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Publicado el 27 de diciembre de 2021, 23:25

Como ya dije, las nuevas necesidades y satisfacciones tienen una base muy material. Ellas no han sido ideadas; son derivación lógica de las posibilidades técnicas, materiales e intelectuales de la sociedad industrial avanzada. Ellas son inherentes y resultan una expresión de la productividad en la sociedad industrial, avanzada, que hace mucho tiempo atrás volvió obsoletos todos los tipos de ascetismo del universo interior, toda la disciplina del trabajo sobre la cual se fundó la moralidad judeo-cristiana en pleno.
¿Por qué esa sociedad está superando y negando ese tipo de hombre, el tipo tradicional de hombre, y las formas de su existencia así como la moralidad a la cual él debe tanto de sus orígenes y fundamentos? Esa productividad nueva y desconocida, que no fue anticipada, reconoce el concepto de una nueva tecnología de la liberación. En tal punto sólo puedo mencionar rápidamente lo que tengo en la mente: tendencias arrolladoras y, en verdad, aparentemente utópicas como la convergencia de la técnica y del arte, la convergencia del trabajo y del ocio, la convergencia del sector de la necesidad y del sector de la libertad. ¿Cómo? No sujetos más a los dictámenes de la lucratividad y de la eficacia capitalistas, a los dictámenes de la escasez que actualmente es perpetuada por la organización capitalista de la sociedad, al trabajo socialmente necesario, podrían volverse (se volverían, ya encontramos esa tendencia) cada vez más científicos. La experimentación técnica, la ciencia y la tecnología podrían volverse (se volverían) un juego con las potencialidades hasta entonces ocultas —metódicamente escondidas y bloqueadas— de los hombres y las cosas, de la sociedad y la naturaleza.
Ello significa uno de los más antiguos sueños de toda teoría y práctica radicales. Significa que la imaginación creadora, y no sólo la racionalidad del principio de desempeño, se convertirían en una fuerza productiva aplicada a la transformación del universo social y natural. Significaría la aparición de una forma de realidad que surge de la tarea y del medio de desarrollo de la percepción y la sensibilidad del hombre.
Agrego ahora un concepto drástico: esto significaría una realidad «estética» «, la sociedad como obra de arte. Hoy, esa es la posibilidad de liberación más utópica, más radical.
En términos concretos, ¿qué significa eso? Como he dicho, aquí no estamos interesados en la percepción y en la sensibilidad aisladas, sino en que la percepción y la sensibilidad, la imaginación creadora, la acción, devengan en fuerzas de transformación. Como tales, ellas orientarían, por ejemplo, la reconstrucción total de nuestras ciudades y del campo; la restauración de la naturaleza tras la eliminación de la violencia y la destrucción de la industrialización capitalista; la creación de espacio interno y externo para la privacidad, autonomía individual, tranquilidad; eliminación del barullo, de los públicos hipnotizados, de la convivencia forzada, de la polución atmosférica, de la fealdad. Estas exigencias no son —y no hay manera de remarcarlo con vigor suficiente— pretenciosas y románticas. Hoy los biólogos enfatizan que se trata de necesidades del propio organismo humano, y que su represión, su perversión y destrucción por parte de la sociedad capitalista mutilan en realidad al organismo humano, no sólo en sentido figurado sino de modo bien real y literal.

Creo que sólo en un universo así podrá ser el hombre realmente libre, y sólo allí podrán establecerse relaciones realmente humanas entre los seres libres. Creo que la idea de un universo así también guió el concepto del socialismo de Marx, y que esas necesidades y metas estéticas deben, desde el principio, estar presentes en la reconstrucción de la sociedad y no apenas en el fin, en el futuro distante. Si no, las necesidades y las satisfacciones que reproducen una sociedad represiva serían transportadas a la nueva sociedad; hombres represivos llevarían consigo su represión a la nueva sociedad.
Pero, en este punto más distante, la cuestión es: ¿De qué manera es posible imaginar la aparición de tales necesidades y metas cualitativamente distintas expresadas como necesidades y metas orgánicas y biológicas, y no como valores superpuestos? ¿Cómo podemos imaginar la aparición de esas necesidades y satisfacciones dentro y contra de la sociedad constituida, o sea, antes de la liberación? Ésta es la dialéctica con la que comencé: que en un sentido muy definido, para poder crear una sociedad libre tenemos que ser libres.
Es innecesario decir que la precondición para ese cambio cualitativo reside en la disolución del sistema existente. Y cuanto más eficaz sea el aparato represivo de las sociedades opulentas, tanto menos será la probabilidad de una transición gradual desde la servidumbre hacia la libertad. El hecho de que hoy no podamos identificar como fuerza revolucionaria a una clase social específica o a cualquier grupo determinado, no es disculpa para la no utilización de cualquier posibilidad y todo método para frenar los mecanismos de represión individual. La disgregación de la oposición potencial de la población subyacente corresponde precisamente al carácter total de la sociedad capitalista avanzada. Las contradicciones internas del sistema son tan graves como siempre lo han sido, y son pasibles de agravarse a causa de la expansión violenta del imperialismo capitalista. No sólo las contradicciones más generales entre la tremenda riqueza social a un lado, y el uso destructivo, agresivo y pródigo de tal riqueza al otro; sino contradicciones mucho más concretas como la necesidad de automatización del sistema, la reducción permanente de la base humana en el potencial físico de trabajo para la reproducción material de la sociedad y, de tal modo, la tendencia a diluir las fuentes de lucro excedente y, finalmente, la amenaza de desempleo tecnológico que inclusive la sociedad tecnológica es incapaz de compensar con la invención de trabajos cada vez más parasitarios e improductivos: todas estas contradicciones existen y en relación a ellas es probable que incrementen la supresión, la manipulación y la integración.

Pero la realización está allí mismo, el terreno puede y debe ser preparado. Hay que surcar la conciencia mutilada y los instintos mutilados. La sensibilidad y la conciencia de los nuevos valores trascendentes y antagónicos están allí. Y se hallan precisamente entre grupos sociales todavía no integrados y entre los que, en virtud de su posición privilegiada pueden atravesar el velo ideológico y material de la comunicación de masas y del adoctrinamiento; me refiero a la inteligentsia.

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