CAPÍTULO SEIS Hombres araña

Publicado el 22 de febrero de 2022, 22:05

Toda la propaganda de guerra, los alaridos, las mentiras y el odio, vienen invariablemente de personas que no están luchando.
George Orwell

 

En los años posteriores a mi viaje a Perú, los temas más recurrentes eran Sumeria y Babilonia y los linajes que surgieron de allí, aunque hubo un nombre en particular: Rothschild. Resulta imposible comprender toda la conspiración si no conocemos el trasfondo de este atroz grupo entrecruzado de criminales y maníacos genocidas locos por el poder. ¿Me he pasado de la raya? De eso nada: si acaso, es demasiado suave. El «genocidio» se define de la siguiente manera: «destrucción deliberada y sistemática de un grupo étnico, político o cultural». Esta definición reproduce perfectamente las ambiciones de la casa de Rothschild, y el «grupo étnico» que tienen a la vista se llama «humanidad». Los Rothschild actúan en el núcleo de una red y ejercen la función de directores de orquesta. Los Rothschild no son el origen del poder que dirige la conspiración, porque la madriguera es mucho más profunda. Son, sin embargo, los administradores por excelencia de este poder en la sociedad humana en nombre de la «araña». Casi todos habrán oído hablar de los Rothschild, pero casi nadie sabe lo que realmente hacen. Son banqueros, ¿verdad? Sí que lo son, pero eso es como decir que Hitler era pintor. No dice nada acerca de toda su historia. Los Rothschild tienen un historial espantoso en la concepción de guerras, inclusive las guerras mundiales, en la instigación de crisis financieras y en la manipulación de países de todos los continentes a través de las redes que controlan. No existe un sólo hombre, mujer o niño cuya vida no esté afectada por los Rothschild, a menudo con consecuencias desastrosas. Antes eran ampliamente conocidos su poder e influencia, pero los políticos agacharon la cabeza ante ellos a sabiendas de que sin su autorización jamás ascenderían o, en caso de ascender, no permanecerían en el puesto durante mucho tiempo. Su control y manipulación se hizo tan evidente que sus planes corrían el peligro de salir a la luz, y desde principios del siglo xx han ocultado de forma brillante el alcance de sus propiedades y poderes con el nombramiento de directores y de otros testaferros, entre ellos la familia Rockefeller e industriales y magnates «independientes» como J. P. Morgan, Ándrew Carnegie, Edward R. Harriman y muchos más. Estos nombres sólo son distintas denominaciones de los Rothschild. Los Rockefeller son un linaje de los Rothschild y están subordinados a la familia principal. La Standard Oil de J. D. Rockefeller en realidad era la Rothschild Oil, y cuando Rockefeller creó la repugnante medicina farmacéutica moderna, lo hizo para la dinastía de los Rothschild. Los Rockefeller se fueron del centro de los Rothschild en Alemania, donde los conocían como Rockenfelder, y migraron a Estados Unidos. Frederic Morton describe cómo la dinastía Rothschild oculta el alcance de su poder en su libro titulado The Rothschids, editado en 1962.

A pesar de que controlan numerosas empresas industriales, comerciales, mineras y turísticas, ninguna de ellas lleva el nombre de Rothschild. Puesto que son asociaciones privadas, la familia nunca necesita publicar la situación patrimonial de sus empresas ni ningún otro informe acerca de su condición económica.

Es importante destacar que cuando hablo de «los Rothschild», no me refiero sólo a aquellos que tienen ese apellido. Me refiero al linaje Rothschild. Tal y como he explicado en mis anteriores libros, hay un increíble número de personas en todo el mundo que tienen genes de Rothschild. Crecen en distintas familias con distintos nombres, pero siguen siendo Rothschild y posteriormente destacan en cargos de poder en la política, la banca, las empresas, el ejército, los medios de comunicación, la religión, el entretenimiento, etcétera. Uno de estos Rothschild no oficiales me explicó que lo colocaron en la Iglesia cristiana para hacer el trabajo de la dinastía. Ello no significa que los Rothschild estén teniendo relaciones sexuales cada diez minutos. En realidad, tienen bancos de semen para expandir constantemente el linaje, y el motivo de esta obsesión con la genética pronto se hará evidente. Otro aspecto que debo destacar es que no todos los que tienen el apellido «Rothschild» forman parte de esta gran conspiración, ni siquiera la mayoría. Los niveles «inferiores» de la familia ignoran todo esto, y otras personas han adquirido este apellido al casarse. Cuando digo «Rothschild» me refiero a las figuras líderes de esa familia que dirigen sus operaciones banqueras y empresariales y a sus activos dentro del sistema mundial -especialmente en política- que tienen los genes, pero no el nombre.

 

El «engaño más cruel»

 

Nos hacen creer que los Rothschild son una familia de judíos bíblicos y por lo tanto que se originan en el Egipto e Israel del Antiguo Testamento. No es cierto. Son de Sumeria, y he explicado la historia detalladamente en mi libro The David Icke Guide to the Global Conspiracy (and how to end it). Los pobladores de Sumeria y Babilonia emigraron al norte, a una región próxima a las montañas del Cáucaso que actualmente está ocupada casi en su totalidad por el país de Georgia. El doctor Sandor Nagy, autor del libro The Forgotten Cradle of the Hungarian Culture, dice que los emigrantes de Sumeria tomaron dos rumbos distintos cuando salieron de Mesopotamia. Uno atravesó Turquía y se dirigió a la llanura Panónica, que incluye la actual Rumania -hogar de las leyendas de Drácula en Transilvania-, Hungría, Bulgaria y los países de la antigua Yugoslavia, como Serbia y Croacia. El otro se dirigió al este y luego al norte, atravesó las montañas del Cáucaso y llegó a la región entre el mar Caspio y el mar Negro. Estos últimos sumerios se dieron a conocer como «jázaros» y su nuevo país se denominó Jazaria. Alrededor del año 740 d. C., el rey de Jazaria, Bulan, adoptó la religión del judaísmo y lo mismo hizo toda la nación. Con la ruptura de Jazaria, estos conversos al judaísmo se dirigieron al norte y fundaron comunidades judías en Europa del Este, y muchos siguieron su camino hasta Europa occidental. Entre ellos estaba la familia que se convertiría en los Rothschild. Sobrevivieron durante siglos con distintos nombres, entre ellos el de Bauer. Los jázaros son los antepasados de más del 90 por 100 de las personas que actualmente se consideran «judías», y no tenían ningún vínculo con la tierra de Israel. Su hogar no estaba en el mar Muerto, sino en el mar Caspio, que antiguamente se llamaba «mar Jázaro». Los jázaros y los sumerios han robado la identidad histórica de las personas denominadas israelitas, e incluso el concepto mismo de identidad es una insensatez. Thomas Thompson, profesor del Antiguo Testamento en la Universidad de Copenhague, echa por tierra las creencias en un Israel bíblico en su libro titulado The Mythic Past. Dice que las investigaciones arqueológicas y lingüísticas revelan una Palestina antigua radicalmente distinta de la que se describe en la Biblia. No existieron Adán y Eva, ni Noé y Abraham, ni Moisés y Josué, y ahora sabemos por qué. Eran «personajes» inventados que se basaban en las historias mucho más antiguas de Sumeria, Babilonia y Mesopotamia. La población de Palestina en la época de la «gran nación» de Israel era diminuta, como máximo de unos pocos miles de personas, según dice Thompson. Continúa:

Cuando uno investiga la historia de Palestina al margen de la visión bíblica del pasado, este período revela pocas pruebas de la emergencia de un Israel bíblico... No hay pruebas de una Monarquía Unida, ni de una capital en Jerusalén, ni de ninguna fuerza policial unificada que dominara la Palestina occidental, y menos todavía de un imperio del tamaño que describen las leyendas. No tenemos pruebas de que hayan existido los reyes llamados Saúl, David o Salomón; ni tampoco de que haya existido ningún templo en Jerusalén en ese período.

¿Cómo puede ser? Se lo inventaron todo. La abrumadora mayoría de las personas judías ignora todo esto, pero los Rothschild y sus familias asociadas sí lo saben. Algunos escritores judíos, como Arthur Koestler, han presentado pruebas convincentes de que los judíos no tienen ningún vínculo histórico con la tierra de Israel. Alfred M. Lilienthal, un funcionario judío del Departamento de Estado estadounidense, llamó a estos hechos el «talón de Aquiles de Israel» porque destruyen cualquier derecho a esa tierra. En su libro titulado The Thirteenth Tribe Koestler escribió:

... Significa que sus antepasados no venían de Jordania sino del Volga, no provenían de Canaán sino del Cáucaso, región que antiguamente se creía que era la cuna de la raza aria [de ahí el término «caucásico»]; y que genéticamente están más relacionados con las tribus de los hunos, los uigures y los magiares que con Abraham, Isaac o Jacobo. Si éste fuera el caso, entonces el término «antisemitismo» carecería de significado, puesto que se basaría en un malentendido compartido tanto por los asesinos como por sus víctimas. La historia del Imperio jázaro, a medida que surge poco a poco del pasado, empieza a parecer el engaño más cruel que jamás ha perpetrado la historia.

Los jázaros lucharon, se aliaron y se entrecruzaron con pueblos como los rusos vikingos (que posteriormente serían los rusos) y los magiares, con quienes tenían relaciones muy estrechas. Los jázaros jugaron un papel decisivo en la creación de la patria magiar en Hungría. Algunos nombres como los «cosacos» rusos y los «húsares» húngaros vienen de «jázaro», igual que Ketzer, el término alemán para designar a los «herejes». Los jázaros también mantenían estrechos lazos con el Imperio bizantino, que formaba parte del Imperio romano y tenía su sede en Constantinopla, y hubo mestizaje entre ellos. Una princesa jázara se casó con el emperador bizantino Constantino V, y su hijo fue el emperador León IV, también conocido como León el Jázaro, que gobernó el Imperio bizantino del 775 d. C. al 800 d. C. Justiniano II, el emperador derrocado, huyó a Jazaria el año 705 d. C., donde el rey («Khagan» o «Kagan») le dio refugio y le dio permiso para que se casara con su hermana. Ella adoptó el nombre de Teodora y se hizo emperatriz cuando Justiniano regresó al trono bizantino. «Kagan», por supuesto, es un nombre «judío» común. Los historiadores creen que los jázaros eran descendientes de una tribu turca llamada «los hunos», que invadió y atacó salvajemente Europa alrededor del 450 d. C., pero el principal origen de los jázaros fue Sumeria. Los territorios de los «hunos» se extendían antiguamente desde Asia central hasta Europa central y desde Siberia y China hasta el norte de la India. Fueron una agrupación de tribus y linajes que surgieron del mestizaje entre muchos pueblos, incluidos los chinos y los sumerios. Se recuerda mejor a los hunos por su líder Atila el Huno, que se hizo con el poder tras matar a su hermano Buda, en honor al cual se dio nombre a la ciudad de Budapest. Los jázaros hablaban turco, igual que los hunos, y se cree que son el mismo pueblo. Controlaron un gran y poderoso imperio «pagano» que abarcaba casi toda Rusia, y se extendía hasta los montes Urales en el este y las montañas del Cáucaso en el sur. Se ganaban la vida como comerciantes y como «intermediarios», y cobraban impuestos por los bienes que se trasportaban a través de sus tierras. Su influencia en Europa del Este se expandió a los actuales países de Polonia, República Checa, Eslovaquia, Austria, Hungría, Rumania y Bulgaria. Veneraban el falo y llevaban a cabo rituales de sacrificio humano.

Los magiares, colegas y subordinados de los jázaros, también estaban relacionados con los sumerios. Se pensaba que los magiares eran un pueblo nómada del norte cuya lengua era de origen finés-ugrio, pero el doctor Sandor Nagy escribe en su libro The Forgotten Cradle of the Hungarian Culture que los magiares eran sumerios del «Creciente Fértil», actualmente Iraq. El doctor Nagy utiliza numerosos ejemplos para corroborar las similitudes lingüísticas entre el sumerio, el antiguo magiar y el actual magiar. También se refiere a varias obras escritas durante el primer milenio, entre ellas Arpad Códices y De Administrando Imperio, y estuvo investigando durante cincuenta años. Dice que sólo hay doscientas palabras de la lengua magiar que se relacionan con la lengua fino-ugria, mientras que hay más de dos mil palabras relacionadas con el sumerio. Arqueólogos y lingüistas británicos, franceses y alemanes llegaron a los mismos resultados y concluyeron que la lengua de las antiguas inscripciones sumerias no era indoeuropea o semítica, sino una lengua que demostraba tener importantes similitudes con un grupo de lenguas que en aquellos tiempos se denominaba grupo etnolingüístico turanio. Este grupo incluía el húngaro, el turco, el mongol y el finés (posteriormente llamado grupo uralo-altaico). Las investigaciones han demostrado que las lenguas sumeria y húngara tienen más de mil raíces en común y una estructura gramatical muy similar. Kálmán Gosztony, profesor de Filología Sumeria en la Sorbonna, en París, demostró en Sumerian Etymological Dictionary and Comparative Grammar que la estructura del húngaro es la más parecida a la del sumerio. Cincuenta y una de las cincuenta y tres características de la gramática sumeria coincidían con las del húngaro, en comparación con las veintinueve que coinciden con el turco, veinticuatro con el caucásico, veintiuna con las lenguas urálicas, cinco con las semíticas y cuatro con el indoeuropeo. Existen pruebas arqueológicas y antropológicas que corroboran las similitudes lingüísticas entre el sumerio, el húngaro y otras lenguas. Está claro que la mayoría aplastante de los llamados «judíos» surgieron de Sumeria, y los sumerios no eran semitas, puesto que este término se refiere a personas de un grupo particular de lenguas. Por consiguiente, hablar de «antisemitismo» respecto a los judíos es sumamente inapropiado, como bien saben los Rothschild y su círculo.

Los jázaros y los hunos descienden, como los magiares, de los sumerios de Mesopotamia. Un antiguo registro precristiano de origen húngaro dice que son descendientes del «rey» babilonio Nimrod, de quien la Biblia dice que es hijo de Cush y nieto de Noé. Estos vínculos adquirirán importancia más adelante. La leyenda afirma que Nimrod tuvo dos hijos, Magor y Hunor. Se dice que Magor era un antepasado de los magiares y que Hunor era un antepasado de los hunos, lo cual proporciona el origen común de los magiares y los hunos (jázaros). Curiosamente, los linajes Illuminati y su religión satánica consideran a Nimrod un «dios». Antiguas fuentes bizantinas dicen que los magiares también se llamaban sabires y que eran originarios de Mesopotamia, la tierra de Sumeria y Babilonia. Numerosas fuentes antiguas y medievales se refieren a los escitas, los hunos (jázaros), los ávaros y los magiares como la misma gente, incluso a pesar de que las autoridades húngaras parecen estar desesperadas por negarlo. Hubo bastante mestizaje entre los linajes de Sumeria y los del Lejano Oriente y China. La combinación caucásica-china-turca creó linajes «reales» sumamente importantes desde la perspectiva de los Illuminati. El Imperio jázaro, el primer estado feudal de Europa del Este, se fragmentó en las diversas guerras e invasiones que culminaron en la llegada de la «Horda de Oro» de Mongolia, más recordada por su creador, Gengis Kan. Después de siglos de poco poder e influencia, los pueblos jázaros empezaron a migrar en varias direcciones. S. W. Barón dice en A Social and Religious History of the Jews acerca de Jazaria:

Su población fue absorbida en gran medida por la Horda de Oro que había establecido el centro de su imperio en territorio jázaro. Pero antes y después de la agitación de los mongoles, los jázaros enviaron a muchos de sus vástagos a las subyugadas tierras eslavas, y ayudaron en última instancia a erigir los grandes centros judíos de Europa del Este.

Los jázaros se llevaron su fe judaica y talmúdica (babilónica/sumeria) y se asentaron en Europa del Este y en tierras alpinas, especialmente en Polonia y Lituania. En Polonia y en Ucrania existen muchos nombres antiguos que se inspiraron en los nombres «jázaro» o «zhid», un término que significa «judío», entre ellos Kozarzewek, Kozara, Kzarzow y Zyodowo. Cuando colapsó el Imperio jázaro en el período después del 960 d. C., numerosas tribus eslavas, lideradas por los polanos, formaron una alianza que se convirtió en el Estado de Polonia. Los «judíos» (jázaros) desempeñaron un importante rol en las leyendas polacas respecto a la formación del país. Una dice que un «judío» llamado Abraham Prokownik fue elegido por las tribus para que las gobernara. Sin duda, los «judíos» jázaros fueron prominentes en muchos países de Europa del Este. Arthur Koestler, escritor judío nacido en Hungría, escribe lo siguiente en The Thirteenth Tribe:

Fuentes húngaras y polacas se refieren a los judíos que estaban contratados como superintendentes, administradores de los ingresos reales, controladores del monopolio de la sal, recaudadores de impuestos y prestamistas (por ejemplo, banqueros). Esto sugiere un origen común de esas dos comunidades inmigrantes; y cómo podemos rastrear los orígenes de la mayor parte del judaísmo húngaro hasta el nexo magiar-jázaro, la conclusión parece evidente.

El atuendo tradicional de los judíos polacos sin duda tiene un origen oriental, inclusive la kipá (yarmulke) que llevan los judíos ortodoxos, los uzbekos y otros pueblos turcos de la Unión Soviética, y los musulmanes y la jerarquía católico-romana. La famosa «nariz judía» no es un rasgo genético de Israel, sino de la antigua tierra de Jasaría en el Cáucaso. Los jázaros-sumerios finalmente desarrollaron una nueva lengua llamada «yidis» porque no hablaban hebreo. Resulta comprensible. ¿Por qué hablarían la lengua de un pueblo con el que no tuvieron ningún vínculo? Shlomo Sand, profesor de Historia en la Universidad de Tel Aviv, corrobora la falsa historia de la «raza judía» en su libro titulado The Invention of the Jewish People:

Los judíos fueron un pueblo dependiente de la burguesía alemana del este, y por eso adoptaron términos alemanes. Mis afirmaciones se basan en la investigación del lingüista Paul Wechsler, de la Universidad de Tel Aviv, que ha demostrado que no existe ningún vínculo etimológico entre la lengua judía alemana de la Edad Media y el yidis. Ya en 1828, Ribal (el rabino Isaac Ber Levinson) dijo que la antigua lengua de los judíos no era el yidis. Incluso Ben Zion Dinur, el padre de la historiografía israelí, no dudó en considerar a los jázaros el origen de los judíos de Europa del Este, y describe Jasaría como la «madre de las diásporas» en Europa del Este. Sin embargo, más o menos a partir de 1967, cualquiera que dijera que los jázaros eran los antepasados de los judíos de Europa del Este era un ingenuo y un lunático.

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