Las guerrillas a partir del final de la guerra (1939-1951) 141-152

Publicado el 31 de diciembre de 2021, 19:36

Con la derrota de la República en 1939, empezó para las fuerzas antifranquistas y democráticas el período más duro de su existencia. Con la implantación del régimen franquista en todo el territorio nacional, millares de hombres se echaron al monte, encontrándose en muchos lugares con los que ya andaban por las montañas desde el comienzo de la sublevación fascista. A pesar de que estos hombres estaban bajo la impresión de la derrota; a pesar de que se encontraban acorralados por las fuerzas de represión del enemigo, sin puntos de apoyo y moviéndose entre una población aterrorizada por el salvajismo falangista; a pesar de todos los defectos y debilidades, muchos de esos guerrilleros fueron el elemento principal que en muchas zonas de nuestra patria sostenían en alto la moral de nuestro pueblo y le daba confianza para resistir y no darse por vencido.

Durante un período, las acciones propiamente guerrilleras casi no existieron. Los guerrilleros se vieron obligados a defenderse de las persecuciones de que eran objeto por parte del régimen franquista, limitándose únicamente a acciones cuya finalidad era conseguir medios para subsistir y conservar la vida.

Los comunistas hicieron grandes esfuerzos para dar un contenido antifranquista a las actividades de los millares de combatientes que habían buscado en el monte refugio a las persecuciones del terrorismo franquista.

Así comenzó a tomar de nuevo un contenido combativo y político el movimiento guerrillero que, además de haber alimentado en el pueblo durante
esta etapa la confianza en la reconquista de la libertad, contribuía poderosamente a la lucha del pueblo español para evitar que Franco arrastrara a España a la guerra al lado de Hitler.

Durante todo el período de la segunda guerra mundial y varios años después de terminada ésta, las agrupaciones guerrilleras de Galicia-León, Asturias-Santander, Levante-Aragón, Andalucía-Extremadura y el Centro combatieron constantemente contra las fuerzas armadas y de orden público franquistas; atacaron cuarteles y centros de suministros, nudos de comunicaciones, trenes militares y centrales eléctricas; ejecutaron a centenares de fascistas que se distinguían en la represión.

Ello obligó a la dictadura franquista a mantener en continua movilización a gran parte de sus fuerzas militares durante la segunda guerra mundial. De esta forma los guerrilleros españoles impidieron que esas fuerzas pudieran ser utilizadas en la lucha al lado de las potencias fascistas. Basta decir, a título de ejemplo, que los quinientos hombres con que llegó a contar la Agrupación de Levante y Aragón tenían en jaque, en las provincias de Valencia, Cuenca, Castellón de la Plana y Teruel, a unos 40 000 hombres de las unidades armadas del franquismo.

Los españoles, con su lucha guerrillera durante la segunda guerra mundial, le crearon a Franco obstáculos para arrastrar a España a la guerra al lado de Hitler. Contribuyeron modestamente, es cierto, pero contribuyeron a la victoria sobre los ejércitos fascistas. Los guerrilleros españoles creían que la derrota de las fuerzas fascistas en el plano internacional arrastraría tras de sí el régimen franquista. Pero no se dedicaron a esperar pasivamente esa caída, y después de la victoria aliada no abandonaron la lucha, sino que la reforzaron con más ardor aún para llevar al pueblo al levantamiento armado.

Después de la derrota de la República en 1939, la lucha guerrillera ocupó —en el conjunto de la lucha del pueblo español— un lugar de primer orden, y durante cierto período, un lugar decisivo en algunas regiones.

En las montañas de España y en algunas ciudades, grupos de patriotas abnegados se batieron heroicamente durante años. Eran los guerrilleros de la vanguardia aguerrida y ofensiva del pueblo español, organizados en una red de destacamentos de combate que, con sus luchas heroicas y sus golpes audaces a los representantes y defensores del régimen franquista, despertaban el entusiasmo de amplios sectores de la población, levantaban la moral del pueblo y le daban la confianza en un mañana de libertad. En ese período sólo existía libertad entre los guerrilleros.

Con la visita de los guerrilleros, muchos pueblos vivían unas horas o unos días de libertad; veían ondear en la torre de la iglesia o del ayuntamiento la bandera republicana, que les daba confianza en que el franquismo no sería eterno y que la República volvería.

Los guerrilleros eran la continuación de la lucha que libró el pueblo español durante 32 meses de guerra nacional revolucionaria contra los sublevados franquistas y los invasores nazi fascistas por la soberanía del pueblo y la independencia nacional de España. Eran el destacamento armado de la resistencia española.

En ese destacamento hubo de todo. Hubo unidades disciplinadas, con una alta moral política y combativa, cuyas operaciones tenían un verdadero contenido antifranquista. Hubo otras que no dieron totalmente el salto de «huido» a verdaderos destacamentos guerrilleros. Pero en todo momento la lucha guerrillera desempeñó un gran papel revolucionario, manteniendo la confianza del pueblo en la conquista de la libertad.

Los años en que combatieron las guerrillas fueron años terriblemente duros para el pueblo español. De ahí ese importante papel de los guerrilleros.

Una estadística elaborada sobre la base de las propias fuentes del régimen a mediados de 1946, muestra que en aquella época habían en las cárceles 234 419 españoles.

Según declaraciones de un funcionario del Ministerio de Justicia franquista, el corresponsal de la Prensa Asociada Charles Foltz, entre abril de 1939 —fin de la guerra— y julio de 1944 fueron ejecutadas en España 192 682 penas de muerte. Muchos fueron asesinados por su participación en la guerra; pero otros lo fueron por seguir manteniendo encendida la llama de la lucha en el suelo de España y alentando la fe en el pueblo, por seguir testimoniando al mundo que la democracia española no se rendía. Contra los guerrilleros, el régimen franquista ha empleado lo más escogido de sus fuerzas represivas. El Cuerpo de la Guardia Civil, de 27 000 hombres que tenía durante la República fue aumentado a 100 000, y las escuelas funcionaban a todo rendimiento, preparando nuevas promociones de guardias; y esta fuerza, casi íntegra, se empleaba contra los guerrilleros. Más de veinte escuelas antiguerrilleras funcionaban en diferentes puntos de España, con la tarea de preparar, con hombres escogidos entre la Guardia Civil, Legión y Regulares destacamentos antiguerrilleros que, lanzados a las zonas guerrilleras y haciéndose pasar por guerrilleros, descubrían a los que los apoyaban.

Franco recurrió a todas las violencias para aniquilar las guerrillas. Empleó toda clase de fuerzas y armas, desde las divisiones del Ejército hasta contrapartidas guerrilleras, poniendo en juego criminales recursos de provocación, sobre todo en el campo. Arrasó pueblos y despobló comarcas enteras.

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