Desde hace bastantes años asistimos a una labor sistemática de Carrillo y sus socios no sólo por minimizar la importancia de la lucha guerrillera en España sino, sobre todo, por desprestigiarla y por disminuir o hacer desaparecer el papel de los comunistas en esa lucha.
No es mi intención tratar aquí con la amplitud que requiere este aspecto de la lucha del pueblo español, pues no cabe en un capítulo de un libro. Pienso hacerlo en un libro aparte para poder dedicarle toda la importancia que tiene y el espacio que requiere. Aquí me limitaré, pues, a trazar algunos rasgos principales de esa forma de lucha y mis opiniones sobre ello.
El 1 de abril de 1959 apareció un documento del CC del PCE con motivo del XX aniversario del fin de la guerra española y de balance de las actividades de la oposición a la dictadura franquista. De las 94 páginas que contiene el folleto, al movimiento guerrillero se le dedica exactamente una página, y toda ella en plan llorón y de disculpa, como puede verse por los siguientes párrafos:
La propaganda oficial, con fines fácilmente comprensibles, ha tratado de contraponer nuestra política de reconciliación a la ayuda que en un período prestamos al movimiento guerrillero. Nada más falto de fundamento.
El movimiento guerrillero no fue una creación del Partido Comunista, sino una de las secuelas de la guerra civil, y su mantenimiento a lo largo de casi diez años, fruto del bárbaro terror gubernamental.
Al final de la guerra, centenares de combatientes republicanos hubieron de optar entre ser fusilados —como lo fueron decenas de miles— o refugiarse en las montañas para defender sus vidas. Así nació el movimiento guerrillero, que durante la década del 40 fueron engrosando otros antifranquistas fugitivos de la represión.
¿Sólo fugitivos? ¿Y los voluntarios incorporados en España misma y los que fueron del extranjero?
En uno de los Cuadernos de Educación Política publicados por la dirección carrillista en junio de 1969 y titulado «¿Qué es el Partido Comunista?», se dice:
El Partido Comunista de España, por ejemplo, en un período de treinta años ha tenido que modificar su táctica en diferentes ocasiones: lucha pacífica primero; participación en la insurrección de Asturias en 1934; lucha pacífica electoral en 1936; lucha armada contra el fascismo de 1936 a 1939; lucha clandestina; movimiento guerrillero contra el fascismo desde 1944 hasta 1947-1948.
Como puede verse, en el primer documento se reconoce que el «movimiento guerrillero se mantuvo casi diez años», lo que ya disminuye la cifra pues fueron algunos más; pero puestos a quitarle importancia a la lucha guerrillera, en el segundo documento ya lo reducen a cuatro años. Pero lo más importante es que se niega que hayan sido los comunistas los principales organizadores y sostenedores de las guerrillas. Si se tratara de un acto de modestia, podría tener una cierta disculpa; pero de lo que se trata es de renegar de esa página de lucha como reniegan de muchas más cosas.
Las guerrillas durante nuestra guerra (1936-1939)
Durante la guerra nacional revolucionaria del pueblo español se daban todas las condiciones para la existencia de un potente movimiento guerrillero en la retaguardia franquista. En las zonas ocupadas por los sublevados existía una base inicial para su organización con los miles de patriotas que se echaron al monte, pero esas condiciones no sólo no fueron aprovechadas por los diferentes Gobiernos republicanos, sino que sus ministros de la guerra, salvo Negrín y ciertos altos jefes militares, se opusieron sistemáticamente a toda ayuda. Esas gentes fueron enemigas encarnizadas de la organización de la guerra de guerrillas en la retaguardia enemiga. Se negaron de manera sistemática a toda ayuda en cuadros, material y dinero a los destacamentos que se habían organizado espontáneamente. Sancionaban a los jefes militares y perseguían a las organizaciones políticas que hacían algo para organizar esta forma de lucha. Encarcelaban, cuando regresaban del campo enemigo, a los hombres que habían ido a cumplir misiones guerrilleras o a ponerse en contacto con los guerrilleros que combatían en la retaguardia franquista.
Decenas de delegados de destacamentos guerrilleros de Andalucía, Extremadura, Galicia, León y otros lugares llegaban a la zona republicana para pedir material, directrices, etc., y en cuanto los diferentes ministros de la guerra y sus subordinados los cogían por su cuenta, hacían todo lo posible para desmoralizarlos y dar largas, continuando firmemente su política de sabotear las guerras de guerrillas.
Desde las primeras semanas de la guerra, en el 5.º Regimiento nos planteamos la necesidad de prestar atención a esta forma de lucha, y, primero directamente y después a través de determinadas unidades militares, tomamos ciertas medidas prácticas para organizarla a espaldas de los que se oponían a tal tipo de lucha. A espaldas, pues, de ministros y jefes militares profesionales creamos algunas escuelas guerrilleras para completar los conocimientos prácticos adquiridos en la lucha. Los cursos intensivos duraban de seis a ocho semanas y en ellos, además de la táctica de guerrillas, se enseñaban elementos de táctica de infantería, de explosivos, de topografía, de tiro y de conocimientos políticos.
Al ocupar Negrín el Ministerio de la Guerra, se pudo ya trabajar más libremente, y entonces se constituyó el 14 Cuerpo de Guerrilleros bajo el mando de Domingo Hungría y del comisario político Peregrín Pérez. Formaban el cuerpo cuatro divisiones, que operaban en la retaguardia enemiga de los frentes de Extremadura, Andalucía, Centro y Aragón.
No se trata de relatar aquí las hazañas realizadas en aquel período por los destacamentos que espontáneamente se habían creado y operaban en Galicia, León, Zamora, Andalucía, Extremadura y otros lugares. Su lucha y las acciones de los combatientes del 14 Cuerpo de Guerrilleros organizado en tierra republicana obligaron a Franco a movilizar muchas decenas de miles de hombres con la misión exclusiva de proteger sus comunicaciones y sus industrias de guerra contra los audaces golpes de los guerrilleros. Muchos falangistas fueron castigados y centenares de patriotas salvados de la muerte que les preparaban los fascistas sublevados.
Pero todo eso era una ínfima parte de lo que se podía y debía haber hecho. Ni los gobernantes ni otras gentes quisieron comprender ni admitir que, en una guerra como la nuestra, era obligatoria la combinación de la guerra «normal» entre ejércitos regulares, en frentes organizados, con la guerra de guerrillas.
Pero ¿qué ha hecho el BP del Partido, qué medidas ha tomado, qué medios ha empleado, de los muchos que tenía, para ayudar en el aspecto guerrillero durante los 32 meses de guerra a los camaradas y organizaciones del Partido en la zona ocupada por los fascistas?
¡Cuánto heroísmo malogrado y qué formidable ayuda pudo haber representado para los ejércitos republicanos un potente movimiento guerrillero en la retaguardia enemiga!
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