CUARTA SÍNTESIS

Publicado el 26 de diciembre de 2021, 20:50

La organización territorial del Estado acaba siendo incompatible con la unidad de España que pretende salvaguardar. Inicia un proceso de vaciamiento del Estado, siempre interpretado políticamente por un Tribunal Constitucional a favor del centrifuguismo, que no tiene fin. Desarma un Estado para construir diecisiete poderes regionales que copian, reproducen y multiplican los vicios del centralismo pero con el “mérito” de hacerlos más insoportables por más cercanos al ciudadano que debe soportarlos. Acomplejados por su origen turbio (franquistas reconvertidos en demócratas, jacobinos vestidos con piel de autonomistas), utilizaron las reglas del juego político para esconder sus complejos y hacerse perdonar sus conversiones a la fe autonómica . El autonomismo español ha huido de un Estado para crear 17.
Diecisiete formas distintas de ser centralista en sus respectivos territorios. Desde Tocqueville es sabido que es mucho peor soportar un tirano local que uno central. Exactamente ése parece el logro de nuestro autonomismo. Mediante un sistema electoral proporcional, donde no cabe la representación del ciudadano , donde el elector no elige ni puede deponer al mal gobernante, donde la disciplina partidista es feroz y no cuenta sino el designio del líder y su camarilla, se crean 17 castas políticas o, mejor, 17 oligarquías locales. La falta de representatividad del sistema electoral central es copiada sin piedad por los sistemas electorales autonómicos. Mediante ese sistema de reparto de cuotas de poder en parlamentos regionales, los partidos de la oligarquía central con sus ramificaciones locales, controlan cada parcela de poder local, ya sea judicial, territorial, audiovisual, satelital cuando ésta llegue y escapan a cualquier control . Es decir, se hacen incontrolables. Y quién tiene poder y no es limitado por nada ni por nadie tiende al abuso permanente, que en política se llama corrupción. Tenemos, por tanto, la verdadera contribución del Título VIII de la Constitución: 17 formas distintas de corromperse y corromper lo más cercano a la propia vida: el lugar donde se nace, donde se vive, donde se crece.

Falso que se enterrase un centralismo autoritario por un autonomismo garante de libertades. Se crea un centralismo mastodóntico muy cercano y por ello más tiránico.

Incontrolable y controlador de las altas instancias penales autonómicas donde se ventila la independencia del poder judicial frente al político. Potente maquinaria que borra sus huellas para que nadie se interponga en su camino. Y nadie ose investigarlo. Las cuotas de partido y la disciplina, (recordemos que la Constitución prohibía el mandato imperativo y que afirmaba que el comportamiento de los partidos sería democrático) permiten tener un control absoluto del partido de turno sobre cualquier parcela. Detentando un poder sin control y sin representación alguna del elector la política autonómica se ha hecho oligarquía. Logra corromper el principio de proximidad del poder al ciudadano porque impide mediante la proporcionalidad que el elector esté presente en la toma de decisiones. Sólo a través de elecciones por distrito unipersonal y sistema mayoritario con mandato revocable e imperativo, el elector elige, controla y depone al mal gobernante. Justo lo que no tenemos. Mediante la proporcionalidad la política está ausente. Queda el reparto en función de la proporción de votos. Queda la gerencia del voto servil. Se instala la casta política, el clientelismo autonómico, la dación de contratos y prebendas en pago de los favores prestados. Oligarquía política que se entiende bien con la oligarquía financiera autonómica. ¿Y el elector? Como espectador de un sainete de tercera. Viendo cómo se hacen ricos los que ya eran ricos. Y viendo el espectáculo que trajo el autonomismo: los nuevos ricos locales. Más insoportables que los centrales. Los ves más a menudo.

Gran negocio del autonomismo a costa del elector. Demagogia y mentira sobre mentira. Prensa autonómica dependiente de la publicidad institucional local. Es decir, opinión pública inexistente. Amiguismo del periodista local y el político local. Garantía segura de continuismo de lo dado: falta de democracia y de dignidad en la vida pública.

El autonomismo necesita, para justificarse, crear 17 burocracias, 17 gastos para funciones artificiales, creadas de la nada. Reduplicación de funciones, entramado de competencias cruzadas que cansan al ciudadano, derecho autonómico ad hoc para desentramar la oscura ley de reparto competencial. Resultado: una norma residuo de competencias centrales y europeas, sin medios económicos para ser cumplida y de pésima calidad jurídica ha traído consigo una anomia autonómica , una deslegitimación de la norma local haciendo al ciudadano enemigo de sus propias leyes. Y las burocracias autonómicas no han sucumbido a la tentación de crear cuerpos de funcionarios dóciles. (No era difícil. Mediante la ausencia de mérito y de capacidad en la selección de su personal. Mediante larguísimos y arbitrarios interinatos). Y de juristas reconvertidos y conversos al autonomismo que les paga minutas fabulosas.

Frutos amargos del autonomismo en España. Pero queda quizá el más amargo. Ideado como fruto del complejo centralista del Presidente Suárez, el autonomismo vino a tratar de contentar y satisfacer el ansia de poder local de los partidos nacionalistas que sabían que tendrían representación en virtud del sistema proporcional. Imbuido de la demagogia igualitaria elevó a rango de generalidad lo que era demanda de los nacionalistas convirtiendo las autonomías históricas en café obligado para todos. Gustase o no gustase el café. Desde ese momento excitó los ánimos nacionalistas y despertó sus ansias de diferenciarse. Ya no descansarían hasta lograr la diferenciación completa del resto de los españoles. Prendió la mecha del independentismo y de la ruptura de España.

Título de la Constitución que trae por su propia lógica la desaparición de España. Constitución que constituye la negación de aquello a lo que aspira.

Supuesto mérito del texto constitucional en su aspecto autonómico ha sido el mejor reparto de riqueza. Sin embargo los hechos tercos rectifican ese tópico. Después de casi treinta años del texto, el autonomismo ha logrado endeudar a cada ciudadano que debe pagar la factura de inversiones públicas improductivas e inútiles muchas veces.

Ha servido de coartada al acomplejado nacionalista para que ya no sea España la que esté presente en los foros de discusión europea sino sus regiones. Autonomistas de ocasión que se comportan como verdaderos jacobinos en sus territorios. Con todo el poder y sin ningún control. El autonomismo en España vacía la única posibilidad de democracia en España. Que sólo puede darse con un país unido, hecho dado de la existencia y no proyecto, que elija a su Presidente mediante un sistema mayoritario por distritos uninominales y separe en su origen mediante elecciones separadas el legislativo (elegido por el único sistema representativo, el mayoritario) del ejecutivo.

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