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Publicado el 25 de diciembre de 2021, 10:21

Confirmado en su puesto, Companys les imparte un cursillo acelerado de alta política. Lo que ahora interesa a la revolución es que los anarquistas se unan al Frente Popular (al que nunca antes pertenecieron) y creen todos juntos un Comité de Milicias Antifascistas para encauzar la revolución al tiempo que se defiende a la República. Los anarquistas dicen amén.
En Galicia triunfa el alzamiento. En la base naval de El Ferrol, los marineros izquierdistas que intentan impedir la rebelión terminan colgados de las vergas.
En Oviedo, el comandante Aranda, un gordito de aspecto insignificante, se finge leal a la República y persuade a los mineros concentrados en la capital para que se embarquen en un tren que saldrá inmediatamente en ayuda de Madrid. Cuando el tren traspone, arroja la careta bonachona y se une a la rebelión militar.
En San Sebastián, los militares y derechistas sublevados se refugian en el hotel María Cristina, rodeado por fuerzas leales.
En Pamplona, los requetés se concentran con sus uniformes y sus boinas rojas en la plaza del Castillo. Suenan los compases del Oriamendi coreado por los voluntarios:

 

Por Dios, la Patria y el Rey
Carlistas con banderas,
Por Dios por la Patria y el Rey
Carlistas aurrerá
Lucharemos todos juntos,
Todos juntos en unión,
Defendiendo la Bandera
De la Santa Tradición.
Cueste lo que cueste
Se ha de conseguir
Que venga el rey muy pronto
A la corte de Madrid…

 

El rey al que se refieren no es Alfonso XIII, sino el pretendiente carlista, la otra rama de la familia desposeída del trono hace cien años.
En Aragón se subleva Cabanellas, el general de la barba blanca, decano del ejército.
La costa mediterránea, desde Francia hasta Málaga, se mantiene leal a la República.
En Andalucía, una columna de diez o doce camiones de milicianos procedentes de Huelva, en su mayoría mineros y campesinos, se dispone a recuperar Sevilla. A las puertas de la ciudad, en la Pañoleta, los mineros caen en una celada que les tienden los rebeldes. Alcanzada por los disparos estalla la dinamita que transportan. Un camión vuela por los aires. Los milicianos huyen aturdidos, dejando muchos muertos en el campo. Los rebeldes hacen setenta prisioneros, que fusilarán días después tras Consejo de Guerra sumarísimo.
En el resto de España, el golpe militar ha fracasado. Los sublevados mantienen algunas posiciones, pero su situación es apurada. Las principales ciudades, Madrid, Barcelona, Valencia, Bilbao, se mantienen fieles al gobierno. La única esperanza de los golpistas reside en las tropas de África, la élite del ejército español, cuarenta mil soldados curtidos en las guerras de Marruecos. Pero con la mar por medio y la escuadra en manos de la República, el transporte de esas tropas a la Península no parece factible.
Franco no pierde el tiempo. Hay que solicitar ayuda a los países que pueden simpatizar con la causa rebelde. El 19 de julio Luis Bolín regresa a la Península en el Dragón Rapide con un mensaje autógrafo de Franco. La lista de la compra, escrita en un folio con el membrete del aeródromo de Tetuán, expresa por sí misma la urgencia de la petición:

 

Autorizo a don Luis Antonio Bolín para gestionar en Inglaterra, Alemania o Italia la compra urgente para el Ejército español no marxista de aviones y material.

 

Tetuán, 19 de julio de 1936.

El General Jefe, FRANCISCO FRANCO

 

Interesados en 12 bombarderos y tres cazas con abundante provisión de bombas de 50, 100 y 500 kilos.

 

Bolín hace escala en Lisboa y se entrevista con el general Sanjurjo en Estoril. El general, que está haciendo las maletas para volar a España a encabezar la rebelión, añade de su puño y letra en la misiva de Franco:

 

Conforme con lo que autoriza el general Franco.

 

JOSÉ SANJURJO

 

Al día siguiente, Bolín aterriza en Biarritz, donde lo esperan Luca de Tena y el financiero Juan March. Desde allí vuela hasta Marsella para proseguir, en vuelo comercial, hasta Roma. La entrevista con el conde Galeazzo Ciano, ministro de Exteriores y yerno de Mussolini, se salda con un fracaso. El día 23 el funcionario de Exteriores Filippo Infuso comunica que Italia no ayudará a los rebeldes españoles.

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