DOS HISTORIAS SALMANTINAS: RAIMUNDO ETREROS SOUSA Y JOSÉ MARTÍN MERA

Publicado el 11 de febrero de 2022, 21:14

Comencemos por el maestro salmantino Raimundo Etreros Sousa, detenido en 1937 [156] . En mayo de ese año su esposa, Carmen Marcos, solicitó al párroco de Aldea del Obispo, Agapito Mateos Hernández, a quien el maestro conocía de otros destinos anteriores, que le proporcionara un informe en el que constara que el maestro siempre cumplió el «precepto de Nuestra Santa Madre Iglesia de hacer la confesión y comunión anual», acerca de lo cual el cura informó favorablemente ese mismo mes. Días después el Juzgado consideró conveniente contar también con el informe del párroco de Pedrosillo de Alba, Francisco Montes Conde, donde el maestro también había ejercido su profesión. Este ya es un informe muy diferente:

 

Que es falso en absoluto que a raíz de las elecciones del 16 de febrero de 1936 fuera defendido el párroco que declara por el Maestro Nacional D. Raimundo Etreros contra los extremistas de este pueblo toda vez que los tales, ni individual ni colectivamente agredieron jamás ni insultaron siquiera al mencionado Párroco, por tanto esa defensa hecha por el tal Maestro («con peligro de su vida»), es una pura fantasía. Por otra parte sería cosa peregrina meter a defensor de personas de orden [a] quien había dicho las vísperas de las elecciones «que después del gran triunfo que iban a obtener las izquierdas había que empezar la degollina» [subrayado en el original]. En cuanto la de su fisonomía política, moral y social de tal maestro, el párroco que suscribe se ve obligado en conciencia a manifestar, que era francamente detestable. Afiliado al partido Socialista directamente en Madrid como manifestaba él mismo en una instancia dirigida por aquella época al Ministro de la Gobernación en alegato de méritos, para la más fácil obtención de la gracia que solicitaba y afiliado a la Federación de Trabajadores de la Enseñanza, desde los primeros momentos de su estancia en el pueblo empezó su labor socializante logrando reorganizar la Sociedad de Trabajadores de la tierra a la sazón casi muerta, haciendo una formidable propaganda electoral por las izquierdas y vanagloriándose él mismo de ser uno de los hombres de confianza del Diputado Socialista Andrés y Manso hasta tal punto que a él le confió el teléfono de su casa el día 17 de febrero para recibir el resultado de las elecciones en toda España, tomando también parte activa en mítines y propaganda socializante de todas clases. De su moralidad y honradez he de afirmar lo propio y lo mismo de su conducta religiosa estando dispuesto el Párroco que suscribe a aportar pruebas de cuanto aquí manifiesta y reputando por tanto a tal maestro como una verdadera calamidad para los pueblos donde ha residido y un sujeto peligrosísimo para la sociedad civil, para la paz de los pueblos y sobre todo para la enseñanza fundada en las doctrinas de Cristo que son la base para la grandeza del nuevo Estado Español.

Por todo ello con plena consciencia de cuanto afirma y convencido de la gran responsabilidad por la transcendencia de esta declaración, el párroco que suscribe firma la presente, en unión del Sr. Juez, de lo que yo el Secretario certifico.

                       

                          El Juez Municipal                                            El Párroco declarante

                JOSÉ  GABRIEL DELGADO                          FRANCISCO MONTES  CONDE

 

Poco después, el 26 de junio del 37, es el ya mencionado Agapito Mateos, que contaba para entonces con 75 años, el que cambia de opinión. Merece la pena reproducirla íntegramente:

 

Que es cierto que al suprimirles los haberes Eclesiásticos se ofreció D. Raimundo Etreros como casi otros cincuenta y pico feligreses, a contribuir con las cuotas mensuales que cada uno ofreció espontáneamente, habiéndose ofrecido también expresado Sr. juntamente con otros Señores y Señoras para formar parte de la Junta que había de dar forma a la recaudación mensual de Culto y Clero; nada más.

Repetido Don Raimundo Etreros, no obstante los ofrecimientos y protestar del mejor catolicismo, solamente contribuyó económicamente el año mil novecientos treinta y tres, dándose de baja.

El once de Enero de 1934, según escrito que obra en poder del declarante. Desde esta fecha, cambió de disco, saliendo a la luz lo que parecía tenía oculto, y públicamente se vio como formaba y presidía la casa del pueblo, siendo el director de ella, saliendo también a hacer propaganda socialista de izquierdas a otros pueblos próximos en los que divulgaba tantas ideas y formaba sociedades obreras, teniendo a este respecto la importancia de convocar en esta localidad a todos los asociados de las casas del pueblo de las localidades limítrofes para un día de todos los Santos, en el que compareció de acuerdo con el Sr. Etreros, el malvado Manso y en el mitin celebrado en la Plaza Mayor incitaron a las masas obreras a conspirar contra la Iglesia Religión y sus representantes, como igualmente contra todo lo que representara orden y recato; el repetido Sr. Etreros iba cambiando como se expresa en todas sus costumbres Religiosas morales y cívicas, hasta el extremo de salirse descaradamente del Templo cuando el declarante trataba de explicar el Evangelio en la Santa Misa; además en los actos religiosos que asistía, por su postura o formas de permanecer en el recinto Sagrado, la mayoría de las veces las hacía con escándalo, y llamando la atención de los otros fieles por sus formas incorrectas, impropio de Funcionario de Enseñanza primaria; en lo moral dejó mucho que desear en este pueblo, con escándalos públicos faltando abiertamente a sus deberes matrimoniales, a tal extremo llegaron las cosas, que los vecinos de la localidad cansados de sufrir y viendo que las enseñanzas del Sr. Etreros eran una relajación, religiosa, moral y política para sus hijos hombres de mañana, que promovieron ante sus Superiores la oportuna denuncia y formando oportuno expediente no tardó tres meses en que surtieran efecto los verdaderos hechos denunciados.

Así lo expresa el declarante haciendo constar que así lo dicta su conciencia…

 

Según parece el cura Mateos nunca perdonó al maestro que interviniera en un mitin que dio en Aldea del Obispo en día de Todos los Santos de 1933 con «El malvado Manso», que no es otro que el profesor de la Escuela Normal y diputado socialista José Andrés Manso, asesinado junto con el alcalde, diputado y catedrático de la Universidad de Salamanca Casto Prieto Carrasco el 29 de julio de 1936. En junio de 1937 el Juzgado de Instrucción de Béjar comunicó al maestro la obligación de pagar en un plazo de diez días 1500 pesetas de multa y el destierro de los pueblos de Pedrosillo del Alba y Aldea del Obispo, todo ello basado en que era

 

de ideas extremistas, fundador de las Casas del Pueblo de Bouza, Villar de Ciego, Castillejo de Dos Casas y Aldea del Obispo, ejerciendo sobre todo en este último pueblo gran influencia sobre los obreros. Afiliado a la Asociación de Trabajadores de la Tierra, habiendo tomado parte activa en mítines y propaganda extremista. No ha intervenido en actos de violencia pero puede considerarse con peligrosidad social y desafecto al Movimiento Nacional.

 

Un mes después, al no haber podido pagar dicha cantidad, se le ponen otras 500 pesetas de multa y se le amenaza con el embargo de sus bienes. Etreros estuvo en prisión entre 1937 y 1940. En diciembre de 1939 le fue comunicada la separación definitiva de la enseñanza con la consiguiente suspensión de empleo y sueldo. Al salir de la cárcel el maestro, con 50 años, tuvo que sobrevivir llevando la contabilidad de una conocida marca de café que tenía su oficina cerca de la Plaza Mayor y dando algunas clases particulares. Por su parte, su esposa Carmen con sus hermanas se dedicaron a preparar ropa para diversos comercios. Con ello lograron ir tirando en medio de la mera supervivencia. Los tiempos de tomar aguas en el balneario de Cestona o de acercarse al mar en verano habían pasado. El estado de privación ya nunca les abandonaría. Su sobrina Celina Muñoz Marcos nos recuerda que en el libro de Enrique García Guerreira El continuo ir y venir de las hormigas (Salamanca, 1991, p. 74) se alude a Etreros:

 

Otra causa pudo ser [que] don Raimundo, el maestro, que era socialista o anarquista, estaba en contra de los amos, de la propiedad, de casi todas las cosas de este mundo. Mariano [un alumno] fue dos años a la escuela, de los 8 a los 10 y en aquellos años aprendió a leer, 4 reglas, ríos, se [le] grabaron en la memoria a fuerza de oírselas repetir a don Raimundo, diez, veinte, cien mil veces: «España vive todavía en la Edad Media», «Extremadura en la época de los romanos». La propiedad es un robo… La religión es el opio de los pueblos… La tierra para quien la trabaja… La casa del pueblo… discursos.

 

Evidentemente un maestro como Raimundo Etreros Sousa no tenía cabida en la España de hacienda, cuartel y sacristía impuesta por el fascismo. Murió en septiembre de 1955 y en enero de 1960 el Ministerio de Educación Nacional le comunicó que la orden de separación de 1939 quedaba sin efecto. Demasiado tarde para un hombre que nunca olvidó el lugar que le correspondía en el escalafón del magisterio. Para colmo, como no pudo volver a la escuela, la pensión que le quedó a su mujer, Carmen Marcos, estaba en relación con el último sueldo cobrado en 1936.

Salamanca, 1940: Raimundo Etreros con sus sobrinos Celina y Juan Luis.

Los expedientes de depuración del magisterio afectaron a muchos maestros que ya habían sido asesinados. Sin embargo, muchos curas siguieron haciendo las mismas acusaciones que se hicieron en su día para eliminarlos, sin que el tiempo transcurrido y la muerte del maestro movieran un ápice sus opiniones. La piedad o el perdón cristiano estuvieron muy lejos de sus actuaciones. En Morón de la Frontera asesinaron al maestro Ricardo López Chico, uno de los sesenta que perdieron la vida en la provincia de Sevilla. En una reciente publicación se detalla su dramática historia:

 

Cuando volvió de las vacaciones, en medio de las cuales le sorprendió el golpe militar, pudo ver su casa saqueada y los muebles destrozados. El día 31 de agosto fue detenido en su domicilio en la calle Daoiz y, poco después, su mujer Carmen escuchó unos disparos. Nunca volvió a verlo. En 1937, la Comisión Depuradora del Magisterio Primario de la provincia de Sevilla, le instruyó el oportuno expediente de depuración. Dicho expediente lo informaron en Morón como alcalde Luis Escassi, como padre de familia también Luis Escassi; el brigada Gallego como comandante de puesto de la Guardia Civil, y el cura párroco. El impreso de este último figuraba en blanco con una sola nota manuscrita en su parte superior que decía: juzgado por Dios, aunque su suerte había sido decidida por hombres. En sustitución de este informe, el director de los salesianos Gregorio M.ª Ferro Saborido fue el encargado de confeccionarlo. Se permitió decir de López Chico que en su vida particular era retraído, frecuentando el trato de obreros. Lo acusó de socialista, de tener mucho trato con autoridades del Frente Popular y que trabajó cuanto pudo por las izquierdas. A la pregunta de que si había defendido o propagado ideas disolventes o pertenecido a sociedades secretas, respondió el salesiano: Sí, haciendo propaganda marxista. Añadiendo que falleció a consecuencia de los sucesos. No sabemos a qué sucesos se refería, pero tanto él como todo Morón sabían que a Ricardo López Chico lo habían asesinado. Lo que no sabían en la localidad es que después de haberlo matado seguían acusándolo individuos como el señor director del colegio salesiano [157] .

 

El maestro del pequeño pueblo de Albaida del Aljarafe (Sevilla), Antonio Reyes Lara, hombre muy moderado y querido, tuvo suerte de marcharse del pueblo en los primeros momentos, aunque su casa fue asaltada y saqueada, incluso con la participación de algunos de los que fueron alumnos suyos. Salvó la vida, pero no pudo seguir ejerciendo en la enseñanza durante la guerra. El informe del párroco Obdulio Méndez Ortega, que se conserva en el expediente depurador, fue determinante para acusarlo:

 

… en cambio, desgraciadamente, la actuación del Maestro en este pueblo ha sido en todo de conformidad con sus muy avanzadas ideas políticas de la más extrema izquierda habiendo tenido siempre íntimo trato con los dirigentes marxistas de esta localidad y, en el orden religioso, ha observado la conducta de los sin-Dios ni religión alguna, tanto privadamente como en la vida oficial de su alta misión cultural [158] .

 

A Rogelio Román Durán, maestro de El Castillo de las Guardas, fueron a detenerlo cuando la columna de Álvarez Rementería ocupó el pueblo. Por suerte para él se encontraba en la capital y pudo salvar la vida, aunque su casa también fue saqueada y destrozada. Los informes del cura Juan Ruiz Recuero se conocen por depuración:

 

su expediente de El cura, tan identificado con los ideales del nuevo régimen, dijo que su conducta profesional era mala y que sus relaciones con las autoridades marxistas eran buenas. En el apartado de conducta religiosa, informó: Incrédulo. Y añadió que había contribuido a sostener y propagar el Frente Popular directa e indirectamente, por medio de conversaciones, lecturas, etc. Y como colofón, escribió que había defendido los ideales marxistas con jactancia, y, por tanto, a juicio de este informante no merece desempeñar el dignísimo y delicado cargo de Maestro quien es de ideas antirreligiosas [159] .

 

Rogelio Román no pudo volver a ejercer la enseñanza. Los que no permitieron nunca ideas laicas le destrozaron la vida. Porque no se trataba solo de lo que hicieras, de lo que fueras, sino de qué ideas políticas y religiosas tuvieras. Recordando su vida, una mujer le contaba a la investigadora María Teresa Fuentes lo que le sucedió a su padre en un pueblo de Cádiz, donde al llegar desde el campo y ver que la iglesia estaba ardiendo participó en apagar el fuego junto a otros hombres. Cuando más tarde lo detuvieron…

 

… empezaron a decir que si no era del bando de ellos, que era de los otros…, vaya, que el cura lo acusó. Estuvo siete años en la cárcel [160] .
No iban a dejar libre a un «rojo» por mucho fuego que hubiera apagado.

 

La poca importancia que en aquel contexto histórico tenía la vida de los otros se aprecia bien en una historia ocurrida en 1937 en Cordovilla, una pequeña localidad de Salamanca de poco más de trescientos habitantes, y que tuvo por protagonista a su párroco, Aurelio Gómez Muñoz, y por víctima al secretario del Ayuntamiento José Martín Mera [161] . El primer documento del expediente es un informe del párroco Gómez Muñoz sobre el secretario de Cordovilla que el Juzgado de 1.ª Instancia e Instrucción de Peñaranda de Bracamonte envía el 15 de junio de 1937 al gobernador civil de Salamanca, que solicita entonces información sobre el secretario a la Guardia Civil y al Ayuntamiento. En este documento del Juzgado se alude simplemente al informe del cura como «un informe que obra en este Juzgado», por lo que hay que suponer que ha sido el cura el que lo ha hecho llegar allí. El fundamento para actuar contra el secretario viene del artículo 3.º del decreto 108 de la Junta Militar presidida por Cabanellas:

 

Los funcionarios públicos… podrán ser suspendidos y destituidos de los cargos que desempeñan cuando aconsejen tales medidas sus actuaciones antipatrióticas o contrarias al Movimiento Nacional.

 

Este primer informe del cura Aurelio Gómez es de 10 de junio de 1937. Observemos primero las palabras finales: «… fuera de lo manifestado, nada tiene que reprochar, ni le mueve animosidad alguna hacia él, con quien tiene buenas relaciones de amistad». Debía de ser particular el concepto de amistad del cura Gómez Muñoz cuando un poco más arriba había escrito:

 

D. José Martín Mera, Secretario, significado izquierdista antes del Movimiento en el sentido [de] que valiéndose de su cargo procuró votos a las izquierdas, sobre todo al Sr. Villalobos, habiéndose opuesto dos o tres veces a que hubiera manifestaciones del culto católico en lo que lleva el infrascrito en esta…

 

Acusaciones que en aquel momento podían ser gravísimas. El cura, además, lo acusaba a continuación de incompetencia profesional y de perjudicar al pueblo desde su cargo en el Ayuntamiento. Esta acusación fue desmentida unas semanas después por el alcalde Nicolás Miguel y por los concejales, que no solo negaron la «dejadez profesional» del secretario sino que afirmaron que «no se le puede culpar de lentitud ni abandono en el cumplimiento de su deber como funcionario por estar siempre laborando y sin sujeción a horario en las oficinas municipales». Por si fuera poco, al final aludían a su «gran interés patriótico en lo relacionado con el glorioso movimiento salvador de España».

[156] Esta información ha sido proporcionada por su sobrina Celina Muñoz Marcos. La depuración de Etreros ya apareció reflejada en Berzal de la Rosa, E., y Rodríguez González, J., Muerte y represión…, p. 288.

[157] García Márquez, J. M.ª y Guardado Rodríguez, M., Morón: Consumatum est… op. cit. pp. 181-182.

[158] Archivo General de la Administración, expedientes depuración del Magisterio, caja 32-12935.

[159] García Márquez, J. M., República, sublevación y represión en El Castillo de las Guardas (1931-1944), Sevilla, 2013, p. 120 (en imprenta).

[160] Fuentes Caballero, María Teresa, Al hilo de la conversación. Voz, memoria y vida cotidiana de las mujeres del campo, Diputación de Cádiz, Servicio de Publicaciones, 2008, pp. 266 y 267.

[161] El expediente abierto a José Martín Mera procede del archivo del Gobierno Civil de Salamanca y se encuentra en el Archivo Histórico Provincial. Debemos su conocimiento a Severiano Delgado, quien a su vez lo supo por Agustín Redero, y la posibilidad de consultar una copia a Ricardo Robledo.

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