Hay indicios de que todo el operativo del golpe pudo responder a un diseño global que sobrepasaba el marco de la Península Ibérica: la preparación de Europa para un plan estratégico en el inicio del gobierno de Reagan, en un momento en que Europa occidental era presionada para que aumentara sus gastos militares y aceptara la instalación de las armas atómicas llamadas del "teatro de batalla europeo". Años después transcendería que los planes militares de Reagan asumían la inminente entrada de tropas soviéticas en Irán, seguida de una guerra en Europa entre la OTAN y el Pacto de Varsovia. El 16 de octubre de 1981 Reagan declararía: "Se puede considerar la posibilidad de utilizar armas tácticas nucleares contra tropas en el campo de batalla europeo, sin que ello conduzca a las grandes potencias a apretar el botón".
La militarización del Mediterráneo era, pues, una línea de presión a finales de 1980 y comienzos del 81. Turquía era militarizada tras el derroque de su gobierno liberal. Grecia era llevada a reintegrar sus FFAA en la OTAN, de donde había salido en 1974. Reagan autorizaba la venta a Marruecos de 108 blindados M-60, 20 cazas F-5 y seis aviones de reconocimiento 0V-10. Seis meses después Marruecos estimulaba un golpe militar en Mauritania. En abril, el general Heig impulsaba a los árabes a crear bases norteamericanas de aviso contra Argelia, Libia e Irán. En mayo, se descubría en Italia la trama golpista de la Logia Propaganda-2, que influenciaría -según el cardenal de Filadelfia Krol- en la decisión de los cardenales a favor de un polaco como Papa".
A Suárez se le reprochaba que al frente del Gobierno hubiera dado largas a algo tan capital para las estrategias de EEUU en Europa como la OTAN. Calvo Sotelo se apresuró a aprobar la entrada de España en la OTAN. "Para mí -diría Calvo Sotelo- estaba claro desde 1977 que había que incorporar a España a la Comunidad Europea y a la Alianza Atlántica. ¿Lo veía tan claro Adolfo Suárez en los años de su Presidencia?". Pero, ¿Captó Calvo Sotelo el doble juego y lenguaje de Felipe González para con la OTAN? Calvo Sotelo dibuja en sus Memorias a Felipe como cicateramente adverso a la OTAN, hasta, dice, que "aprendió la cuestión". Pero está claro que González la tenía aprendida. Ahora, sólo se trataba de no aparecer como adalid de la OTAN. Necesitaba los votos de un electorado, adverso al ingreso de España, para alcanzar el Gobierno. Una vez instalado en aquél (fines de 1982), en el subsiguiente Congreso de su Partido (1984) hizo borrar del programa la oposición socialista al ingreso en la OTAN. Mientras, se dedicó pacientemente a cambiar la mente de una fracción de electores e invertir el signo de la mayoría, lo que no logró hasta 1986, momento en que convocó el referéndum. ¿Cuantos eran los que desconocían el compromiso personal contraído ocultamente por González de alistar España a la OTAN en cuanto éste accediese al poder?
Partidos políticos
El régimen de Franco empezó a insertarse formalmente en las instituciones construidas en Europa después de la II Guerra a partir de 1959 con su inclusión en la OCDE, años después de la concesión en 1953 de bases militares a EEUU.
Tras el fallecimiento de Franco (1975), el objetivo de la reforma política subsiguiente ha gravitado en torno al mantenimiento del statu quo social interno y del estratégico externo. Sin embargo, en plena guerra fría, EEUU deseaba absorber el territorio y las FFAA españolas dentro de su estructura militar sobre Europa: la OTAN. Antes, sucesivos intentos de gobiernos norteamericanos se habían estrellado ante la resistencia de algunos gobiernos aliados que exigían que España tuviera un régimen no dictatorial. Desaparecido el dictador, se procedió a anclar a España militar, económica y políticamente en las instituciones supranacionales creadas por la Coalición de la Guerra Fría. Ello requería reemplazar la superestructura jurídico-política por otra homologable con regímenes liberales. Lo que se llevó a cabo en 1976-77 actualizando los planes congelados desde 1942-46, de restaurar la monarquía y fortalecer las estructuras socioeconómicas mediante su "legitimación democrática". Quiere decirse, que la devolución de los derechos civiles a la ciudadanía española tuvo lugar bajo la supervisión directa y controlada de los intereses beneficiarios de aquellos planes. Es la cara desconocida de la historia del posfranquismo, de la que poco ha transcendido".
Para compensar la debilidad de los equipos legalizados en 1977, en particular los protagonistas que aceptaron pactar la reforma (AP, UCD, PSOE, PC, nacionalistas vascos y catalanes), se desmontó el andamiaje jurídico-formal de algunas instituciones del Estado heredado. Mientras, en paralelo, se potenciaba que los equipos más protegidos se organizasen en asociaciones paraestatales distanciadas de su base social específica, actual o potencial, y pudieran crear círculos concéntricos de clientela e incluso asalariados mediante las asigna-ciones directas, públicas o secretas (empresas privadas nacionales y extranjeras, Estado, financiación procedente del seno de la Coalición de la Guerra Fría). Fue un proceso llamado de consenso, apoyo y ayuda, que permitió al sistema de poder mundial penetrar fácilmente en España, auxiliar a los partidos cooptados y en el lugar más lejano a los que menos interesaba, como el PC o los núcleos de las nacionalidades periféricas.
El resultado sería, como describió O.K. Flechtheim el nuevo entramado político prefabricado: "una transformación interna de los partidos (...) que evolucionaron del tipo de agrupación democrática de afiliados, fuertemente impregnada de ideología, a aquel de una institución casi estatal, dirigida en gran medida jerárquicamente (...) Esta "objetivación" y "desideologización" de la política de los partidos va hoy en día casualmente de la mano, con una renuncia progresiva a la realización de reformas estructurales profundas en la sociedad y la economía".
La actuación independiente de la cúpula de semejantes partidos respecto de sus miembros y electores ha facilitado su actuación al margen de referencias de clase. Como dijera J. Agnoli: "La técnica de la paz social no puede prosperar sin esta enajenación de las organizaciones políticas y sus dirigentes respecto a las mismas grandes masas que debieran representar. (...) Se desarrolla un mecanismo de dominación de nuevo cuño (...) en el que entran centros de poder objetivados y autoritarios circulando entre sí, en una relación de competencia". Son partidos que aunque parezcan pelear por conquistar posiciones de poder, son parte de una unidad simbiótica, recurso de un bipartidismo imperfecto volcado sobre el "centro", es decir, sobre el mantenimiento del statu quo ante garantes en fin de la paz social del sistema capitalista. Así, en España se ha podido reproducir los que Lelio Basso veía en la Italia de 1962 y que permite preguntarse si es el camino hacia el logro principal del fascismo, cuya razón principal consiste en imposibilitar toda democratización socializante.
En 1928 G. Leibholz hallaba en la práctica de la "concertación social" el punto de convergencia entre sectores políticos que negaban la dicotomía trabajo-capital y buscaban soluciones corporativistas de los conflictos sociales a través del Estado. En la España franquista se trató de amagar las contradicciones entre capital y trabajo mediante sindicatos integrados en el sistema. Complemento indispensable de la manipulación parlamentaria, en paralelo con el aislamiento de la oposición "fundamental" al régimen franquista, la neutralización o destrucción de la dimensión de clase de los sindicatos fue buscada por la vía de su integración en pactos como el de la Moncloa -1977- o el Acuerdo Nacional sobre empleo -1981. El proceso de cambio giró precisamente en torno de cómo contener, neutralizar, a las organizaciones de trabajadores. Cuando éstas empezaron a dar síntomas de reaccionar ya habían pasado los años necesarios para tener a los españoles integrados-subordinados dentro de engranajes, internos y supranacionales. Sin embargo, la huelga general de los sindicatos contra la política del PSOE -14/12/1988 y 27/01/1994-, mostraban el límite social que la reforma no pudo franquear.
El PSOE en su XXVIII Congreso de marzo de 1979 votó mayoritariamente contra lo que intuía como proyecto encubierto en la cúpula del Partido, voto que fue respondido con una sistemática purga que lo inhabilitó como partido de masas y de acción socialista, reduciéndolo a un aparato de gestión de presupuestos públicos y ejecución de la programada transición posfranquista. El PCE estalló en tres fragmentos en 1981-82 tras perder el 65% de la militancia de 1979. (pág.221)
¿Cómo evolucionó la situación? Entre 1980 y 1988 aumentó el paro forzoso en un 100%, llegando a afectar al 22 % de la población activa; la participación salarial en el PIB se redujo del 53 al 49%; la deuda pública se elevó del 12,9% del PIB en 1975 al 46,2% en 1986, mientras el crónico déficit comercial se incrementaba en España tras el ingreso en la CEE. En esa crisis influyó la derrota de Jimmy Carter de 1980 en EEUU. Ronald Reagan aplicó sus propios proyectos a España y su contorno. Para entonces, los socialdemócratas alemanes habían sido desplazados por la coalición democristiana-liberal, lo que tuvo también el subsiguiente reflejo en España. La crónica fechada en Bonn el 26 de enero de 1982 clarificaba una de las razones de la liquidación de UCD. Garrigues Walker, miembro de la Trilateral, comentaba en Sábado Gráfico (24/03/1982): "En la ayuda del Partido Liberal alemán hay una parte financiera (...) otra es el entrenamiento de cuadros (...) donaciones para reuniones, etc. (...) estamos discutiendo con ellos trasladar la idea de los Clubs no partidos- a Iberoamérica y, en particular, México". Garrigues había visitado Bonn con Eduardo Punset, coincidiendo con los dirigentes del Partido Liberal alemán en "dar un impulso al liberalismo en España, (...) los liberales alemanes no conciben un partido como UCD, donde caben todos los partidos representados en el Parlamento federal alemán".
Estaba ocurriendo en 1977-1980, que el proyecto de 1944-1945 de bipartidismo para España: un eje centro-izquierda como interlocutor de otro de centro-derecha e ir en caso de necesidad a una "gran coalición", había sido modificado por la política de la Administración de Reagan, lo que hacía impracticable el intento de Carrillo de adoptar el compromesso storico buscado por Berlinguer en la Italia de 1978-1980, algo que ya no era asimilable en los parámetros de la Coalición de la Guerra Fría. González había destapado paulatinamente sus metas y reemergían formas políticas arcaizantes; el cambio de régimen había logrado integrar plenamente España en las estructuras de la Coalición de la Guerra Fría.
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