El profesor Marcuse estuvo en París entre el 6 y el 12 de mayo de 1968, cuando la crisis francesa se desencadenaba. El día 23 del mismo mes, entre varios centenares de estudiantes y docentes de la Universidad de California en San Diego, dio a conocer sus impresiones sobre los caracteres de la situación en Francia, sucesos que se han denominado «la revolución de mayo».
El movimiento se inició casi inocentemente como actividad para la reforma de la Universidad. Aparentemente la chispa fue una manifestación en Nanterre (nueva sección de la Universidad de París) que sobrevino contra medidas disciplinarias aplicadas a estudiantes que habían participado en una manifestación contra la guerra de Vietnam. Luego se produjeron manifestaciones en la propia París, en la Sorbona, y las demandas fueron usuales; en especial, la reforma radical de la estructura universitaria, medieval y absolutamente perimida.
A fin de dar mayor peso a estas exigencias, la manifestación estudiantil tuvo lugar en el patio de la Sorbona. Por alguna razón que en verdad nadie entiende —la manifestación fue perfectamente pacífica— el rector de la Universidad, aparentemente por sugestión del ministro del interior, pidió a la policía que despejara el patio. La policía se hizo presente e invadió la Sorbona por primera vez en la historia de esta Universidad.
Indudablemente ésta fue una novedad histórica. Las universidades europeas tienen inmunidad contra la policía. Se da por sentado que los policías no entran a las universidades y ello es una antigua tradición a la que Francia y otros países se han adherido. Fue la primera vez en la historia que la policía intervenía y despejaba por la fuerza el patio, con un saldo de varios centenares de estudiantes heridos. A partir de ahí se produjeron manifestaciones más y más grandes, iniciadas en remotos rincones de París y convergentes todas hacia el Barrio Latino. En el interín la Sorbona había sido clausurada y todo el sector circundante a la misma quedó bloqueado y ocupado por las fuerzas policiales. Ahora los estudiantes exigían que se reabriera su Universidad y que el Barrio Latino, que ellos consideran como propio, fuera evacuado por la policía y volviera a ser su barrio.
Los estudiantes convergieron sobre la Sorbona y, dado que se informaba que la policía volvería a despejar el sector por la fuerza, se construyeron barricadas. Este suceso fue realmente espontaneo. Sucedió que los estudiantes tomaron simplemente los innumerables automóviles estacionados, no sólo en las calzadas sino como es habitual en París también en las veredas, y sin la más leve consideración por la propiedad privada los dieron vuelta y los atravesaron en las calles. No en los bulevares amplios, lo cual habría sido tarea vana, sino en antiguas calles más angostas, atrás de la Sorbona. Entonces, encima de los autos, acumularon toda clase de maderas, deshechos, cartones, latas de basura,
todo lo que pudieran encontrar.
Luego arrancaron las señales callejeras, «sentido único», «pare» o lo que fuese, y con ellas removieron los buenos viejos adoquines de París, que ya habían servido en la revolución del 48 y de 1870, y los utilizaron como armas masivas contra la policía. También se armaron con las tapaderas de los tachos de basura y con cadenas de hierro. Y siguieron poniendo sobre las barricadas todo lo que pudieron encontrar. Así las elevaron hasta una altura de tres y medio a cuatro metros, y el slogan fue no atacar a la policía sino enfrentarla en las barricadas. Todo marcha bien hasta eso de las 2:30 de la mañana, hora en que la policía recibió orden de despejar las calles y remover las barricadas. Sucedió que la policía utiliza granadas de gas lacrimógeno, y se sostiene que también gas con base de clorina (las autoridades lo niegan, pero la evidencia parece corroborarlo). Yo mismo he visto a estudiantes con el rostro completamente rojo… los ojos completamente inflamados. Usaron ese gas con el resultado, por supuesto, de que todas las barricadas debieron ser evacuadas.
El gas forzó a los estudiantes a dejar las barricadas y a huir. Tras ello la policía aparentemente disparó granadas incendiarias, con lo cual el fuego ganó las barricadas. Quisiera señalar que durante estos momentos, y ésta es la mayor diferencia entre los acontecimientos en París y aquí, la población del barrio simpatizó definida y decisivamente con los estudiantes. Y desde las ventanas de los departamentos arrojaron a la policía todo tipo de cosas. Los agentes respondieron disparando granadas de gas hacia esos departamentos.
Los estudiantes trataron de huir, pero resultó que sus propias barricadas se convirtieron en obstáculos para ellos, porque habían bloqueado ambos extremos de la calle y no había manera de salir. Fue un juego fácil para la policía. En conjunto hubo unos 800 heridos esa noche, y de ellos, no obstante, entre 350 y 400 policías.
De ningún modo esto concluyó las manifestaciones y la protesta. Su joven líder, Cohn-Bendit, que organizó las barricadas y estuvo en ellas todo el tiempo hasta las 6 de la mañana hora en que la batalla callejera estuvo perdida, dijo: «Ahora queda sólo una cosa por hacer; la huelga general». Al lunes siguiente la orden de huelga fue seguida en un cien por ciento.
En este punto, me gustaría sugerirles porque creo en la gran importancia de este acontecimiento. En primer lugar, este hecho debe curar de una vez por todas a todo aquel que todavía sufre el complejo de inferioridad del intelectual. No cabe la más leve duda de que, en este caso, los estudiantes mostraron a los obreros qué debe hacerse, y que los obreros siguieron el slogan y el ejemplo establecido por los estudiantes. Los estudiantes fueron literalmente la vanguardia, no de la revolución pues esto no es una revolución, sino de una acción que indudablemente se convirtió espontáneamente en una acción masiva. Según mi opinión este es el punto decisivo. Durante estas semanas hemos sido testigos en París del súbito resurgimiento y retorno de una tradición, y esta vez una tradición revolucionaria que ha estado inactiva en Europa desde el comienzo de los años veinte.
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