huesos.
El campo de energía humano no sólo conserva la información de lo que ocurre en el momento, sino también la de las posibilidades y probabilidades que se pueden desplegar si no cambiamos nuestros pensamientos y emociones, es decir, nuestro estado vibracional. No existe el futuro como tal... sólo el potencial de este momento, y las personas capacitadas pueden leer este potencial a través de distintas técnicas, como la de «arrojar los huesos». Cuando coloqué mis manos en la cesta, los huesos conectaron energéticamente con mi campo de energía y las frecuencias que representaban los huesos se estabilizaron con las frecuencias de mi «aura» o campo áurico. A este proceso lo llamo magnetismo vibracional y es similar a las emisoras de radio que tienen la misma longitud de onda y conectan entre ellas. El lugar donde caen los huesos en el suelo y se colocan los unos respecto a los otros ya está determinado cuando se hallan en la cesta a través de las conexiones energéticas que establecen con el campo de energía de la persona. El lugar donde caen los huesos es una representación simbólica del campo de energía de la persona. Las personas como Credo no «leen realmente los huesos», sino que leen a la persona.
Lo mismo ocurre con las piedras rúnicas y las cartas del tarot. Por ese motivo uno escoge una carta y no otra. Una conecta magnéticamente con nuestro campo de energía y otra no. Sin embargo, hay que ir con cuidado. Sólo un lector capacitado puede interpretar el significado, ya sea de las cartas del tarot, de los huesos o de otras técnicas, y muchos que afirman ser «expertos» no lo son en absoluto. En algunas librerías he visto caer al suelo libros que me han dado importantes conocimientos, y aquí también está en juego el mismo principio. Los libros son campos de energía y su contenido define su frecuencia, que es el pensamiento expresado en palabras. Mis niveles profundos conectaron vibracionalmente con los libros que cayeron de las estanterías porque mi conciencia de cinco sentidos necesitaba leerlos. Para mis ojos los libros cayeron de la estantería milagrosamente; pero en realidad fue una conexión energética la que lo hizo posible, sin necesidad de ningún milagro. El mismo principio rige las situaciones en las que veo un libro e inmediatamente sé que tengo que leerlo, o cuando oigo algo y sé qué tengo que hacer algo al respecto. Se establece una conexión vibracional.
Muchas personas que me están leyendo dirán: «Eh, a mí me ha ocurrido algo parecido». Es mucho más común de lo que las personas creen. Resulta irónico que los portadores de conocimiento del antiguo mundo a través de las generaciones, los chamanes como Credo Mutwa, sean tachados de «primitivos» o de «brujos» cuando su trabajo se basa en una comprensión mucho más avanzada que la de la ciencia oficial. No quiero decir que estas personas lo sepan todo, pues la mayoría de los líderes espirituales y pueblos nativos están mucho más atrasados, pero siguen conservando el conocimiento esencial que ignora la ciencia oficial y que anima a ignorar a aquellos que rellenan los cheques: el principal estado de esta realidad es energía que vibra y no el mundo «físico» que creemos ver. La ciencia oficial está obsesionada únicamente con el plano «físico» de la percepción, que como veremos, es una ilusión creada por la mente/cerebro.
Fue el conocimiento, los mitos y las creencias de la época antediluviana que siguieron distintos cursos en las aisladas sociedades posdiluvianas lo que explica, en parte, por qué pueden encontrarse los mismos temas en las comunidades antiguas y nativas de todo el mundo, las cuales oficialmente nunca se «encontraron». Cuando las fuerzas cristianas de Europa empezaron a conquistar el globo, se quedaron perplejas al encontrar su historia de la madre virgen y su hijo allá a donde fueron. Eso explica, por lo menos en buena parte, por qué ha ocurrido.
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