La intervención militar

Publicado el 1 de febrero de 2022, 21:49

Está claro que EEUU respaldó a la dictadura de Franco hasta el último aliento de éste el 20 de noviembre de 1975. Está claro que la Administración Carter-Brzezinski con la Coalición bélica se interesaron por instalar en España un régimen liberalizante mientras se creaban partidos políticos dependientes de los centros de la propia Coalición, sobre todo de la RFA: la Fundación Konrad Adenauer había financiado a los democristianos; la Fundación Neumann financiaba a los liberales; la socialdemócrata Friedrich Ebert al equipo de Felipe González. Sin embargo, hubo un cambio radical en la política de EEUU que no permitió a Adolfo Suárez sobrevivir más de una semana después de que Jimmy Cárter saliera de la Presidencia. El 29 de enero de 1981, de un modo tan inesperado como inexplicado, Suárez renunciaba a la Presidencia del gobierno y de UCD.

El 15 de marzo de 1981, pasados los hechos, la prensa informó que algunos de los españoles comprometidos con el golpe militar habían viajado a Washington entre noviembre de 1980 y febrero de 1981 invitados por el equipo de Reagan para consultar o ser consultados sobre el intento, recibiendo promesas de ayuda. Lo cierto es que una conspiración de capitanes generales y generales de Estado Mayor a suboficiales, pasando por coroneles, capitanes y tenientes de las FFAA y de la Guardia Civil, además de decenas de civiles, es imposible que pasase desapercibida de los servicios de información, sobre todo norteamericanos. Menos, cuando uno de los golpistas mejor situados, el jefe del Estado Mayor de la División Acorazada de Brunete, el coronel Sanmartín, procedía de los servicios de información de Carrero Blanco y tenía la reputación de estar relacionado con los norteamericanos.

Desde hacía tres años, en 1978, un oficial, el coronel Federico Quintero, especializado en información y próximo también a los servicios norteamericanos, había desvelado a sus superiores que fue contactado en una conspiración relacionada con el teniente coronel Tejero que preparaba un golpe militar para noviembre de 1978. Se refería a la "operación galaxia" (El País: 21/11/1978). Contaban con apoderarse de Adolfo Suárez, para forzar una "salida política" consistente en un "gobierno de salvación nacional", invocando como legitimación el art. 8 de la Constitución y comprometiéndose a "solucionar la crisis" provocada por los propios golpistas.

Con todo este arsenal de noticias es imposible pensar que los servicios de información ignorasen la preparación del golpe, e inimaginable, también, que el general Alfonso Armada -con 15 años de colaboración con don Juan Carlos de Borbón- hubiera aceptado encabezar un proceso de intervención militar sin consultar a EEUU. Tejero declararía ante el Juez Instructor que "tanto el gobierno de EEUU como el Vaticano habían sido sondeados por el general Armada". Cuesta pensar que los servicios de EEUU ignorasen una conspiración que se demostró ramificada, primero en Turquía y después en Portugal y España. Un cable de la agencia France Press (5/03/1981) se referían a un grupo de 250 portugueses de extrema derecha que cruzaron la frontera española esperando el triunfo del golpe en España para hacer un llamamiento al Ejército portugués favorable a un golpe similar al turco. Existe el dato del ministro de Defensa español que no pudo desmentir ante el Congreso el 17 de marzo de 1981 que la base aérea de EEUU en Torrejón fue puesta en estado de alerta el domingo anterior al golpe. Mas: el secretario de Estado de EEUU, general Heig, consultado por los periodistas mientras Tejero secuestraba a ministros y diputados en el Congreso, se limitaba a decir que "se trataba de un asunto interno de España".

El Diario de Noticias (Lisboa 28/03/1981) recogía el rumor de la presunta preparación en noviembre de 1980 en Madrid de ambos golpes, el de Portugal para el 25 de abril, abortado con el fracaso del golpe español. Se daba como fecha del comienzo de ambas conspiraciones justo el mes en que Reagan fue elegido presidente de EEUU. En este sentido no podemos dejar de evocar los esfuerzos que hacían en Portugal, Mario Soares de manera personal, el Partido Socialdemócrata y la Democracia Cristiana -contra la voluntad de la mayoría del Partido Socialista-, para lograr la inmediata dimisión del presidente de la República y, al no lograrlo, retirarle en todo caso la jefatura de las FFAA a Ramalho Eanes, último dique a la ofensiva de la derecha militar contra los restos de la revolución del 25 de abril de 1974.

El Sábado Gráfico (12/05/1981) hilaba las conspiraciones con la primera vuelta de las elecciones presidenciales francesas. ¿Era esta militarización de la Península Ibérica una ayuda colateral a la reelección del candidato de la derecha, Valery Giscard d`Estanig, frente al de la coalición socialista-comunista, Francois Miterrand?

Pero hay más. El informe oficial del Ministerio de Defensa presentado al Congreso el 17 de marzo de 1981, confirmó que el golpe de Tejero y Milans de 23 de febrero se adelantó a los preparativos de otro de mayor envergadura y fecha posterior. Lo cierto es que el 30 de abril las tropas de la región militar de Madrid fueron acuarteladas. Y que el 4 de mayo un general y un policía nacional eran asesinados en Madrid y dos guardias civiles en Barcelona. La escalada culminaba el jueves 7 de mayo con el intento de asesinato del teniente general Valenzuela, jefe de la Casa Militar del Rey. Esa tarde acuartelaron las tropas hasta el anochecer. Al día siguiente se sentía en el ambiente el riesgo de insurrección. Pero no la hubo ni en España ni en Portugal. El 10 de mayo ganaba en Francia la coalición de izquierdas.

En Italia, el 21 de mayo se hacía pública la lista de la Logia Propaganda-2, acusada de preparar un golpe de Estado para reformar la Constitución, destituir a Sandro Pertini y sustituirlo por un democristiano que confiaría la Jefatura del Gobierno a otro socialdemócrata dispuesto a debilitar los sindicatos y restringir las libertades civiles.

En España, el capitán general Milans del Bosch, había informado el 18 de enero sobre el golpe a otros conspiradores. Semanas antes del golpe, más de diez generales se reunieron en Madrid para planear el operativo del golpe. En diciembre de 1980, la esposa de Tejero había comprado los seis autobuses que trasladarían a los guardias civiles para el asalto al Congreso. Una revista de temas turísticos, Spic, en su edición del 5 de febrero anunciaba en clave un golpe militar para el lunes 23 de febrero a la hora exacta en que Tejero irrumpió en el Congreso.

Más datos: para que el dimitido gobierno Suárez se hallara en pleno dentro del hemiciclo, se requería que en la sesión del viernes 20 no fuera investido Presidente Leopoldo Calvo Sotelo. Este recoge en su Memoria viva de la transición que "desde mi casa, el 17 de febrero, llamó Pío Cabanillas a Jordi Pujol y tuvo con él este diálogo: -Jordi ¿Por qué no votáis en primera votación a Calvo Sotelo; Ahora no podemos; ya se verá más tarde; -No es prudente ir a la segunda votación; -¿Qué temes que pueda suceder entre una y otra?; -No, nada. A lo mejor un revuelo de entorchados".

El domingo, día 22 de febrero, el comandante Pardo de la División Acorazada de Madrid se entrevistó en Valencia con el capitán general Milans del Bosch, quien diría al primero que "el lunes 23 se produciría en Madrid un hecho de extraordinaria gravedad ante lo cual no había más remedio que garantizar el orden y la seguridad de la I Región (Madrid), y que la III (Valencia) ya estaba preparada. A las 8 de la mañana del lunes 23, oficiales del Estado Mayor de la III Región ultimaban los planes "como estaba previsto de antemano por Milans del Bosch". A las 4 de la tarde, el general Torres Rojas, gobernador militar de La Coruña, aparecía en el recinto de la División Acorazada de Madrid y convocaba con la mayor facilidad a "los jefes del Cuartel General y al Estado Mayor de la misma". A la misma, en la I Comandancia Móvil de la Guardia Civil, en Valdemoro (Madrid), se repartieron fusiles entre guardias seleccionados tres horas antes para ocupar el Congreso de los Diputados.

Se hace imposible pensar que los servicios de información militar, el CESID y el JUJEM, los Estados Mayores del Ejército y de la Guardia Civil dejaran de percibir los preparativos, hasta el punto de que, a las 6,22 de la tarde, la totalidad de los ministros se vieran sorprendidos en el Congreso por Tejero.

Antes, el 17 de diciembre de 1980, El Alcázar había publicado que el colectivo Almendros preparaba una conspiración militar. A mediados de enero de 1980, El Heraldo Español titulaba su portada a toda plana: "Ha llegado la hora". El 22 de enero y el 1 de febrero de 1981, con el mismo seudónimo se precisaba esa información. El día 8, bajo el título "Situación límite" situado en primera página firmaba otro artículo el teniente general Fernando de Santiago y Díaz de Mendívil, ministro de Defensa entre 1975 y 1977. El 19 de febrero, El Heraldo Español anunciaba bajo el titular "El Plan De Gaulle... al revés", que el general Armada iba a presidir un nuevo Gobierno auspiciado por Felipe González.

El 25 de enero, vísperas de la dimisión de Suárez, el presidente de la patronal catalana, Alfredo Molins lanzaba un duro ataque: "Este Gobierno no se comporta como nosotros creemos que debería comportarse (...) es necesario un Gobierno que gobierne con autoridad". Quince días antes del golpe, en medios empresariales catalanes ya se hablaba de un Gobierno de concentración que sería presidido por el general Armada.

El 19 de enero, el coronel Ibáñez, del Estado Mayor de Milans del Bosch, visitó a Armada en Lérida "para comunicarle el resultado de una entrevista, en la que se había decidido el aplazamiento de la ocupación del Congreso. Armada informó de su próximo nombramiento como segundo jefe del Estado Mayor del Ejército".

El 29 de enero, Emilio Romero en ABC publicaba que el general Armada se estaba proyectando a la Presidencia del Gobierno.

Adolfo Suárez dimitió el 26 de enero y se publicó el 29. De inmediato, el general Armada fue catapultado al puesto de segundo Jefe del Estado Mayor del Ejército. Catorce días después se reorganizaba la estructura de mando del Ejército de Tierra. Se centralizó la dependencia de la estructura de fuerza -capitanías generales-, y de las unidades de la Reserva General en la persona del jefe del Estado Mayor, y ponía al frente del Estado Mayor General y Especial del Ejército... al general Armada.

Hay que recordar, que Adolfo Suárez contribuyó a que el Rey cesara a Armada de su puesto de secretario general de la Casa Real, el 29 de octubre de 1977, prefiriendo tener a éste lejos de Madrid. Ahora, caía Suárez y subía Armada.

Según las conclusiones de Milans del Bosch ante el Juez Instructor del sumario, el 10 de enero de 1981, aquel había mantenido una reunión con Armada en Valencia donde "se habló de una operación política encaminada al nombramiento de Armada como jefe de Gobierno". En una reunión ulterior, el día 18, en presencia de Tejero, del general Torres Rojas y de otros conjurados, se consideró que en una fecha ulterior el partido de Felipe González presentaría en el Congreso una moción contra el Presidente del Gobierno: "acudirían a la sesión la totalidad de los diputados y sería el momento apropiado para tomar el Congreso". Sobrevenida la dimisión de Suárez, Alfonso Guerra, el 12 de febrero, hizo público que Felipe González "no descarta la posibilidad de una moción de censura" contra su sucesor Calvo Sotelo.

Está claro que si el golpe sólo hubiera tenido como objetivo desplazar a Adolfo Suárez de la Presidencia del Gobierno, no se habría llevado a cabo, salvo que persiguiese fines más ambiciosos, toda vez que Suárez se adelantó y renunció voluntariamente haciendo público un mensaje donde decía: "un político debe saber en qué momento el precio que el pueblo ha de pagar por su permanencia y su continuidad es superior al precio que siempre implica el cambio de la persona (...) yo no quiero que el sistema democrático de convivencia sea, una vez más, un paréntesis en la historia de España".

La dimisión de Suárez tuvo que influir, sin duda, en la situación asumida por los conspiradores. Al día siguiente, el Partido Comunista pedía un gobierno de coalición Suárez-González. Blas Piñar, veía el sustituto de Suárez en Landelino Lavilla. Álvarez de Miranda, democristiano, que antes se había pronunciado favorable a que UCD se coaligase con González. Pero el propio Calvo Sotelo en la sesión parlamentaria de investidura dejó claro su rechazo a González al afirmar que "la transición ha terminado". En esto coincidía con la dirección de UCD y con los partidos nacionalistas de Euzkadi y Cataluña. Al mismo tiempo, González y Carrillo coincidían en excluir una coalición socialistas-comunistas. El más interesado en que González accediese al gobierno de España era el canciller Helmut Schmidt. Su ministro de Hacienda y el presidente de la Confederación General de Sindicatos habían convocado una discreta reunión con Carlos Ferrer Salat, presidente de la CEOE, pero éste comunicó "a sus interlocutores socialdemócratas alemanes que, a su modo de ver, el momento no era favorable para que el PSOE asuma ahora el encargo de formar Gobierno".

¿Cuál era entonces el objetivo de la conspiración?: "la propuesta de resolver la situación en el Congreso mediante la formación de un Gobierno presidido por Armada la expresó éste a los generales reunidos en el cuartel general, después de una conversación telefónica con Milans (...) Armada pidió un ejemplar de la Constitución para estudiar el posible encaje legal de la fórmula". Al regreso de Armada al Cuartel General del Ejército informó a Gabeiras que "el Ejército está dividido y no se halla más solución que la de formar un gobierno presidido por él (Armada), para lo que se presta a ir a las Cortes y hacer tal propuesta, si se le autoriza". Armada "dice que se le permitió presentar su fórmula a título personal, nunca como propuesta de la superioridad (...) Fernández Campo confirmó que el Rey habló con Gabeiras y con Armada, y que después le pasó el teléfono y Armada le dijo que (...) había que evitar la división del Ejército, para lo que él (Armada) consentía en sacrificarse ofreciéndose para presidir un gobierno". Extraña forma de resolver el problema creado por la insurrección de la que el propio Armada formaba parte.

Armada, ya en el campo de los hechos, no entró directamente en el Congreso sino que hizo escala en el hotel Palace, convertido en puesto de mando de los generales que comandaban los cuerpos militarizados. A las 23,4 "reiteró (a Aramburu y Sáenz de Santamaría) su apreciación de que algunas capitanías podían estar a favor de Milans, y expuso la oferta que iba a hacer a Tejero de un gobierno de transición presidido por él" y recibió vía franca al edificio del Congreso.

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