Otro caso al que se refirió Uribe y que debiera hacer reflexionar a los que aún siguen creyendo en Carrillo y aprueban sus métodos, es el de Jesús Monzón, que si salvó la vida, lo debe a haber sido detenido por la policía en Barcelona, cuando se dirigía a encontrarse con el que «tenía que sacarlo a Francia», pero que en realidad debía de conducirlo al lugar de su ejecución.
En 1950, Nuestra Bandera decía en su número 4, en un largo editorial escrito por Santiago Carrillo, y que en lo fundamental es la repetición de un artículo publicado por él en Nuestra Bandera de junio de 1948:
EL CASO MONZÓN
El caso Monzón ha sido llevado a conocimiento del Partido en 1948. Pero entonces carecíamos de algunos datos, adquiridos posteriormente, que vienen a precisar más ciertos aspectos importantes.
Monzón incumple reiteradamente en 1939 las directivas de marchar hacia América, y contando con el apoyo de los servicios imperialistas, y probablemente de los franquistas, permanece en Francia.
Aprovechando la confusión de aquellos momentos, Monzón, con la ayuda de una militante que ha quedado encargada de ciertas tareas de solidaridad y emigración, utilizando la personalidad adquirida en los tiempos en que fue gobernador de Alicante, inicia la lucha contra el Partido.
Hábilmente desplaza a los camaradas que han quedado con la responsabilidad de las tareas más serias del Partido. Una falta de iniciativa demostrada por éstos facilita la obra de Monzón. Una vez desplazados esos camaradas, Monzón crea su propia camarilla incondicional de elementos turbios y agentes del enemigo, entre los que se encuentra el viejo provocador Gabriel León Trilla.
Contra todas las directivas del CC, Monzón se erige en dirección del Partido para «España y Francia». ¿Quién está detrás de Monzón? ¿Quién inspira su labor de falseamiento de la línea política del Partido coincidente, en el fondo, con la de Quiñones, en situar a aquél a la zaga de las fuerzas reaccionarias y monárquicas, y llegar a la disolución del Partido dentro de la Unión Nacional dirigida por los capitalistas y terratenientes monárquicos?
Detrás de Monzón están los servicios de espionaje norteamericanos, están los agentes carlistas españoles.
En el proceso de Budapest ha quedado demostrado cómo uno de los principales agentes de Allan Dulle, jefe de espionaje americano en Europa, un llamado Field, que en apariencia se dedicaba a la «filantrópica» función de representar en Francia, primero, y en Suiza, más tarde, al Unitariam Service, organización encargada de camuflar el espionaje americano so capa de la ayuda a los refugiados.
Field en persona es el hombre que en Francia se mantiene en contacto con Monzón durante más de dos años; es el hombre que enlaza a Monzón con los servicios de espionaje americanos.
Esto explica la enorme analogía en la «política» de Monzón y la de los bandidos titistas. Este hecho arroja toda la luz sobre la «inspiración» que movía a Monzón.
Simultáneamente, Monzón mantenía un contacto con los franquistas a través de los agentes carlistas que venían a visitarle desde España.
Traicionando al Partido, Monzón suministraba a Field, como está comprobado, informes con los datos más secretos de la organización de los comunistas en Francia y en todo lo que conoce de España, sobre la composición y fuerza de los destacamentos guerrilleros y los sabotajes y atentados contra los ocupantes alemanes, sobre los planes del mando guerrillero, etc.
Suministraba a Field listas con millares de nombres de militantes del Partido en Francia, biografías, características, etc.
Monzón cubre su actividad más fácilmente que Quiñones. Su lucha contra el Partido, contra su línea y su CC, la cubre todas cuantas veces es preciso con declaraciones verbales de adhesión a los dirigentes del Partido, que están lejos en esos momentos, e imposibilitados de descubrirle y desenmascararle.
La lucha de Monzón contra el Partido es realizada por medios más cautelosos de los que utilizó Quiñones. Conociendo los planteamientos del CC sobre la política de Unión Nacional, los exalta y lanza su propia versión, es decir, la versión de los servicios imperialistas sobre la política de Unión Nacional. Así hace con cada una de las cuestiones que plantea el CC, ocultarla y falsearla.
De este modo, no sólo desvía al Partido del cumplimiento de su función de dirigente de la lucha antifranquista y revolucionaria, sino que se crea un pedestal de «genio», de hombre que se «anticipa» al CC, a los dirigentes del Partido en la comprensión de los planteamientos políticos. Monzón se traslada más tarde a España a seguir realizando sus funciones de provocador. Cuando es descubierto y desenmascarado ante el Partido en el interior, sólo entonces, la policía lo detiene en condiciones que se ve claro que su objetivo es revalorizarlo políticamente, rodearle de la aureola del martirologio, para que el Partido no entre en el fondo del examen de las consecuencias de su labor criminal, para que el Partido no arremeta, por escrúpulos sentimentales, contra el «monzonismo», y éste continúe produciendo desastres dentro de nuestras filas en el interior del país.
Y si Monzón no ha tenido el final de Quiñones, se debe, sin duda, a que los servicios franquistas e imperialistas aún conservan la esperanza de hacerle jugar un papel en la lucha contra el Partido; aún piensan en la posibilidad de utilizarlo, incluso lo utilizan hoy, para sembrar la confusión dentro de las prisiones franquistas por las que va pasando e intentando ganar a aquellos que no están bien informados o que vacilan.
Las consecuencias de las provocaciones de Monzón en el Partido han sido ya analizadas. Durante su período facilitó y organizó la penetración en el Partido y en sus organizaciones clandestinas, en los grupos guerrilleros, de los agentes del enemigo, de los provocadores.
Monzón y sus cómplices conocidos fueron separados; el Partido reaccionó unánimemente contra él y sus falsificaciones de la política y del carácter del Partido, se unió en torno al CC y a nuestra secretario general, Dolores Ibárruri.
Ya es conocido cómo también en África del norte se produjo en el Partido un fenómeno parecido. Los militantes que se quedaron allí al frente del Partido se ligaron a los servicios americanos y pusieron varios miembros del Partido en contacto con esos servicios. Algunos responsables de esta entrega fueron expulsados; otros, que rectificaron, enviados a la base del Partido. Pero toda esta experiencia nos enseña que la mala hierba no se arranca fácilmente y que sus semillas se esconden y resurgen con facilidad cuando menos se espera [1] .
Como se ha demostrado, todas esas acusaciones eran falsas de la primera a la última. Y Carrillo lo sabía, pues todas estaban fabricadas por él y su aparato. Pero le sirvieron en aquella ocasión para conseguir sus objetivos, como otras acusaciones del mismo estilo y tan falsas como aquéllas le han ido sirviendo luego en su marcha a la Secretaría General del Partido y le están sirviendo hoy en su funesta labor.
Monzón había cometido dos «crímenes» que no podía perdonarle el Buró Político, porque constituían una acusación a la propia cobardía de éste: haberse quedado en Francia cumpliendo con su deber y haberse marchado luego a España para seguir cumpliéndolo. El delito de valentía es el que más han odiado siempre Carrillo y compañía. Monzón, durante sus numerosos años de cárcel y a pesar de las infames acusaciones de Carrillo, continuó siendo el mismo combatiente revolucionario, honesto y fiel a las ideas comunistas, que había sido siempre. Cuando después de salir de la cárcel, y comprobada la falsedad de todas las infames acusaciones que se le habían hecho, se le propuso volver al Partido, respondió que no militaría jamás en el mismo Partido con calumniadores como Carrillo, Dolores Ibárruri y otros de la misma calaña.
[1] Los subrayados son míos. E. L.
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