¿Por qué un prominente financista, director del Banco de la Reserva Federal, habría querido organizar y asistir a revolucionarios bolcheviques? ¿Por qué, no uno sino varios socios de Morgan, trabajando en equipo, habrían querido alentar la formación de un “ejército soviético de voluntarios” – un ejército supuestamente dedicado a eliminar a Wall Street, incluyéndolo a Thompson, Thomas Lamont, Dwight Morrow, la firma Morgan y a todos sus asociados?
Al menos Thompson fue explícito acerca de sus objetivos en Rusia: quería mantener a Rusia en guerra con Alemania (aunque argumentara ante el Gabinete de Guerra británico que Rusia estaba fuera de la guerra de cualquier manera) y quería, además, retener a Rusia como mercado de postguerra para las empresas norteamericanas. El memorándum de Diciembre de 1917, de Thompson a Lloyd George, describe estos objetivos {[12]}. El memorándum comienza con: “La situación rusa está perdida y Rusia yace enteramente abierta a una explotación alemana sin oposición ...” y concluye: “creo que un trabajo inteligente y valiente aún le impedirá a Alemania ocupar el campo para ella misma y de este modo explotar a Rusia a costa de los Aliados”. Por consiguiente, lo que Thompson temía era la explotación comercial e industrial de Rusia por parte de Alemania (esto también se refleja en el memorandum de Thacher) y fue eso lo que impulsó la alianza de Thompson y sus amigos de Nueva York con los bolcheviques. Más aún, esta interpretación queda reflejada en una afirmación casi jocosa que Raymond Robins, el delegado de Thompson, le hizo al agente británico Bruce Lockhart:
Escuchará Usted decir que soy un representante de Wall Street; que soy el sirviente de William B. Thompson para obtener el cobre del Altai para él; que ya conseguí para mí 500.000 acres de la mejor tierra forestada en Rusia; que ya he copado el Ferrocarril Trans-Siberiano; que me han otorgado el monopolio del platino en Rusia; que todo esto explica mi trabajo para los soviéticos ... Escuchará Usted esos comentarios. Ahora bien, yo no creo que eso sea verdad Comisionado, pero supongamos que sea cierto. Supongamos que estoy aquí con el fin de capturar a Rusia para Wall Street y para los hombres de negocios norteamericanos. Supongamos que Usted es un lobo británico y que yo soy un lobo norteamericano y que, cuando esta guerra termine, nos comeremos el uno al otro por el mercado ruso; pues hagámoslo de un modo perfectamente franco y varonil; pero supongamos al mismo tiempo que somos lobos medianamente inteligentes y sabemos que, si no cazamos juntos en esta hora, el lobo alemán nos comerá a ambos, y luego pongámonos a trabajar. {[13]}
Con esto en mente, echemos un vistazo a las motivaciones personales de Thompson. Era un financista, un promotor y, si bien carecía de intereses previos en Rusia, había financiado personalmente a la Misión de la Cruz Roja a Rusia y utilizado esa misión como vehículo para maniobras políticas. Del cuadro total podemos deducir que las motivaciones de Thompson fueron primariamente financieras y comerciales. Específicamente, estaba interesado en el mercado ruso y en cómo este mercado podía ser influenciado, desviado y capturado para su explotación de postguerra por un grupo, o varios grupos, de Wall Street. Por cierto que Thompson consideraba a Alemania como un enemigo, pero no tanto un enemigo político sino, por sobre todo, un enemigo económico y comercial. La industria alemana y la banca alemana eran los verdaderos enemigos. Para superar a Alemania, Thompson estaba dispuesto a sembrar dinero en cualquier vehículo político útil a sus objetivos. En otras palabras, era un imperialista norteamericano luchando contra el imperialismo alemán, y esta lucha fue astutamente percibida y explotada por Lenin y por Trotsky.
La evidencia demuestra este enfoque apolítico. A principios de Agosto de 1917, William Boyce Thompson almorzó en la embajada norteamericana de Petrogrado con Kerensky, Terestchenko, y el embajador norteamericano Francis. Durante el almuerzo Thompson le mostró a sus invitados rusos un cable que acababa de enviar a las oficinas de J.P. Morgan en Nueva York solicitando una transferencia de 425.000 rublos para cubrir una suscripción personal del nuevo Crédito Libertad (“Liberty Loan”) ruso. Thompson también le solicitó a Morgan que “informe a mis amigos que recomiendo estos bonos como la mejor inversión de guerra que conozco. Me complacerá encargarme de su compra aquí, sin compensaciones”. Ofreció luego tomar personalmente el 20% de un grupo de Nueva York comprando 5 millones de rublos del préstamo ruso. No es de extrañar que Kerensky y Terestchenko manifestaran “gran agrado” por este apoyo de Wall Street. Y el embajador Francis rápidamente informó al Departamento de Estado que la comisión de la Cruz Roja estaba “trabajando armoniosamente conmigo” y que tendría un “excelente efecto” {[14]}. Otros autores han relatado cómo Thompson intentó convencer a campesinos rusos para que apoyen a Kerensky invirtiendo 1 millón de dólares de su propio dinero y fondos del gobierno de los EE.UU. del mismo orden de magnitud en actividades de propaganda. Posteriormente, el Comité de Educación Cívica de Rusia Libre, encabezado por la “abuela” revolucionaria Breshkovskaya, con David Soskice (el secretario privado de Kerensky) como ejecutivo, estableció diarios, oficinas nuevas, plantas impresoras y oficinas de oradores para promover la consigna: “Combata al Kaiser y salve la revolución”. Es de destacar que la campaña de Kerensky, financiada por Thompson, tenía la misma consigna – “Mantenga a Rusia en la guerra” – que la generada con su apoyo financiero a los bolcheviques. El vínculo común entre el apoyo de Thompson a Kerensky y su apoyo a Trotsky y a Lenin fue – “continuar la guerra contra Alemania” y mantener a ésta fuera de Rusia.
En breve: detrás y debajo de los aspectos militares, diplomáticos y políticos de la Primera Guerra Mundial hubo otra batalla rugiendo entre operadores internacionales con significativos músculos e influencias, con maniobras por el poder económico mundial de postguerra. Thompson no era un bolchevique; ni aún pro-bolchevique. Tampoco fue pro-Kerensky. Ni siquiera fue pro-norteamericano. La motivación excluyente fue la captura del mercado ruso de postguerra. Y éste fue un objetivo comercial, no un objetivo político. La nube ideológica podía influenciar a operadores revolucionarios como Kerensky, Trotsky, Lenin y todos ellos, pero no a los financistas.
El memorándum de Lloyd George demuestra la poca parcialidad de Thompson ya sea por Kerensky o por los bolcheviques: “Después del derrocamiento del último gobierno de Kerensky ayudamos materialmente la difusión de la literatura bolchevique distribuyéndola a través de agentes y por aviones entre el ejército alemán” {[15]}. Esto fue escrito a mediados de Diciembre de 1917, sólo cinco semanas después del comienzo de la Revolución Bolchevique y menos de cuatro meses después de que Thompson expresara su apoyo a Kerensky durante su almuerzo en la embajada norteamericana.
EL REGRESO DE THOMPSON A LOS ESTADOS UNIDOS
Thompson regresó luego a los EE.UU. con una petición pública de reconocimiento de los soviéticos. En un discurso ante el Rocky Mountain Club de Nueva York, en Enero de 1918, Thompson hizo un llamado a asistir al emergente gobierno bolchevique y, apelando a una audiencia mayormente compuesta por personas del Oeste norteamericano, evocó el espíritu de los pioneros norteamericanos:
Esos hombres no hubieran dudado por mucho tiempo en extender su reconocimiento y en dar el más pleno apoyo y simpatía al gobierno de trabajadores de Rusia, porque en 1819 y durante los años siguientes tuvimos gobiernos bolcheviques allá afuera ... y muy buenos gobiernos también ... {[16]}
Exige demasiado de nuestra imaginación la comparación entre la experiencia pionera de nuestra frontera Oeste con el feroz exterminio de la oposición política que en ése momento estaba ocurriendo en Rusia. Thompson sin duda consideró esta promoción como algo semejante a la promoción de acciones de bolsa mineras que había impulsado en tiempos anteriores. En cuanto a su audiencia, no sabemos lo que pensaron los asistentes; no obstante, tampoco nadie se opuso. El disertante era un respetable director del Banco de la Reserva Federal de Nueva York, un millonario por esfuerzo propio (y eso pesa mucho). Y, después de todo, ¿acaso no acababa de regresar de Rusia? Pero no todo era tan rosado. Hermann Hagedorn, el biógrafo de Thompson, escribió que Wall Street estaba “asombrada” y que sus amigos estaban “consternados” y “decían
que había perdido la cabeza, que se había vuelto bolchevique él mismo” {[17]}.
Mientras Wall Street dudaba de si realmente se “había vuelto bolchevique”, Thompson halló simpatías entre sus colegas directores en el directorio del Banco de la Reserva Federal de Nueva York. El codirector W. L. Saunders, presidente de la Ingersoll-Rand Corporation le escribió al presidente Wilson el 17 de Octubre de 1918 afirmando que tenía “simpatía por la forma soviética de gobierno” al tiempo que negaba cualquier motivación ulterior como la de “prepararse ahora para conseguir el comercio del mundo después de la guerra” {[18]}.
El más interesante de los colegas directores de Thompson fue George Foster Peabody, titular delegado del Banco de la Reserva Federal de Nueva York y un íntimo amigo del socialista Henry George. Peabody había hecho una fortuna en manipulaciones ferroviarias del mismo modo que Thompson había hecho la suya en la manipulación de acciones de cobre. Luego Peabody se volvió activamente a favor de la propiedad estatal de los ferrocarriles y se declaró abiertamente favorable a la socialización {[19]}. ¿Cómo hizo Peabody para conciliar su éxito como empresario privado con la promoción de la propiedad estatal? De acuerdo con su biógrafo Louis Ware, “su razonamiento le dijo que era importante que este medio de transporte fuese operado como un servicio público y no para beneficio de intereses privados”. Este razonamiento altisonante y benefactor difícilmente suene a veraz. Sería más exacto argumentar que, dada la dominante influencia política de Peabody y sus colegas financistas de Washington, a través del control gubernamental de los ferrocarriles podían evitar con mayor facilidad los rigores de la competencia. A través de influencia políticas podrían manipular el poder de policía del Estado para lograr aquello que, como empresa privada, les resultaba imposible, o demasiado costoso, conseguir. En otras palabras: el poder de policía del Estado era un medio para mantener a un monopolio privado. Esto era exactamente lo que Frederick C. Howe había propuesto {[20]}. La idea de una Rusia con planificación centralizada le debe haber gustado a Peabody. Piensen en ello: ¡un gigantesco monopolio estatal! Y Thompson, su amigo y colega director, ¡tenía acceso al círculo íntimo de los muchachos que estaban a cargo de la operación! {[21]}
[12] )- Véase Apéndice 3.
[13] )- Senado de los EE.UU. Bolshevik Propaganda, Audiencias ante el Subcomité del Comité del Judicial, 65° Congreso, T919 pág. 802.
[14] )- Departamento de Estado de los EE.UU. Decimal File, 861.51/184
[15] )- Véase Apéndice 3.
[16] )- Insertado por el Senador Calder en el Congressional Record, 31 de Enero de 1918, p. 1409
[17] )- Hagedorn, op. cit., p. 263
[18] )- Departamento de Estado de los EE.UU. Decimal File, 861.00/3005
[19] )- Louis Ware, George Foster Peabody (Athens: University of Georgia Press, 1951)
[20] )- Véase antes en este libro.
[21] )- Si este argumento le parece exagerado, el lector debería ver a Gabriel Kolko, Railroads and Regulation 1877-1916 (New York: W. W. Norton, 1965), que describe cómo las presiones en favor del control gubernamental y la formación de la Comisión Comercial Interestatal (Interstate Commerce Commission) provinieron de los dueños de los ferrocarriles, y no de granjeros ni de los usuarios del servicio ferroviario.
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