Con el visto bueno de Langley, tras el informe de Walters, se comienza a preparar una acción contra Delgado. El segundo secretario de la embajada de Estados Unidos en Portugal, Glenwood Mathews, se encarga de coordinarse con la PIDE.
Mientras tanto, en Italia aparece en escena André Resfelder, un ingeniero y geólogo francés, pied-noir, que ha participado, en abril de 1961, en el «putch de los generales» que intentaba parar el proceso de independencia de Argelia. De Gaulle aplasta la sublevación y Resfelder huye a Italia, donde conecta con la organización neofascista «Ordine Nuovo», a través de la cual conoce a Licio Gelli, futuro dirigente de la logia masónica P-2 y agente de la CIA desde poco después de 1947. 2 Gelli es quien pone en contacto a Resfelder con Walters. La OAS se encarga, a partir de ese momento, de hacer los seguimientos de Humberto Delgado, en coordinación con la PIDE.
El mayor Fernando Eduardo da Silva Pais, director general de la PIDE, encarga a sus hombres Agostinho Barbieri Cardoso y Alvaro Pereira de Carvalho que secuestren a Humberto Delgado. Barbieri Cardoso es quien mantiene los contactos con la OAS. Se encargará de la operación el comando de Jean-Jacques Sussini. Tras salir forzosamente de Argelia en 1962, muchos miembros de la OAS se refugian en Portugal y pasan a servir a la PIDE. Intervienen en el hostigamiento de los militantes antisalazaristas y anticolonialistas portugueses exiliados en Francia. La policía gala conoce esas actividades de Barbieri Cardoso y, en el verano de 1963, tiene que asegurar la protección del escritor y militante antifascista portugués Castro Soromenho, que entonces reside en París. 3
Los miembros del comando Sussini están reclamados en Francia, pero pueden actuar con completa libertad en Italia y, sobre todo, en España. Tras un frustrado intento de secuestro de Delgado en París, Carvalho decide que la operación se debe desarrollar en el país trasalpino. El 25 de septiembre de 1964 escribe una carta al general, que se encuentra en Argel, como miembro del Frente Interior. Le pide una reunión en Roma. Delgado desconfía de él y le cita en París. El encuentro se celebra el día 29 de diciembre, en el hotel Caumartin, y allí Carvalho le habla a Delgado del supuesto movimiento revolucionario que él debe encabezar. La siguiente cita será en España, cerca de la frontera con Portugal, en Olivenza. Un lugar muy simbólico: el «Gibraltar» portugués. 4
Delgado y Arajaryr desembarcan en Algeciras sin ninguna dificultad. Desde allí se trasladan a Sevilla, y al día siguiente les recoge en la capital andaluza un taxista a quien han encargado llevarles hasta Badajoz.
En el lugar de la cita, en medio del campo, en la linde entre Olivenza y Villanueva del Fresno, Casimiro Monteiro dispara tres balazos contra el pecho de Humberto Delgado y después le da el tiro de gracia. Agostinho Tienza estrangula a Arajaryr Moreira. Los asesinatos se producen el día 13 de febrero, pero los cuerpos no aparecen hasta once días después. Desde el primer momento, el régimen portugués, en colaboración con el ministro de Información y Turismo español, Manuel Fraga Iribarne, lanza cortinas de humo sobre la desaparición de Delgado, a pesar de que la policía franquista sabe perfectamente que Humberto Delgado y Arajaryr han pernoctado la noche del 12 al 13 de febrero en Badajoz. Desde Lisboa, la agencia oficial ANI difunde continuas notas intoxicadoras, como que el general «podría encontrarse detenido en una prisión española». Por fin, el día 24 de abril aparecen los cadáveres y, poco después, son identificados. Entonces, el Gobierno de Salazar comienza a sostener la tesis de que el general ha sido asesinado por los comunistas o por los miembros del Frente Patriótico de Liberación Nacional.
La policía española tiene la certeza de que los enemigos políticos del general dentro de la oposición portuguesa no tienen nada que ver en el asunto. Argel está plagado de agentes y confidentes dedicados a controlar a los refugiados políticos antifranquistas y se sabe que los portugueses del Frente Patriótico de Liberación Nacional no han intervenido en el atentado contra Delgado. Están tan perplejos por su desaparición como el resto de la opinión pública internacional.
En España, los encargados de investigar los asesinatos, por encargo de la familia Delgado, son los abogados españoles Mariano Robles Romero-Robledo y Jaime Cortezo Velásquez-Duro. Desde el primer momento, tienen la seguridad de que la PIDE está detrás de lo ocurrido, pero el Gobierno portugués se niega a entregar a los culpables y a prestar la más mínima colaboración. Por tanto, en España no se celebra ningún juicio sobre el caso.
Después del 25 de abril, la Justicia portuguesa llega a la conclusión de que los responsables directos de las muertes de Delgado y Arajaryr Moreira son los miembros de la PIDE Casimiro Teles Jordao Monteiro —autor material de los disparos—,Antonio Rosa Casaco y Alvaro Pereira de Carvalho. También se condena como implicados en el atentado a Fernando da Silva Pais, director de la PIDE, y a Agostinho Barbieri Cardoso, subdirector.
No era la primera vez que Rosa Casaco participaba en una operación contra Delgado. Antes había formado parte del comando que, en enero de 1961, fue expulsado de Brasil porque las autoridades del país sospecharon que querían atentar contra la vida del general. Tras los asesinatos de Olivenza, Rosa Casaco continúa residiendo con toda normalidad en Lisboa, hasta la Revolución de los Claveles. El día siguiente de la caída de Marcelo Caetano —heredero y sucesor de Salazar—, cruza la frontera hacia España y se refugia en Madrid, protegido por el coronel Eduardo Blanco, director general de Seguridad, y por el comisario jefe de la Brigada Político-Social, Vicente Reguengo. En octubre de 1975, poco antes de la muerte de Franco, se traslada a Brasil, pero pronto vuelve a España, donde vive con toda tranquilidad hasta que es detenido, en abril de 1998, 5 con ochenta y dos años ya, y puesto a disposición de la Justicia de Portugal, donde había sido condenado a ocho años de prisión.
Tras los asesinatos de Olivenza, el ministro de Información y Turismo español, Manuel Fraga Iribarne, en ningún momento deja de sostener, a través de la agencia oficial EFE (dirigida entonces por su amigo Carlos Mendo), que «no hubo intervención de la PIDE en los sucesos de Badajoz».
3 Mariano Robles y José Antonio Nováis, Asesinato de un héroe. General Humberto Delgado, Sedmay, Madrid, 1974
4 Ibid.
5 El País, 15 de abril de 1998.
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