En el período 1947-1951 las cosas se van agravando cada vez más. Las persecuciones en el Partido van en aumento y las detenciones en España de los camaradas que vienen de Francia también. Pero no era esto sólo, sino, tal como habíamos de enterarnos más tarde, se venía aplicando el asesinato como método de dirección y de represión en el Partido…
A comienzos de 1948 preparé un informe para el BP en el que exponía mi preocupación por las repetidas detenciones de camaradas. Hacía en ese informe un estudio de toda una serie de detenciones, una por una, mostrando que en ciertos casos podía deberse a indiscreciones de los camaradas mismos; en otros, a fallos en el aparato de envíos; pero que otros sólo se podían explicar por la presencia de agentes del enemigo en el aparato, en la dirección o cerca de ésta, pues había casos de camaradas que eran esperados por la policía a su llegada al país. Carrillo y Antón se pusieron furiosos y se esforzaron en rebatir mis argumentos, y maniobraron en el Secretariado para que me fueran retiradas ciertas tareas que tenía, pasándoselas, junto con los archivos, a sus colaboradores, F. Romero Marín y Esteban Vega, respectivamente.
Por esa misma época Francisco Abad, miembro importante del aparato —responsable de comunicaciones por radio desde Francia con el país—, en una reunión de los miembros del mismo muestra a su vez su extrañeza ante las continuas detenciones que se producen en España con los camaradas que llegan de Francia y expresa sus temores de que la policía franquista puede tener agentes suyos en el aparato mismo. Con esas dudas Abad acababa de condenarse a muerte. Unos días más tarde se da cuenta de los preparativos de su liquidación y se refugia en casa de una amiga, F. A., de donde se niega a salir hasta cuatro meses más tarde que, desengañado Carrillo de la imposibilidad de liquidarlo, lo deja marcharse para la Unión Soviética.
Al llegar a Moscú, Abad hace un informe de 120 páginas para la dirección del PCE en el que hay un relato de la actividad del aparato de Carrillo hacia el país y acusaciones muy graves sobre el funcionamiento de ese aparato y la actividad y conducta del propio Carrillo y de sus más cercanos colaboradores. Según toda una serie de datos y elementos expuestos por Abad y de las conclusiones a que él llega, la policía franquista está incrustada en el aparato de Carrillo.
Abad entrega ese informe en Moscú a Dolores Ibárruri y Fernando Claudín, y éstos, en vez de plantear la necesidad de una investigación, se dedican a aterrorizar a Abad para que retire su informe. Y con amenazas y ofrecimientos de ventajas materiales, logran neutralizar a Abad y el informe no es entregado a los miembros del Buró Político. Pero el informe está en los archivos del PCE en Moscú, si Carrillo y Dolores Ibárruri no lo han hecho desaparecer, y debe ser uno de los documentos que deberá tener en cuenta la comisión que se encargue de investigar en su día ese período de la vida del Partido Comunista de España.
En este período las medidas represivas que se venían aplicando en nuestro Partido llegaron a un grado inimaginable. Estaba a la orden del día el método de las persecuciones de tipo policíaco, la «espionitis», los interrogatorios y procesos con verdaderos sumarios. De esos procesos fueron víctimas muchos camaradas de los que, abandonados por el Buró Político en 1939 en España y Francia, salvaron el honor del Partido con un comportamiento que rebasa toda idea que se puede tener del heroísmo y del espíritu de sacrificio.
Esos camaradas tan cobarde y miserablemente abandonados por algunos de esos dirigentes en 1939-1940, y que tan digna y heroicamente habían defendido y conservado el honor del Partido, fueron luego calumniados, acusados y perseguidos, más cobarde y miserablemente aún, por esos mismos dirigentes que habían desertado de sus puestos de dirección para vivir la gran vida a muchos miles de kilómetros de donde esos militantes combatían, sufrían y muchos de ellos morían.
Por ejemplo, en Francia, sobreponiéndose al trato recibido por las autoridades francesas y al abandono en que los dejaban los dirigentes del Partido que tenían la misión de ocuparse de ellos, esos camaradas se dedicaron a organizar el Partido en los campos de concentración y, junto con otros combatientes y refugiados no comunistas, a organizar la vida y la continuación de la lucha allí lo mejor posible.
No es mi intención ni me es posible describir todo lo que ha habido de innoble en el trato dado a los españoles que buscaban refugio en Francia en 1939. Los campos de concentración, el trato inhumano, bestial, quedará en la historia de Francia como una de sus páginas más deshonrosas. No, no es posible describir tanta infamia, ni la noble respuesta que luego habían de dar las víctimas de ello.
Cuando los combatientes del Ejército de la República española se vieron obligados a retirarse sobre el suelo francés, fueron tratados por el Gobierno y las autoridades como bandoleros y fueron metidos en campos de concentración en condiciones tales que muchos de esos héroes en decenas de batallas dejaron en ellos sus vidas, aniquilados por el hambre y las enfermedades. No existen humillaciones, por odiosas que sean, a las que no hayan sido sometidos en los campos de concentración franceses los combatientes de la guerra de España que tuvieron la desgracia de verse obligados a replegarse a Francia con la esperanza, la mayor parte, de poder trasladarse a la zona central donde la guerra continuaba.
Y es triste recordar que, excepto una minoría que tuvo la posibilidad de salir de Francia para otros países, los demás fueron testigos de cómo los ejércitos nazis conquistaron Francia en unas semanas.
El pueblo francés pagaba entonces las traiciones de sus gobernantes, no sólo hacia la República española, a la que habían dejado sacrificar miserablemente, sino también contra la propia Francia.
Pero a los soldados de la República española el hecho de haber recibido tal trato no les hizo olvidar sus convicciones antifascistas.
Millares de nuestros soldados, a pesar y por encima de los sufrimientos que habían pasado en suelo francés, se dedicaron desde el primer día a organizar la lucha contra el invasor nazi y contra los colaboradores vichistas. Con ello mostraron una vez más que ellos eran, por encima de todo, verdaderos combatientes antifascistas.
Desde los primeros días de la ocupación nazi, combatientes españoles comienzan a participar en la resistencia contra los invasores y los fascistas franceses. Más tarde, esa participación española en la resistencia francesa va tomando cada vez formas más organizadas y más propias. Comienzan a surgir los destacamentos de guerrilleros españoles. En noviembre de 1942 tiene lugar una reunión, conocida como de «Grenoble», de representantes de las diferentes fuerzas antifascistas españolas, y de ella surge un organismo político denominado «Unión Nacional Española».
En esa época también los diferentes destacamentos de guerrilleros que habían ido surgiendo en algunos lugares se dan una dirección única, y así surge la «Agrupación de Guerrilleros Españoles en Francia». A los destacamentos formados por exiliados en las zonas boscosas del Ariege, del Aude, en la cuenca minera del Gard y en las regiones montañosas de la Saboya, vienen a juntarse los surgidos en los Pirineos Orientales, Tarn y Garona, Puy de Dome, el Cantal y otros lugares.
Al mismo tiempo, otros muchos españoles combatían en destacamentos y grupos de sabotaje franceses a lo largo de todo el país.
La Agrupación de Guerrilleros Españoles llegó a tener seis divisiones, compuestas por más de 12 000 combatientes perfectamente armados y mandados por jefes, que dieron pruebas de su valor y capacidad militar derrotando en numerosos combates a fuerzas nazis muy superiores en número y armamento.
Después de la victoria en Francia, muchos de esos guerrilleros fueron a España a continuar la lucha, en la que cayeron no pocos de ellos, y entre éstos Cristino García, José Vitini, Antonio Medina, Manuel Castro, fusilados en diferentes puntos de España en los años 1945 − 1947.
En la organización de la Agrupación de Guerrilleros —como de los maquis y de la reunión llamada de Grenoble— tuvieron el papel más destacado, fueron el alma de esa organización, consolidación y desarrollo, los miembros del Partido Comunista de España. Comunistas eran la mayoría de sus componentes, de sus mandos, de los que luego fueron a los chantiers y a continuar el combate en España. Pero en las guerrillas no había sólo comunistas; ahí están también socialistas, cenetistas, republicanos y otros demócratas españoles.
Pero las víctimas de los campos de concentración franceses no combatieron al nazismo solamente en Francia. Diseminados por decenas de países, 25 000 españoles se enrolaron en los ejércitos aliados. En los fjords de Noruega, en Narvik, donde combatían a las órdenes del general Béthouart, quedaron sepultados ochocientos cadáveres de españoles. Quienes escriban la verdadera historia de la epopeya antihitleriana, se encontrarán españoles luchando al lado de los aliados en África, en Italia, en Francia, en la URSS, en Alemania. Se los encontrarán en Bir Hakheim y en Gau-Gau; se los encontrarán en Túnez, en el desembarco de Normandía, en los bosques de Bielorrusia, en Crimea, en Ucrania, en la defensa de Leningrado, en la histórica batalla de Stalingrado y entrando victoriosos con las unidades del Ejército soviético en Berlín. Todos ellos eran los mismos que durante treinta y dos meses habían defendido esa misma causa antifascista sobre los campos de batalla de España.
Permítaseme recordar también que excombatientes de España —españoles e ínter brigadistas extranjeros— fueron ejemplo de combatividad y heroísmo en los comandos americanos del Pacífico.
El primer oficial nazi muerto en París, lo fue por los disparos de un exvoluntario de España, el coronel Fabien.
Y en Italia los «garibaldinos», que tan magníficamente se habían batido en España, fueron el alma de la creación del potente movimiento guerrillero que había de ajusticiar a Benito Mussolini.
Decimos esto sin el menor afán de disminuir los méritos de los combatientes de otros países en la lucha general contra el fascismo; simplemente con el ánimo de valorizar lo que significó, como enorme experiencia de combate, la guerra nacional revolucionaria de España.
Desgraciadamente, aún no ha sido recogida históricamente la lucha, no menos heroica, de los españoles en los campos de concentración hitlerianos. En algunos libros ya publicados aparecen fragmentos emocionantes de esa lucha, demostrativos de un espíritu admirable, de una dignidad que nada pudo quebrar, de una solidaridad antifascista a toda prueba. Diez mil españoles fueron inmolados en LOS campos hitlerianos de la muerte. La casi totalidad de ellos eran excombatientes de la guerra de España y fueron enviados allí por su participación en la resistencia.
La actividad de los miembros del Partido Comunista de España fue decisiva en la organización y actuación combativa de los guerrilleros españoles, que tan destacado papel desempeñaron en la resistencia en muchas regiones y departamentos de Francia y en su liberación.
¿Dónde están una gran parte de los que, después de la liberación de Francia, recibieron con entusiasmo a los miembros de la dirección del Partido y de las JSU, que unos años antes los habían abandonado, y pusieron en sus manos un gran partido y unos importantes medios materiales? Unos, separados; otros, expulsados, y no pocos, muertos o desaparecidos en condiciones más que sospechosas.
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