EXIJAMOS LO IMPOSIBLE Aperturas/La sociedad unidimensional/Monopolio de la información/Suicidio/El asentimiento 174-190

Publicado el 8 de febrero de 2022, 22:26

El martes 25 de marzo de 1969, Herbert Marcuse habló a los estudiantes canadienses en Vancouver. A su llegada al aeropuerto, el día anterior, las autoridades inmigratorias aplicaron máximos mecanismos policiales de seguridad y exigieron al filósofo la firma en un papel donde decía que saldría del país el día 26. Antes de iniciar su conferencia fingió paranoia por los grabadores a su alrededor. Exclamó: «¿Alguien trajo un grabador? ¿Di permiso para grabar mi charla?». La siguiente es la transcripción completa de la misma.
Quiero comenzar grabando la cita con que finalicé «El hombre unidimensional». Ésta dice que es sólo gracias a aquellos sin esperanza que nos es dada la esperanza.
Algunas personas de mala voluntad interpretaron esta frase como un signo de mi total desesperación y de mi falta absoluta de fe en cualquier posibilidad de cambio… en especial mi viejo amigo y enemigo Erich Fromm, quien —por razones que sólo aparentemente me resultan explícitas— viaja ahora por allí diciendo que un hombre tan lleno de desesperación y tan falto de pleno amor a la vida (estoy citando) no puede ser tomado en serio como revolucionario. Después de lo cual, en lo que se refiere al amor a la vida, pienso que todavía estoy en condiciones de sostenerlo, con cualquiera de ustedes, y ciertamente también a Erich Fromm podría demostrárselo.

Aquella frase, de modo sencillo o no tan sencillo, pretendía poner de relieve la porción de esperanza allí existente —lo cual después de todo es lo que la frase expresa— y su contraste con la justificada desesperanza de la mayoría de la población terrestre hoy.

Digo justificada desesperanza porque no hay que ser muy pesimista para decir que la mayoría —en su lapso de vida al menos— probablemente no verá ninguna mejora real en su miserable condición.

 

Aperturas

 

Me gustaría charlar con ustedes positivamente sobre las tendencias hoy prevalecientes que me indican una apertura de la sociedad unidimensional. Y me gustaría discutir sólo algunas de esas tendencias, y quiero discutirlas intencionalmente en sus aspectos más especulativos, más controversiales y al mismo tiempo —según lo veo— más importantes. Naturalmente, mi exposición se focalizará sobre la situación en Estados Unidos, como la sociedad industrial actual técnicamente más avanzada. Sólo puedo agregar que mis cuarenta horas en Vancouver no me convencieron de que exista una tremenda diferencia… hasta los estudiantes parecen ser los mismos y lucen igual, lo cual es maravilloso porque pienso que hoy los estudiantes son los únicos que todavía tienen semblante humano.

(Aplausos).

No lo dije como un piropo.

(Risas).

Pero quizá lo sea. También estoy convencido de que todavía quedan profesores con semblante humano.

 

La sociedad unidimensional

 

Voy a recordar muy brevemente los rasgos principales de lo que llamo la sociedad unidimensional. En primer lugar tenemos el hecho de que sobre la base material y muy sólida de la fugitiva productividad del trabajo y sobre un creciente nivel de vida, ha tenido lugar la integración de la oposición tradicional —especialmente entre las clases trabajadoras industriales—, una integración con el sistema establecido. Estos estratos, por el momento, no son una fuerza revolucionaria. Y no son una fuerza revolucionaria porque, para su reconciliación dentro del sistema y con él, existe un fundamento verdaderamente material.

Añadiré que la situación es completamente distinta en países capitalistas menos desarrollados, por ejemplo Francia e Italia. Allí, la tradición política del movimiento obrero está activa aún. Allí se ha establecido, y sigue persiguiéndose, una colaboración entre el movimiento estudiantil y ciertos grupos reducidos de la clase obrera.

Uno de los rasgos es la integración dentro del sistema capitalista.

El segundo rasgo que deseo mencionar aquí, e igualmente de importancia, es la inoculación en los individuos de los requerimientos del sistema social establecido, de modo tal que los valores, necesidades y satisfacciones que perpetúan el sistema establecido y contribuyen al crecimiento de sus estructuras, esos valores, necesidades y satisfacciones se convierten en las propias necesidades-satisfacciones y valores de los individuos. El conflicto y el contraste entre las necesidades-satisfacciones socialmente requeridas y las necesidades-satisfacciones genuinamente individuales son oscurecidos, y de este modo la sociedad establecida es fondeada en las propias mentes, en los propios sentimientos, e incluso en los propios cuerpos de la mayoría de los individuos.

Monopolio de la información

 

Esta situación ha sido posible en gran parte por obra y gracia de los nuevos medios de control accesibles a una sociedad tecnológica, en especial el monopolio de los medios masivos de información y comunicación. Y esta monopolización de informaciones estandarizadas —información nivelada según los intereses del sistema— esta monopolización (y creo que es algo en lo cual debemos pensar muy seriamente), esta situación ha bloqueado realmente el proceso democrático. Es decir, ha creado una mayoría que es conservadora y que se perpetúa, en vista del hecho de que los medios de persuasión accesibles a algunos no son ni en el mismo grado ni extensión accesibles a la Izquierda.

No pienso que podamos hablar de democracia genuina cuando toda la Izquierda carece de los fondos, monumentales fondos, requeridos para comprar espacios en televisión y radio, espacios prácticamente monopolizados por los portavoces del Establecimiento en los medios de información así como en la publicidad y los entretenimientos. En otras palabras, desde el arranque la Izquierda es discriminada y marginada en todo lugar donde se comuniquen informaciones. De este modo, la mayoría, bajo influencia de esta información monopolizada, permanece conservadora, con lo cual se bloquean de manera considerable los medios democráticos para cambiar la opinión pública.

Ahora bien, ¿cuál es el resultado de esta situación? El resultado es que la necesidad de un cambio radical, de un cambio social radical, está siendo reprimida, otra vez, entre la mayoría de la población. Digo reprimida, hablo sobre la necesidad de un cambio social radical porque, supongo que ustedes lo saben, objetivamente persiste esa necesidad, de hecho nunca antes ha sido más seria ni tan grande. Pero esta necesidad objetiva es reprimida ahora. La conciencia que pueda percibir tal necesidad es sofocada y todo pensamiento independiente y crítico queda relegado a minorías reducidas. Como réplica, esta represión intensifica el bramante conflicto entre los recursos disponibles para la conquista de la pobreza y la escasez en todo el mundo, y el uso destructivo y despilfarrado de estos mismos recursos a fin de evitar precisamente esa posibilidad de conquista de la escasez y la pobreza. En otras palabras, el trepidante conflicto entre la posibilidad de liberación total o de la llegada final de condiciones humanas para todos, por un lado; y la posibilidad de su presión y aniquilación totales por el otro.

 

Suicidio

 

Ahora deseo señalar dos respuestas ideológicas a esta situación: una es afirmadora, o sea que dice «sí» a la situación y al Establecimiento; la otra es negadora, pero negadora abstractamente. La respuesta afirmadora, conformista, está en la tecnificación veloz de la educación —especialmente en las humanidades y las ciencias sociales, que en sí mismas no tienen que ser tecnificadas—, en la rápida y total tecnificación o trasformación de la universidad en escuela profesional: allí se forman los cuadros de la sociedad existente. Durante el entrenamiento se reducen y minimizan más y más todos aquellos aspectos de la educación y del pensamiento independiente que podrían trascender críticamente la sociedad establecida y contribuir al advenimiento de una sociedad mejor.

La segunda respuesta ideológica que deseo mencionar porque todavía es bastante importante e influyente, se halla en las diversas escuelas del existencialismo que son considerables más allá del terreno de la filosofía en el sentido práctico. Me gustaría ilustrar con dos ejemplos lo que quiero decir cuando hablo de respuesta ideológica.

 

El asentimiento

 

Primero, la proposición de Albert Camus según la cual hoy resta un único problema filosófico genuino: a saber, el problema del suicidio. Según él, todos los demás problemas son meras patrañas. La condición humana ha llegado a tal punto que la única alternativa restante parece ser: me quitaré la vida o no, sea cual fuere la razón. Él mismo da una respuesta relativamente positiva en su famosa imagen de Sísifo en el infierno.

Sísifo, como ustedes saben, fue condenado a empujar una pesada roca ladera arriba y cuando ésta llegaba al tope de la montaña rodaba a tierra nuevamente y Sísifo debía comenzar otra vez, y así durante la eternidad. Ahora esto es serio y pienso que ver lo que Camus hace con este Sísifo caracteriza la desesperatividad de la situación. Nos dice que en realidad ese es el héroe de nuestro tiempo: la imagen de Sísifo como hombre que para toda la eternidad tiene un trabajo que sabe fútil y que nunca llegará al final, y que sin embargo sigue realizándolo. Acepta esta funesta futilidad y al hacerlo convierte al trabajo que le imponen los dioses en cosa propia. Ha hecho su elección, ha decidido: «Voy a hacerlo aunque sé perfectamente bien que no me hará ningún bien, ni a mí ni a nadie». Y Camus concluye con una terrible y terrorífica frase: «Tenemos que imaginar a Sísifo contento y libre».

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