El golpe policíaco de 1950 en Francia / Reunión de Moscú, octubre de 1951 / Algunos casos  de persecuciones y crímenes en el Partido. (Conversaciones con Uribe, junio de 1961)

Publicado el 28 de enero de 2022, 22:22

Al amanecer del 7 de septiembre (1950), destacamentos de la policía, como en tiempos de la ocupación alemana, allanaban por toda Francia cientos de hogares de comunistas españoles, sometían a los detenidos a violencias físicas y morales y los conducían, esposados como vulgares malhechores, a la deportación en las montañas de Córcega o las regiones desérticas de África del norte.

El pretexto utilizado para llevar a cabo estas odiosas persecuciones ha sido «que los comunistas españoles conspiraban contra la seguridad de Francia». Los ministros encargados de firmar decretos y comunicados para «justificar» las medidas policíacas contra los comunistas españoles, eran el radical Pleven y el socialista Moch.

Para detener, maltratar y deportar, se repetían las mismas calumnias que en 1939, cuando cientos de miles de españoles fueron encerrados en campos de concentración y cárceles francesas. En aquella época se encerraba a hombres que venían de luchar en España contra el fascismo y ahora se detenía a los combatientes por la liberación de Francia. Los que eran conducidos a la deportación dejaban en suelo francés centenares de tumbas de sus compañeros, y en no pocos casos de hermanos, padres, hijos, caídos en el combate por la liberación de Francia, y no pocos lucían en sus pechos la Legión de Honor y otras condecoraciones ganadas en la lucha por la libertad de Francia.

Pero la invasión nazi no había pasado en balde. El pueblo francés recordaba muy bien que los que en 1939 habían encerrado a los republicanos españoles en los campos de concentración, acumulando contra ellos calumnias parecidas a las que se empleaban en ese momento, terminaron encerrando también en dichos campos a los patriotas franceses, hundiendo a Francia en la guerra y la capitulación. Por eso, en esos momentos difíciles hemos encontrado por parte del pueblo francés una solidaridad muy superior a la de 1939.

Debo decir que el golpe policíaco de septiembre de 1950 no fue para nosotros ninguna sorpresa. Lo esperábamos desde julio. Yo llevaba más de un mes viviendo fuera de mi domicilio conocido por la policía. Además, el domingo 6 a las 10 de la mañana, durante la fiesta de L’Humanité, el camarada Jacques Duelos me comunicó que el golpe era para el día siguiente a las 6 de la mañana. Yo tomé durante ese día una serie de medidas alertando no sólo a los camaradas de París, sino también a los que habían venido de otros puntos de Francia.

En esa fecha el Buró Político del Partido se encontraba distribuido como sigue: D. Ibárruri y F. Claudín en Moscú; V. Uribe y A. Mije en Praga; Carrillo, Antón, Ángel Álvarez (Angelín), Moix y yo en París. A. Álvarez fue el único detenido de entre nosotros. Y por dejarse detener y por haber aceptado marcharse a Alemania Democrática —pues el acuerdo del BP era de que si alguno de nosotros éramos detenidos no escogeríamos ningún país—, fue excluido del BP y del CC.

Yo fui el más buscado y acusado de las cosas más truculentas, como puede comprobarse por las colecciones de los periódicos de esa época y por las reseñas de las discusiones en el Parlamento francés, pues a toda una serie de diputados reaccionarios aún les parecía poco lo que el Gobierno francés hacía con nosotros y no le perdonaban que no me hubiesen cazado a mí.

Yo continué cumpliendo las tareas que tenía en el BP, entre ellas la elaboración y publicación de la revista militar, hasta abril de 1951, en que por decisión del BP salí, junto con los camaradas Moix y Luis Fernández, para Bélgica y de allí para Polonia. En Varsovia se quedó Luis Fernández; Moix se fue a Praga, y yo continué viaje para Moscú, desde donde, después de un mes de estancia allí, salí para Praga, donde residían Uribe y Mije, que además de otras tareas propias de miembros del BP dirigían el trabajo del Partido en los países socialistas.

Carmen y los chicos, que estaban en Hungría desde hacía casi un año, vinieron a reunirse conmigo.

Me incorporé al trabajo con Uribe y Mije, y mi primera misión fue ir a Polonia para recibir y distribuir en ese país, Hungría y Checoslovaquia a los camaradas que habían sido deportados por el Gobierno francés a Córcega y Argelia, y que estos tres países socialistas habían aceptado acoger, lo mismo que la RDA había acogido ya a otros anteriormente.

Cumplida la misión, regresé a Praga; Uribe y Mije me informan de la grave situación que había en el Secretariado del Partido, pero lo hacían sólo de aquellos aspectos que les pudieran ser más favorables a ellos. Una cosa, sin embargo, aparece clara para mí, por haberla vivido, y es que Carrillo y Antón se han aprovechado del golpe de septiembre para hacerse los amos del Secretariado del Partido. Sólo más tarde había de conocer que, además, se habían aprovechado para otras cosas más siniestras.

 

Reunión de Moscú, octubre de 1951

 

Se intensifica el cruce de cartas entre Praga y Moscú y entre Praga y París, y la lucha entablada en el Secretariado entre Uribe y Mije, por un lado, y Carrillo y Antón, por otro, estalla en conflicto abierto. Ante ello se decide hacer una reunión que tiene lugar en Moscú en octubre de 1951. Participamos en ella Dolores, Uribe, Mije, Claudín, Antón y yo. En esa reunión la conducta de Carrillo y Antón, sus abusos cometidos con los militantes de la organización del Partido en Francia, la más importante del Partido, fueron seriamente criticados. También se puso de relieve que Carrillo y Antón se habían aprovechado del golpe policíaco de 1950 para arreciar en los abusos y  tomar todo en sus manos.

Las discusiones terminaron con algunas medidas. Una resolución que se publicó en folleto, como un discurso de Dolores ante un grupo de cuadros del Partido y otra resolución interna donde se hacía una seria llamada de atención a Carrillo y Antón y se tomaban algunas medidas de organización. Entre éstas estaban la marcha inmediata de Uribe a Francia para hacerse cargo de la dirección del trabajo, y luego también la marcha de Mije al mismo lugar; yo me quedaba a residir en Praga para encargarme de la dirección del trabajo del Partido para los países socialistas.

En julio de 1952 el CE dirige una carta al Partido en nombre del CC. En esa carta se sacan algunas conclusiones de la situación y tareas del Partido, y hay en ella tímidos intentos de crítica y autocrítica.

Más tarde, Antón es expulsado del BP y del CC. En una resolución de julio de 1953 se decía: «Separar a Francisco Antón del BP y del CC del Partido Comunista de España. Continuar la investigación sobre la conducta política de Antón a fin de determinar origen y motivos de su labor antipartido y tomar las medidas de organización que en su caso hagan necesarias las conclusiones definitivas de la investigación».

En la reunión del Buró Político del 10 de abril de 1954, se acordó:

 

1.º) Leerle la resolución y pedirle que conteste por escrito a las preguntas que se le habían hecho.

2.º) Que se ponga a trabajar.

3.º) Queda como miembro individual del Partido teniendo la relación con él un miembro del Comité que este mismo designe.

Se encarga a Líster de ir a comunicar a Antón a Varsovia, donde reside, la presente resolución.

 

En las discusiones de todo ese período Carrillo se fue escurriendo, cargó sobre Antón, pero no muy fuerte. Carrillo tuvo todo el interés de hacer del caso de Antón el centro de toda discusión. De esta forma escamoteó una verdadera discusión de la situación de la dirección del Partido, y de sus propias responsabilidades en esa situación. Por su parte, Antón reconocía todo lo que no podía negar, sin decir nada contra Carrillo y Dolores. De común acuerdo, Carrillo y Antón hicieron un repliegue consiguiendo que uno de ellos quedase en la fortaleza para luego abrirle de nuevo las puertas al otro, como así sucedió.

Carrillo y Antón estaban unidos por sus arbitrariedades, por sus abusos. ¿Pero sólo por eso? ¿En qué se basaba Dolores cuando en 1954 exigía que se averiguase el pasado de Antón, antes de venir al Partido, su ligazón con los jesuitas, etc.? ¿Y por qué Carrillo se esforzó en esa época en evitar que se hiciesen esas averiguaciones?

Esa discusión en octubre de 1951, la carta al Partido en 1952 y las medidas tomadas contra Antón, si bien no tuvieron la profundidad que la situación en el Partido y en el BP requerían, fueron, sin embargo, positivas, y a mí me permitieron enterarme de ciertas cosas que sólo conocía y manejaba el Secretariado.

Pero sólo más tarde, a lo largo de los años, yo había de irme enterando de diferentes hechos que ponían de relieve el drama que venía atravesando el Partido en aquella época.

En 1958, cuando Carrillo se siente ya el amo del Partido, hace aprobar el 6 de noviembre de ese año, por el Buró Político, la siguiente resolución:

 

El BP decide hacer la siguiente comunicación a la delegación del CC en Praga; a la organización del Partido en Polonia y al camarada Francisco Antón personalmente:

El BP considera que la sanción impuesta al camarada Francisco Antón fue enteramente justa, como él mismo ha reconocido.

Hechas todas las investigaciones posibles, ha quedado de manifiesto que las causas de sus graves faltas y errores residen en sus concepciones personales sobre el Partido, caracterizadas por el burocratismo, por métodos antileninistas de dirección groseros y brutales, por la vanidad y la ambición.

 

La resolución es dura. Yo logré que se metiese esa frase de «posibles», pero la verdad es que la resolución le abría de nuevo a Antón las puertas de los órganos de dirección, como así sucedió, pasando a ser miembro del CC y asegurándose una alegre vida en Roma como representante de Carrillo, luego en París hasta su muerte en 1976. Mientras tanto las víctimas de los dos compadres siguen esperando la rehabilitación.

 

Algunos casos  de persecuciones y crímenes en el Partido. (Conversaciones con Uribe, junio de 1961)

 

Hubo diferentes momentos y ocasiones en que me fui enterando de hechos pasados. Dos de esos momentos fueron: la reunión del BP que tuvo lugar en Bucarest y duró del 5 de abril al 12 de mayo de 1956, y, sobre todo, las conversaciones con Uribe en Praga en 1961.

Estas conversaciones fueron tres y tuvieron lugar al pasar yo por Praga de regreso de Cuba, donde había estado cuarenta días invitado por los dirigentes de la Revolución cubana.

Mi familia y Uribe con la suya habitaban en la misma casa y en el mismo piso. Yo conocía a Uribe, personalmente, desde 1935. Desde el primer día sentí por él respeto y sus opiniones pesaron sobre mí durante muchos años. Este respeto comienza a perder fuerza a partir de 1945, al observar ciertos aspectos de su conducta que no me gustaban. Su tendencia a la buena vida y la aplicación de métodos incorrectos aparecían cada vez más visibles. Más de una vez hubo discusiones fuertes entre los dos, y otras veces yo participé en críticas que se le hicieron en el Buró Político.

Pero, pese a todo, ha existido entre nosotros, hasta su muerte, un respeto mutuo y una lealtad y honestidad completa en nuestras relaciones. Uribe, a pesar de los efectos negativos que habían producido en él su paso por el Ministerio, su vida fácil en Méjico y luego en Francia, y a pesar de sus defectos de carácter, fue un comunista y sus características como tal estaban muy por encima de sus defectos, errores e insuficiencias.

Al día siguiente de mi llegada de Cuba, invité a Uribe a mi casa, le conté mis impresiones sobre el viaje. Al terminar, comenzó él a hablar y yo a ir de sorpresa en sorpresa, al escuchar las cosas que me contaba. Tuvimos tres largas conversaciones: esa primera, en mi casa; al día siguiente, otra en el restaurante del hotel Alerón, donde comimos juntos; y una tercera, un día después, de nuevo en mi casa.

Según avanzábamos en esas conversaciones, yo iba comprendiendo por qué Uribe me hacía esas confesiones. Un mes más tarde, al tener la noticia de su muerte, lo comprendí aún mejor. Uribe sentía que su vida física se acababa, como se había acabado su vida política cinco años atrás.

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