PARTE PRIMERA LA ETAPA DE LA II REPÚBLICA (1931-1936) CAP. I. SITUACIÓN ECONÓMICA I.1. CARACTERÍSTICAS GENERALES. I.2. LA COMARCA DE TORO EN LOS AÑOS REPUBLICANOS. (1-11)

Publicado el 11 de enero de 2022, 7:06

La economía se caracteriza en el momento del advenimiento de la II República por unas características que se van a perpetuar durante este régimen 1 :
- Proteccionismo arancelario debido al nacionalismo económico que producía la reserva del mercado nacional y un cierre exterior de la economía española (“arancel de guerra” de 1891, arancel de 1906 de Amós Salvador, “arancel Cambó” de 1922), volviendo ésta escasamente competitiva.
- Intervencionismo discrecional del Estado en forma de un arbitrismo débil en sus argumentos que se refuerza durante los años de la dictadura, originando una dependencia del sector público y el mantenimiento de empresas ineficientes.
- Inmovilismo institucional, sobre todo en el ámbito tributario, que imposibilita un crecimiento económico sostenido debido a los intereses individuales y corporativos.
- Corporativismo con el surgimiento, sobre todo en la Dictadura, pero ya desde principios de siglo, de todo un conjunto de organizaciones (comités, juntas, uniones, consejos, asociaciones, etc.) que interfieren en la vida económica y dirigen hacia sus intereses particulares las decisiones oficiales.

 

Estas tendencias no van a ser modificadas esencialmente por los distintos gobiernos de la II República y van a pesar como un lastre en su desarrollo político y económico.


Además, la llegada de la II República se produjo en un momento de crisis económica mundial, lo que afectaba a España, a pesar de no ser de los países más industrializados y más integrados en los circuitos comerciales que fueron los que más sufrieron la crisis de los años 30. Junto a esto, España era un país con un elevado endeudamiento heredado del régimen anterior, pues la política de obras públicas de la dictadura produjo un alto gasto público que servirá para sostener la renta nacional, pero también va a provocar un elevado déficit público y un marasmo económico que afrontará el régimen republicano 2 . Por último, convergen otros dos factores que pesan como una losa sobre el desenvolvimiento económico del régimen republicano. Por un lado el deterioro de las expectativas empresariales, patente ya desde un par de años antes, y que se manifiesta en una menor inversión privada y en una fuga de capitales hacia el extranjero. Y por otro lado, la agudización del malestar campesino, tanto por la tensión acumulada durante la Dictadura como por las esperanzas suscitadas por el régimen republicano al afrontar el secular problema del reparto de la tierra.

 

A pesar de todo ello los republicanos intentaron poner en marcha procesos de modernización y transformación social y económica, que se vieron, sobre todo, interrumpidos por los efectos más graves de la crisis mundial a partir de 1935 3 . Estos intentos no pasaron de meros proyectos, en parte por las discordias internas y en parte, y fundamentalmente, por la férrea oposición de las fuerzas tradicionales. España siguió con una estructura económica y social desequilibrada, siendo un país con una economía cerrada, fundamentalmente agrícola y muy poco poblado en comparación con el resto de Europa Occidental.

 

En 1931 España tenía 23.563.867 habitantes y en 1936 llegó a los 24.693.000, con unas estructuras demográficas que lentamente se modernizaban y un reparto muy desigual de la población en el territorio: una mayor densidad en el Sur, Madrid y litoral, mientras había escasez de población en zonas de Aragón, Castilla, León y Extremadura. Estas zonas precisamente sufrían más la emigración, que en estos años se estaba dirigiendo a los centros urbanos y zonas industriales en sustitución de la emigración ultramarina (procesos de urbanización e industrialización) 4 . Precisamente los años republicanos son de balance positivo en el saldo migratorio con más entradas que salidas del país, por el retorno de muchos que habían emigrado años antes a “hacer las Américas”, además de producirse una caída en la nupcialidad y natalidad.

 

La agricultura aportaba más del 30% del producto social del país y experimentó un crecimiento en la producción durante el quinquenio republicano, salvo en los productos de exportación (aceite, vino y naranjas). Por su parte, el 45,51% de la población activa en 1931 pertenecía a la agricultura, es decir, unos 3.900.000 personas y de estos “casi dos millones como obreros agrícolas sin tierras, o yunteros, o pequeños agricultores con explotaciones tan reducidas que habían de dedicar una mayor o menor parte de su tiempo a trabajar como asalariados” 5 . A esto había que añadir el gran número de pequeños agricultores que subsistían gracias a los contratos de arrendamiento (colonos, foreros, rabassaires). Además, existía una pésima distribución de la propiedad: latifundismo en la mitad sur y minifundismo en la mitad norte. Y finalmente existía un subempleo crónico en las tareas agrícolas. En definitiva, una situación caracterizada por graves problemas estructurales en el campo, excesivo peso agrícola en la economía, subempleo crónico, elevado número de jornaleros y contratos de arrendamiento en muchos casos perjudiciales para el pequeño colono.

 

Si esta coyuntura se entremezcla y confunde con procesos de modernización de largo alcance y con la creación de expectativas entre el campesinado que generó la llegada de la República y la política del primer bienio, que parecía iba a ser reeditada a partir de febrero de 1936, la cuestión agraria se convierte en el eje de la política nacional y en el núcleo de los conflictos sociales. A su vez estas reformas contaban con una oposición extrema, con lo que la situación se convierte en verdaderamente problemática. “Si transformar en crecimiento hubiera sido ya difícil, por el juego de las fuerzas sociales y políticas enfrentadas, transformar en el estancamiento o en la recesión, por moderada que fuera, había de avivar las tensiones en nuestro país hasta lo difícilmente superable por la fragilidad de todo régimen. Si las tensiones enfrentadas forman, como desgraciadamente fue en tantos casos bajo la II República, una oposición cerril, el problema aparece ya como prácticamente insoluble” 6 .

 

La agricultura española se basaba fundamentalmente en el cultivo del trigo y las leguminosas, que ocupaban el 73,6% de la tierra cultivada, seguidos estos cultivos a muy larga distancia por el viñedo y el olivar, los cultivos industriales, los frutales y la horticultura.


En España no podemos hablar de una agricultura, sino de las “agriculturas de España”, que definimos a partir de varios factores: el clima y la topografía que indican los cultivos dominantes; y los factores históricos (Conquistas de los Reinos cristianos, Repoblación, Desamortización). De este modo podemos hablar de tres modelos si atendemos básicamente al tipo de cultivos 7 :

1) Septentrional: Galicia, Asturias, Santander y País Vasco. Basado en el cultivo de cereal en estancamiento y en el maíz y la patata en expansión.
2) Mediterráneo: Valencia y Cataluña. Zonas de agricultura comercial y especializada (viñedo, agrios).
3) Interior: Aragón, ambas Castillas, León, Extremadura, Andalucía y La Mancha. El cereal triguero es mayoritario, después las leguminosas y a gran distancia el viñedo y el olivar.

 

Otro modelo de clasificación estaría fundamentado en los sistemas de propiedad de la tierra, que se muestran como el elemento diferenciador fundamental entre los campesinos de las distintas regiones 8 . De este modo tendríamos dos grandes modelos:

1) Zona de predominio latifundista: Andalucía, Extremadura, La Mancha y parte de Salamanca. Las tierras pertenecían a propietarios absentistas y se explotaban mediante la contratación eventual de braceros en su mayoría analfabetos y con un nivel de vida ínfimo.
2) Zona de predominio minifundista: Resto del país. Dominan los pequeños propietarios y arrendatarios y la propiedad familiar con una microparcelación excesiva. Es, en definitiva, el dominio de los “pequeños campesinos que satisfacen sus necesidades vitales con lo poco que sacan de la tierra, de una superficie mínima de tierra de mala calidad” 9 .

 

Por su parte, la industria sufre un estancamiento, debido en parte al recorte de la
inversión pública que afectó a la construcción y a la siderurgia y en parte a la disminución de las exportaciones de la siderurgia vasca por la crisis mundial. Estos sectores de la industria tradicional estaban precisamente vinculados a las ayudas y subvenciones de todo tipo de la dictadura primorriverista, lo que unido al recorte del gasto público por los gobiernos republicanos que aplicaron una ortodoxia presupuestaria liberal (equilibrio entre ingresos y gastos) acarreó en muchos casos su oposición al régimen recién nacido.


El sector industrial dependía del poder adquisitivo creado por la agricultura y se concentraba en dos o tres regiones, dejando el interior del país en una modernización superficial, con unas ciudades, a excepción de las mayores, conservando “sus funciones tradicionales como mercados locales, aunque algunos adquieren nuevas actividades con las industrias químicas y ligeras. La plaza del mercado era el centro de la ciudad antigua, rodeada de pequeñas tiendas, en torno a ella se había desarrollado una ciudad nueva” 10 .

 

Por todo lo anterior, crisis económica, estancamiento industrial, agricultura sin modernizar, retorno de emigrantes, etc., se toma conciencia de un grave problema: el paro. Es en este momento cuando se comienzan a realizar las estadísticas del desempleo, y a pesar de la confusión existente sobre las mismas, aumentó considerablemente el número de desempleados, aunque muchos tuvieran trabajo a tiempo parcial. Gil Pecharromán señala que la tasa de paro estaría entre un máximo del 12,9% para algunos historiadores y un mínimo del 7% para otros, muy alejadas ambas cifras de las existentes en Alemania o Estados Unidos en aquellos momentos. Pero es que el problema no era cuantitativo, sino cualitativo, debido a la inexistencia de mecanismos compensatorios de esa situación de carencia social 11 .


Las primeras cifras de julio de 1933 dan 544.837 parados, de los cuales el 53,6% eran trabajadores en paro completo y el 72,5% de las personas en paro parcial pertenecían al sector agrario, pues en el campo es donde el problema era más acuciante 12 y donde se jugaba su futuro el régimen republicano.

 

I.2. LA COMARCA DE TORO EN LOS AÑOS REPUBLICANOS.

 

La zona de análisis, la comarca de Toro 13 se encuentra en la provincia de Zamora, que pertenece desde el punto de vista agrícola a la España interior y desde el punto de vista industrial a ese interior atrasado, de ciudades tradicionales y basadas en las actividades comerciales tradicionales.

Se trata de una comarca y de una provincia “sin industrias, con una economía agraria arcaica y una red de comunicaciones subordinada dentro del sistema radial centralizado en Madrid [...] en condiciones de marginación estructural, tanto económica como política” 14 . Esto la va a convertir en una zona periférica de la economía nacional, subordinada a los intereses de otras áreas del país más desarrolladas, cuya función es la de ser proveedora de alimentos, de mano de obra y de energía barata.

 

En cualquier análisis de la provincia en general y de la comarca en particular debemos partir del conocimiento de la estructura agraria y la economía rural. No en vano, la Cámara de Comercio señalaba que “salvada nuestra agricultura está salvada la economía provincial hasta el extremo de que el industrial y el comerciante de Zamora se hallan pendientes durante todo el año de los éxitos y fracasos agrícolas de cada mes, que se reflejan diariamente en las transacciones, sin esperar a la realidad del desastre en la recolección del trigo o de la uva” 15 .

Mapa 3. Localidades de la comarca de Toro

Los grandes obstáculos para el desarrollo agrario de la comarca y de la provincia basada en el monocultivo cerealista, las legumbres y el viñedo eran según la Cámara de Comercio, la falta de comunicaciones y el desaprovechamiento de la riqueza hidráulica, la falta de medios para evitar la emigración, la ausencia de instrucción, la necesidad de inculcar la idea de cooperación y la excesiva parcelación de la tierra 16 . Además, como no, señalaban también la apatía para aceptar la protección oficial o para protestar. Por todo lo cual resultaba patente la situación de atraso y precariedad de la agricultura zamorana en su conjunto, aunque ciertamente debemos señalar que los datos indicaban un aumento en el uso de abonos, de maquinaria e incluso la Cámara de Comercio ponía el acento en que había agricultores que seleccionaban las semillas 17 .

 

Las industrias más importantes seguían siendo como en el Siglo XIX las de fabricación de harinas y vino, es decir, dos industrias que dependían de materias primas agrícolas, el cereal, trigo principalmente, y la uva, las dos más importantes de la provincia y comarca. A ellas habría que sumar las fábricas de electricidad (con “El Porvenir de Zamora” de José María Cid a la cabeza) y algunas otras como queserías, maderas, chocolate, textiles, ladrillos, etc.; la mayoría, pequeños negocios. A su vez existía una estructura empresarial arcaica, donde primaban los negocios familiares y sólo se contabilizaban treinta y cinco sociedades y una evidente falta de espíritu empresarial que impedía el despegue económico de la provincia.

 

No obstante lo anterior, los industriales y comerciantes tenían puestas algunas esperanzas para el desarrollo de la provincia en unos elementos que venían a producir un cierto despertar de la provincia zamorana. Nos estamos refiriendo concretamente a los siguientes tres:

 

1) La energía hidroeléctrica como fuente de energía gracias a la construcción de embalses (Saltos del Duero). Serviría para propulsar ferrocarriles e industrias, así como para el consumo doméstico ya que “es seguro que al Oeste de Castilla y en el centro de la península veamos surgir industrias electroquímicas y electrometalúrgicas” 18 .
2) “El anhelado ferrocarril Zamora-Orense-Coruña” para sacar los productos zamoranos fuera 19 , además de crear numerosos puestos de trabajo con su construcción.
3) La construcción de canales de riego, que convertirían las tradicionales tierras de cereal de secano y de viñedo en verdes regadíos con altas productividades. En nuestra comarca de estudio se había finalizado el canal de San José en la margen izquierda del Duero en 1935 y estaba en proyecto el canal de Toro y Zamora que la guerra interrumpió.

 

Todas estas esperanzas se verán truncadas, unas por la guerra, que paralizó la construcción de los canales y del ferrocarril y otras por la propia lógica del capitalismo hispano, ya que la electricidad servía para alimentar la industria vasca (la Sociedad Hispano-Portuguesa de Transportes Eléctricos, que era la concesionaria para los tramos internacionales, era de capital vasco y tenía las oficinas centrales en Bilbao) 20 .
De hecho, los mismos miembros de la Cámara de Comercio reconocerán la mala
situación de la provincia, cuando señalaban que sólo el 53% de los pueblos de la provincia estaban electrificados (el 96% del partido judicial de Toro), “resultando paradójico que tal acontezca en la provincia donde acaba de inaugurarse la fábrica más importante de la nación” 21 , refiriéndose a los Saltos del Duero. 

Luego realizan un rápido, pero sugerente análisis de las causas del estancamiento económico de la provincia insertándolo en el contexto general de crisis, si bien teñido de cierta carga ideológica. El retraimiento de la inversión “como consecuencia del trastorno político sufrido [...], aunque la República no intentara desarticular la marcha económica de la nación”, los conflictos sociales encarecedores de la mano de obra, “el abuso de las huelgas y las persistentes exigencias de la clase obrera”, las restricciones crediticias de la banca privada y la insignificancia del comercio exterior por las restricciones 22 eran las causas que aducían para entender la situación negativa desde el punto de vista económico de la provincia. También criticaban “la falta de espíritu de empresa o sencillamente la falta de iniciativa (adoptando como más cómoda la postura de imitación a la vista de negocios de marcha próspera)” 23 .

Al final se dejan llevar por esa carga ideológica y añadían “la necesidad de reafirmar el principio de autoridad y el respeto a la ley, para que el orden social sea restablecido sin más dilación, sin el temor angustioso de nuevas transgresiones, obligando a la legalización de todas las asociaciones de clase, impidiendo toda propaganda ilícita de fáciles doctrinas disolventes y atajando esa ola de anarquía y destrucción que amenaza acabar con nuestra patria” 24 . Pero se olvidan de señalar las malas condiciones estructurales de la provincia y de su situación periférica en el contexto del capitalismo hispano, centrándose en los conflictos sociales que fueron amplificados, sin por otro lado analizar a que se debían. De este modo, demuestra a las claras la mentalidad de gran parte de la clase media y alta industrial y comercial y de la derecha provinciana y preanuncia un discurso repetido hasta la saciedad durante y después de 1936.

 

En definitiva, una provincia en el círculo vicioso del subdesarrollo, lastrada por elementos negativos que imposibilitaban un avance más veloz hacia la modernización y que provocaban un estancamiento de su agricultura y su arcaica industria (o más bien habría que llamarla protoindustria). Ello genera un sentimiento pesimista, a pesar de algunas esperanzas, que no se verán satisfechas ni durante la II República, ni durante la dictadura franquista, pero en cada etapa histórica por motivos diametralmente diferentes.

 

1 GARCÍA DELGADO, J.L. y JIMÉNEZ, J.C.: Un siglo de España. La Economía. Madrid, Marcial Pons, 1999, pp. 83 y ss.

2 Para analizar esta temática vid PALAFOX, J.: Atraso económico y Democracia. La Segunda República y la economía española, 1893-1936. Edit. Crítica, Barcelona, 1991.

3 Jordi Palafox en la obra señalada anteriormente calcula que las medidas restrictivas de terceros países que afectaron a España produjeron reducciones del 40% en nuestras exportaciones en 1934 y del 45% en 1935.

4 GIL PECHARROMÁN, J.: La Segunda República. Madrid, Historia 16, 1989, pp. 58-59.

5 TAMAMES, R.: La República. La era de Franco. Madrid, Alianza Univ., Historia de España Alfaguara, Vol. VII, 1980, p. 67.

6 LÓPEZ LÓPEZ, A.: EL boicot de la derecha a las reformas de la Segunda República. La minoría agraria, el rechazo constitucional y la cuestión de la tierra. Madrid, Instituto de Estudios Agrarios, Pesqueros y Alimentarios, 1984, pp. 68-69.

7 ROMERO SALVADOR, C.: “Notas sobre las características socioeconómicas y las actitudes políticas del campesinado castellano durante la segunda mitad del siglo XIX y el primer tercio del siglo XX”, en VV.AA.: Haciendo historia: Homenaje al Prof. Carlos Seco. Madrid, Edit. Universidad Complutense, 1989, p 419.

8 MALEFAKIS, E.: “Los campesinos, la política y la guerra civil en España, 1931-1939”, en Agricultura y Sociedad, nº 8, julio-septiembre 1978, p. 11.

9 TERRÓN, E.: “Influencia de la agricultura sobre el desarrollo de la sociedad española, 1876-1936”, en Agricultura y Sociedad, nº 12, julio-septiembre 1979, p. 35.

10 CARR, R.: España 1808-1975. Barcelona, Ariel, 1985, p. 399.

11 GIL PECHARROMÁN, J.: Op. cit., p. 60.

12 PALAFOX, J.: Op. cit., p. 189.

13 En la Tabla 1 incluimos las localidades presentes en este estudio.

14 FERRERO FERRERO, F. (Coord.): Historia de Zamora. Zamora, La Opinión, 1991, Tomo II, p. 465.

15 CÁMARA OFICIAL DE COMERCIO E INDUSTRIA DE LA PROVINCIA DE ZAMORA: Zamora 1934. Memoria comprensiva de los aspectos más interesantes de la provincia. Zamora, Imprenta de Calamita, 1935, p. 29.

16 CÁMARA OFICIAL DE COMERCIO E INDUSTRIA: Op. cit., pp. 29-31.

17 CÁMARA OFICIAL DE COMERCIO E INDUSTRIA: Op. cit., p. 31. En 1934 había en toda la provincia cinco cosechadoras, once tractores, treinta y seis trilladoras y unas mil quinientas segadoras. Vid FERRERO FERRERO, F.: Op. cit., p. 472.

18 CÁMARA OFICIAL DE COMERCIO E INDUSTRIA: Op. cit., p. 68.
19 CÁMARA OFICIAL DE COMERCIO E INDUSTRIA: Op. cit., p. 83.
20 RUIZ GONZÁLEZ, C.: “Toro en la etapa republicana: estructura social y económica (1931-1936)”, en Anuario 1995, Instituto de Estudios Zamoranos “Florián de Ocampo”. Zamora, Diputación Provincial de Zamora, Zamora, 1998, p. 546.

21 CÁMARA OFICIAL DE COMERCIO E INDUSTRIA: Op. cit., p. 63.

22 CÁMARA OFICIAL DE COMERCIO E INDUSTRIA: Op. cit., p. 84.
23 CÁMARA OFICIAL DE COMERCIO E INDUSTRIA: Op. cit., p. 81.
24 CÁMARA OFICIAL DE COMERCIO E INDUSTRIA: Op. cit., pp. 86-87.

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