O geral sem medo, assassinado, nao é segredo quem matou Humberto Delgado.
Canción popular portuguesa
El día 24 de febrero de 1965 se descubren dos cadáveres en la finca Los Almerines, situada en el término municipal de Olivenza, pequeña localidad extremeña que los portugueses consideran, desde hace varios siglos, parte de su territorio nacional. 1 Los cuerpos presentan heridas de bala y pronto se averigua que son los del general portugués Humberto Delgado y su secretaria, la brasileña Arajaryr Moreira de Campos. El militar ha acudido al lugar donde ha sido asesinado para contactar con el supuesto enlace de un movimiento revolucionario de oposición a la dictadura de Salazar. En realidad, la falsa cita era una encerrona criminal urdida por la CIA y la policía política portuguesa da PIDE (Policía Internacional e de Defensa do Estado). Siete años antes, en su mensaje de fin de año, el dictador Oliveira Salazar había advertido a Delgado: «Sabemos todo lo que está ocurriendo. Nosotros os haremos callar, seremos duros e implacables hasta la crueldad».
Humberto Delgado se convierte en uno de los principales enemigos del régimen portugués en 1958, cuando se presenta a las elecciones a la presidencia del país como alternativa de la oposición, frente al candidato oficial, el almirante Américo Thomas. El poder controla los escrutinios y no hay ninguna posibilidad de transparencia en el proceso, pero Delgado pelea hasta el final y no cede a las fuertes presiones que el dictador ejerce sobre él. Popularmente se le empieza a conocer como el «General sin miedo».
Desde 1932, fecha en que es nombrado presidente del Consejo, Antonio de Oliveira Salazar es el dictador absoluto de Portugal. Sin embargo, le gusta tener por «encima» de él a un presidente títere de la República —en todos los casos, un militar de alta graduación— para comprometer al Ejército en el control del país. El general Osear Fragoso Carmona se presta a ese juego y cada siete años es reelegido, hasta 1951, fecha de su muerte. En 1948 se celebran las primeras elecciones presidenciales en las que un candidato de la oposición, en este caso, el general Norton de Matos, se opone a Carmona, pero decide retirarse pocos días antes de la celebración de los comicios. En 1951 es elegido el general Higinio Craveiro Lopes, nuevo candidato salazarista, que sustituye a Carmona. El representante de la oposición, agrupada en el Movimiento de Unidad Democrática, el profesor Rui Luis Gomes —ilustre matemático—, es rechazado como candidato por el Consejo de Estado. Sometido a un juicio político, finalmente se le deporta a la colonia penitenciaria de Santa Cruz de Bispo, en Oporto. Y el candidato que le tiene que sustituir, el almirante Quintao Morales, desiste de presentarse a las elecciones.
En 1958 se convocan nuevos comicios. Como candidato de la oposición se presenta esta vez el general Humberto Delgado, un hombre que antes ha apoyado decididamente al régimen portugués y, poco a poco, se ha ido distanciando de él. Delgado tomó parte activa en el movimiento del «28 de mayo», que más tarde iba a instaurar la dictadura de Salazar, y desde 1941 hasta 1943 representó al Ejército del Aire portugués en los acuerdos secretos con Estados Unidos que llevaron a la instalación de bases norteamericanas en las islas Azores. Considerado el general más brillante del Ejército portugués, Delgado es enviado por el propio Salazar a Washington, donde, paradójicamente, va a cambiar de ideas. Regresa a Portugal distanciado del dictador y defendiendo planteamientos democráticos para su país. Tras las elecciones de 1958 tiene que pedir asilo político en Brasil. Desde allí coordina, en 1961, el plan del general Enrique Galvao, que se apodera del trasatlántico Santa María, en una acción de propaganda política que tiene durante varios días a todo el mundo pendiente de la resolución del incidente. El secuestro, en el que participan españoles, concluye sin que haya víctimas. El fin de esta acción es alertar a la opinión pública sobre la situación de la península Ibérica, sometida a las dictaduras de Oliveira Salazar y Franco. Delgado se empieza a convertir en un personaje demasiado peligroso.
Los viajes del «General sin miedo» a Europa son cada vez más frecuentes, para mantener contactos con los dispersos grupos de la oposición antisalazarista. La principal base de actuaciones de Delgado en el Viejo Continente es Italia. En la embajada de Estados Unidos en Roma está destinado, como agregado militar, el coronel Vernon Walters, que mantiene contacto, a través de la red «Gladio», con ultraderechistas italianos, franceses, españoles y portugueses. Mario de Carvalho es uno de ellos. Este agente de la PIDE intenta estrechar lazos con Humberto Delgado haciéndose pasar por miembro del Frente Interior portugués. En ese momento, están instaladas en las colonias portuguesas, singularmente en Angola, grandes empresas norteamericanas, entre ellas General Mining, Bethlehem Steel o General Electric. Y ya trabaja para la CIA un personaje como Holden Roberto, quien, tras la independencia de Angola, después del 25 de abril, combatirá al MPLA socialista (Movimiento Popular de Liberación de Angola) con su grupo armado UNITA (Unión Nacional para la Independencia Total de Angola),
financiado por Estados Unidos y Sudáfrica.
Desde Roma, Vernon Walters envía un informe a Langley en el cual señala que Humberto Delgado no es controlable. Dirige la Agencia McCone y sus dos hombres de confianza son William Egan Colby y Richard Helms. Ambos llegarán a directores de la CIA. Y Walters a director adjunto bajo las órdenes de Helms. Éste, en 1962, se encuentra al frente del Departamento de Operaciones Secretas. En septiembre de ese año se crea, dentro de ese departamento, la sección de Tareas Especiales y su primer jefe es William Harvey. Una de las primeras operaciones que se hace bajo su mando es provocar el accidente del avión personal de Enrico Mattei, directivo de la Sociedad Nacional de Hidrocarburos de Italia. Los detalles del atentado se acuerdan con el general De Lorenzo, jefe de los servicios secretos italianos.
1 Ciudad de la provincia de Badajoz, situada junto a la raya de Portugal, Olivenza ha sido alternativamente española y portuguesa a lo largo de la historia. En 1297 fue cedida por el monarca castellano Fernando IV a Portugal. Y en 1657, en el curso de la guerra hispanoportuguesa, conquistada por las tropas españolas que mandaba el duque de San Germán. En 1668, a consecuencia del Tratado de Lisboa, es devuelta a Portugal. Y durante la llamada guerra de las Naranjas, el 20 de mayo de 1801, reconquistada por las tropas que manda Manuel Godoy. En junio de ese año, el Tratado de Badajoz ratifica que Olivenza es una posesión española. Posteriormente, en el artículo 105 del Tratado de Viena, se aconseja a España restituir, «lo más brevemente posible», ese territorio a Portugal. España nunca cumplirá esa cláusula del Tratado. Una de las consignas «patrióticas» que lanza el régimen de Salazar es: «Olivenza es portuguesa».
El director de cine Julio Diamante relata una curiosa anécdota en relación con Olivenza. En 1956, después de ser detenido durante una movilización estudiantil, Diamante va a parar a los sótanos de la Dirección General de Seguridad, en la Puerta del Sol madrileña. Una vez encerrado en la celda, empieza a adaptar su vista, poco a poco, a la oscuridad de la galería. Desde la mazmorra de enfrente alguien le pregunta por qué está allí y él se lo explica. El otro detenido le dice entonces: «Mi hijo, que está en la celda de al lado, y yo estamos detenidos porque somos miembros de «Olivenza Libre». Pocas noticias más hay de ese movimiento independentista, enfrentado con los Estados español y portugués.
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